Los ecosistemas de muchas especies protegidas son variables y se espera que el cambio climático produzca alteraciones que todavía no podemos prever. Por eso un grupo de científicos defiende que la ONU debe empezar a considerar áreas marinas protegidas móviles, que se adapten a los movimientos de los animales en un tiempo y un territorio mucho más precisos.
Su advertencia, que acaban de publicar en la revista Science, surge ahora porque los líderes mundiales ultimarán en los próximos meses el primer tratado internacional para proteger los ecosistemas y la biodiversidad en alta mar. La llamada 'Constitución de los océanos', la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, no había sido modificada desde que se firmó en 1982, pero se espera que el nuevo consenso se cierre en 2020. Para los científicos, incluir métodos dinámicos que se adapten a la variabilidad de los sistemas resulta fundamental.
“Los animales no están en un solo lugar. Muchos de ellos usan grandes zonas del océano que se desplazan en el espacio y el tiempo”, explicó la científica principal del estudio, Saran Maxwell, en un comunicado. “Con el cambio climático, si establecemos límites fijos que no varían, hay muchas posibilidades de que los animales que intentamos proteger se hayan ido de esos lugares”.
Maxwell asegura que, sin embargo, las negociaciones no están teniendo en cuenta las herramientas de control dinámico. En la actualidad, los métodos de protección flexibles apenas se utilizan en alta mar y, cuando se hace, son acciones de países individuales con el fin de gestionar la pesca, como en el caso de Australia, que excluye ciertas zonas con previsiones casi en tiempo real para no exceder sus cuotas de atún rojo del sur.
Pero adaptarse a los movimientos de las poblaciones no solo es necesario sino cada vez más posible. La tecnología de seguimiento de animales, las imágenes satélites, las bases de datos y la comunicación han mejorado tanto en los últimos 20 años que la mayoría de las limitaciones que se habían detectado en el pasado, según el estudio, se han superado.
Hoy en día, el grupo de científicos reconoce que ya hay varios sectores donde se podrían usar: para cambiar las rutas de los barcos a corto plazo según la distribución de las ballenas, para establecer limitaciones en zonas clave de búsqueda de alimentos para especies sensibles o para fijar restricciones intermitentes de ciertas herramientas de pesca y evitar capturas involuntarias.
La idea es ajustarse al comportamiento móvil de las especies para mejorar su protección. Por ejemplo, para proteger a las tortugas boba y las tortugas laúd, los pescadores del norte de Hawai pueden consultar el mapa que TurtleWatch elabora todas las semanas con la temperatura del mar. Los satélites detectan las áreas más idóneas para estas especies, por lo que pueden tenerlo en cuenta al arrojar sus redes de palangre y minimizar el riesgo de capturar de forma involuntaria alguno de estos animales en peligro de extinción.
No obstante, como afirman los autores, los métodos más tradicionales como las áreas marinas protegidas estáticas, con unos límites definidos, también siguen siendo imprescindibles.
“Las nuevas tecnologías hacen posible una posición dinámica para conservar los océanos a la vez que el cambio climático lo hace necesario”, explicó Maxwell. Se trata de que ahora lo empiece a usar la comunidad internacional.
Esta sección en eldiario.es está realizada por Ballena Blanca. Puedes ver más sobre este proyecto periodístico aquí.aquí