La protección de los espacios naturales eleva la población y el nivel de renta del territorio
Cuando, a mediados de los años 90, la presencia de una docena de avutardas y la necesidad de protegerlas parecía poner en peligro la transformación en regadío de miles de hectáreas en las provincias de Huesca y Zaragoza, los partidarios de ese proyecto acuñaron un aforismo según el cual la especie que más protección necesitaba en la estepa era el monegrino; es decir, los vecinos de Los Monegros, que, tras décadas de descenso demográfico, veían en la llegada del agua el medio para que sus pueblos sobrevivieran.
Dos décadas después, está demostrado que las avutardas proliferan en zonas con riego, ya que disponen de más y mejor alimento que en los secanos. Y un estudio del Gobierno de Aragón ha probado que la población –y sus rentas- de las zonas con protección ambiental –algo que no acaba de llegar a Los Monegros- crece más, y decrece menos, que la de las áreas que no cuentan con esas figuras.
“Las medidas de protección acompañadas de otras iniciativas como la apuesta por la agroindustria o la ganadería, sirven para asentar población”, sostiene el director general de Ordenación del Territorio del Gobierno de Aragón, Joaquín Palacín (CHA), partidario de “potenciar los recursos naturales como una alternativa de desarrollo”.
“Los datos cantan y son positivos”
El estudio, elaborado por su dirección general, ha consistido en analizar la evolución de la demografía y las rentas desde 1982 en 24 zonas incluidas en el parque nacional de Ordesa y los cuatro parques naturales –Valles Occidentales, Sierra y Cañones de Guara, Posets-Maladeta y Moncayo-, otros tantos monumentos naturales –Glaciares Pirenaicos, Grutas de Cristal de Molinos, Puente de la Fonseca y Órganos de Montoro-, tres paisajes protegidos –Pinares de Rodeno, Foces de Fago y Biniés y San Juan de la Peña y Monte Oroel- y tres reservas naturales dirigidas –Saladas de Chiprana, laguna de Gallocanta y Sotos y Galachos del Ebro- ubicadas en la Comunidad.
Los datos resultan concluyentes: la población ha crecido en trece de esas 24 zonas, en otras seis ha decrecido menos que en las poblaciones de las mismas características del resto de Aragón y “solo en cinco los datos no son positivos”, explica Palacín, que destaca que las rentas son superiores a las de municipios similares en veinte de las áreas. Los incrementos demográficos en las tres décadas y media estudiadas alcanzan el 30 % en los glaciares y el 14 % en Guara.
“Los datos cantan y son positivos. Los espacios naturales han servido para fijar población. Datos como estos demuestran el efecto positivo de los espacios naturales”, señala Palacín, que sostiene que en Aragón es posible duplicar la superficie sobre la que hoy existen figuras ambientales –unos 1.300 kilómetros cuadrados, un 3 % de los 45.000 que suma su territorio-. Aragón sigue teniendo tarea pendiente en esta faceta, caso del nonato parque natural de Los Monegros y la figura que debería salvaguardar el Anayet, entre otras zonas.
Siete enclaves con custodia
Sin embargo, existen alternativas a los procedimientos administrativos. La organización ecologista SEO-Birdlife ha logrado extender en apenas dos años a siete enclaves aragoneses que suman más de 8.000 hectáreas la figura de la custodia de territorio, en la que los propietarios de terrenos agrícolas y fortestales y los conservacionistas desarrollan de manera coordinada medidas de protección.
El delegado de SEO-Birdlife en Aragón, Luis Tirado, destacó los buenos resultados de una campaña de promoción de productos ecológicos procedentes de zonas incluidas en la Red Natura 2000 que SEO realizó hace unos meses en coordinación con el Ministerio de Medio Ambiente, en la que el 85 % de los clientes de tiendas especializadas que fueron encuestados aseguraron estar dispuestos a pagar un precio más elevado por artículos etiquetados en esas áreas.
“Si somos capaces de demostrar el valor añadido que tienen estos productos, le daremos un empujón al mundo rural”, señala Tirado, que resaltó prácticas como la ganadería extensiva y la agricultura de montaña como dos de los sectores económicos catalogados como desfavorecidos cuyo impulso resulta crucial para mantener en las zonas protegidas la biodiversidad, uno de sus principales potenciales económicos.
En este sentido, se refirió al retroceso de la alondra ricoti o rocín en Los Monegros con el abandono del cultivo de campos, a la desaparición del águila azor-perdicera en el sistema Ibérico y el prepirineo como consecuencia de la reducción –por el mismo motivo- de las poblaciones silvestres de conejos, perdices, palomas y cérvidos y, también, a los efectos del descenso de la actividad ganadera en la conservación del quebrantahuesos.