La alternativa al contenedor amarillo para los envases de bebidas ya funciona en más de 40 países y regiones
Hay todo un mundo más allá de los contenedores de colores. El sistema de recogida selectiva de residuos (segregándolos en cubos diferentes en función de los materiales) es el más extendido entre los países europeos, pero no es el único método que puede minimizar el impacto ecológico de los residuos urbanos. De hecho, organizaciones ambientalistas como Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, Retorna, Rezero y Surfrider España, entre otras, argumentan que ni siquiera es el más eficaz.
Estas ONG firmaron en 2019 un manifiesto en favor de otro modelo de gestión de residuos de envases para España. En concreto, piden la implantación de un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno, centrado en las bebidas on-the-go, que representan cerca de un 20% de los envases que consumimos en nuestro día a día y están entre los residuos más encontrados en las playas europeas, según los informes de la Comisión Europea.
El sistema SDDR existe desde 1984 y funciona actualmente en más de 40 países y regiones, entre los que se incluyen Alemania, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Holanda, Croacia, Estonia, Lituania o, fuera de Europa, Australia, Israel, Canadá y Estados Unidos. En todos estos lugares, los ciudadanos pagan una cantidad (en concepto de depósito) por cada bebida envasada que compran. Una vez consumida, solo tienen que introducir el envase vacío en una máquina situada en el propio comercio o devolverlo a la persona del punto de venta si quieren recuperar esa suerte de fianza.
A través del depósito, el consumidor se compromete a hacerse cargo del residuo que genera al beber, por ejemplo, agua embotellada. Cuando lo hace, se le premia con la devolución del dinero. Así, a base de incentivos, el SDDR ha conseguido tasas de recuperación que llegan al 98% en casos como el de Alemania. También Finlandia y Suecia presumen de buenos datos de reciclado de estos envases, con un 95% y un 84%, respectivamente. Reino Unido está preparando ahora su legislación para ponerlo en marcha en 2023, siguiendo el consejo de la Unión Europea. En su directiva de plásticos de un solo uso, la UE insta a los Estados miembros a implementar estos sistemas como una de las medidas de responsabilidad ampliada al productor que pueden ayudarles a lograr los objetivos europeos de reciclado.
Para el año 2029 deberán recogerse –para su posterior reciclado o reutilización –al menos el 90% (en peso) de las botellas de bebidas puestas en el mercado. En España, el anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados contempla en su artículo 44 la posibilidad de aplicar este sistema a fin de alcanzar las metas europeas en materia de reciclaje de residuos de envases. El borrador especifica que “la ley prevé que, mediante real decreto, puedan establecerse una serie de medidas de obligado cumplimiento para los productores, relativas, por ejemplo, al diseño de los productos de forma que se reduzca su impacto ambiental, al establecimiento de sistemas de depósito que garanticen la devolución de las cantidades depositadas y el retorno del producto para su reutilización o del residuo para su tratamiento, a responsabilizarse total o parcialmente de la gestión de los residuos y a asumir la responsabilidad financiera de estas actividades, entre otras”.
Mientras tanto, a nivel regional ya se está trabajando en ello. La comunidad autónoma de las Islas Baleares, que tiene el índice más elevado de producción de residuos del Estado –800 kg por habitante y año–, se adelantó a la norma estatal y también a la regulación comunitaria.
Meses antes de que se aprobase la directiva de plásticos, el Govern balear dio luz verde a su propia Ley de residuos y suelos contaminados, en la que plantea establecer el modelo SDDR “si en el año 2020 no se han cumplido los objetivos marcados por esta ley o por la normativa estatal o europea más restrictiva”. En cualquier caso, matiza que primero se deberá llevar a cabo una prueba piloto de, como mínimo, un año de duración.
Pero España ya tuvo su propia cobaya del SDDR. Fue en 2013, en Cadaqués. Se eligió esta localidad catalana de unos 3.000 habitantes –sin contar con las segundas residencias– por sus características geográficas. Situada en una península, la población se encuentra relativamente aislada de otros municipios que puedan inferir en los resultados del experimento. Así, durante cuatro meses la tierra de Dalí recolectó residuos de envases a través de sistemas automáticos —máquinas expendedoras invertidas— colocadas en dos grandes superficies y, vía manual, en ocho pequeños comercios. Las máquinas leían el código de barras del envase e imprimían un ticket con el que el consumidor podía recuperar su depósito, los 10 céntimos que había abonado en el momento de compra del producto.
Aunque en la prueba el sistema excluía el vidrio, el modelo que se propone ahora desde organizaciones como Retorna o Rezero (ambas oenegés que participaron en el experimento) incluye también este material. “Los resultados demostraron que el SDDR es viable a nivel técnico y a nivel social”, señala Joan Figueras, que por aquel entonces era alcalde en Cadaqués. “El promedio de retorno estuvo en torno al 73%, pero los últimos días llegó al 92%. Los niños estaban como locos por conseguir envases. De casa al colegio los iban recogiendo. Y los turistas lo interiorizaron enseguida. Cuando el piloto terminó me paraban por la calle para preguntar por qué no habíamos continuado con el sistema”, rememora.
Ahora, mientras Catalunya trabaja en su próxima Ley de Residuos, la organización Rezero está colaborando con el Ayuntamiento de Barcelona para instalar SDDR en uno de los distritos de la ciudad condal. Para el modelo, que aún está en fase de diseño y sobre el cual no puede avanzar gran cosa, Rezero sugiere la logística inversa, precisa Rosa García, directora de esta organización. Esto quiere decir que los distribuidores, de la misma forma que llevan el producto a las tiendas o supermercados, recogerían los envases ya vacíos, devueltos por los consumidores y almacenados por los gerentes de los comercios, sin necesidad de atender a los materiales. Así funciona, por ejemplo, la recogida de embalaje de cartón en los establecimientos. Y así se hace en Finlandia, donde los distribuidores han modificado incluso las rutas para pasar por los centros de almacenaje o rellenado de envases, asegura. “Nos fijamos en Escandinavia, pero la idea es que el modelo se adapte a las características del territorio”, agrega.
Los países nórdicos fueron, como en casi todo lo que respecta a la protección ambiental, los pioneros en introducir este sistema para recolectar los residuos de envases y mejorar sus tasas de reciclado. El primer sistema de depósito se instaló en Suecia. Pero el modelo sueco solo recolecta latas y botellas, por lo que en Rezero prefieren inspirarse en Finlandia, que gestiona también botellas de vidrio. Corre a cargo de Suomen Palautuspakkaus Oy (PALPA) –una entidad sin ánimo de lucro compuesta a medias entre la industria de bebidas y el sector del comercio minorista finés –desde 1996. Ese primer año recogían el 59% de las latas puestas en el mercado, cifra que aumentó al 79% en el segundo, según consta en los informes de PALPA. En 2009, estaban en el 90% de retorno de latas, y en la misma cifra de botellas de plástico.
El retorno del vidrio se mantiene desde el principio en cifras superiores al 80%, y las botellas de vidrio reutilizables, que van a parar a sistemas de rellenado, tienen un índice de retorno del 98%. El depósito que se paga allí va desde los diez céntimos por las botellas de vidrio o de plástico pequeñas hasta los 40 céntimos (para las botellas de plástico de más de 1 litro) pasando por 15 céntimos por cada lata. Cuando los consumidores retornan sus envases a las máquinas expendedoras invertidas o manualmente en los comercios, estos los devuelven a los distribuidores.
Otro ejemplo europeo en el que se fijan las organizaciones españolas es el de Estonia. “Aquí, cuando compras una botella de agua o un refresco, la etiqueta del producto te muestra el precio y, en paralelo, el depósito, que son diez céntimos independientemente del material del envase. Se indica por separado para aclarar que el depósito no es un componente del precio, que no es un sobrecoste”, precisa Rauno Raal, presidente de Eesti Pandipakend, el operador del SDDR estonio. Este modelo de recolección de envases arrancó en el país báltico en 2005 y hoy su índice de retorno está entre un 80% y un 98% sobre el total de envases comercializados. ¿Y cómo se aseguran de que los establecimientos devuelvan los envases y de que no los tiren al contenedor, mezclados con otros residuos? Tanto supermercados como pequeñas tiendas también asumen un depósito por cada producto envasado que adquieren.
Este dinero lo podrán recuperar devolviendo los envases reutilizables a los sistemas de rellenado de las empresas productoras o, si no son ya útiles, a Eesti Pandipakend, el operador, que previamente habría recibido el depósito que pagan las empresas productoras por cada envase que ponen en el mercado (y que solo recuperan cuando los envases son reutilizables).
En 2016, Eesti Pandipakend asesoró a Lituania, el último país europeo en incorporar el SDDR, y ahora está ayudando a las entidades españolas que quieren construir este sistema aquí. “Los resultados llegan muy rápido, ya que hay un incentivo monetario para el consumidor. En Lituania ni siquiera había pasado un año entero y la tasa de retorno ya estaba en alrededor del 70%. El segundo año, subió al 90%”, destaca Raal. En España, advierte, quizá los tiempos sean otros. “Al ser un país mucho más grande, probablemente llevará más tiempo y esfuerzo en la preparación– tanto técnica como legislativa–, pero al final funcionará porque la lógica es la misma. Creemos que somos suficientemente ecológicos cuando en verdad nuestro comportamiento como consumidores no es tan verde. Para los envases de bebidas, lo único que puede tener resultados rápidos es el SDDR. Los contenedores de colores está demostrado que no funcionan para ello”, asevera.
Los defensores de este modelo recalcan que la calidad del material que se recupera es mucho mejor con el SDDR. En su jerga, se trata de upcycling y no downcycling. “El reciclado en España es un reciclado degradado, porque no puedes hacer nuevos envases a partir de los viejos”, afirma Miquel Roset, portavoz de Retorna, la organización catalana que lleva reclamando el SDDR desde hace diez años.
También desde Recircula inciden en esta cuestión: “Se recupera muy poco material, y el que se recupera se conoce como infrareciclaje. Sirve para hacer algunos tipos de bandejas que no están en contacto con alimentos”, asegura su presidente, Eusebio Martínez de la Casa. “Hacer una botella a partir de una botella es imposible con el sistema actual”, mantiene.
El argumento es que, incluso cuando se separan adecuadamente los envases de bebidas en los cubos, allí se mezclan con otros tipos de envases, que en muchas ocasiones se tiran con restos de comida. Todo ello, arguyen, termina arruinando la posibilidad de convertir este residuo en un recurso valioso. “Sin embargo, cuando se introducen en las máquinas de SDDR o se devuelven a los comerciantes, van limpios y esa separación favorece, sobre todo, la reutilización y, cuando ya no sirven, el reciclaje”, explica Ioana Popescu, coordinadora de proyectos en la Organización Ciudadana Europea y Medioambiental de Estandarización (ECOS, por sus siglas en inglés).
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