Desde que el lunes 23 de marzo Reino Unido decretara el confinamiento, los británicos ya se han encargado de ocupar su tiempo extra. Algunos han aprovechado estos días de encierro para contribuir en lo que pueden a aliviar la crisis del coronavirus; pero también está prosperando otro tipo de actividades colectivas: las de ciencia ciudadana por el clima. Antes incluso de que comenzara la cuarentena obligatoria en el país, el proyecto Rainfall Rescue animó a los ciudadanos a convertirse en científicos espontáneos ayudando a digitalizar los registros históricos sobre precipitaciones en diferentes localidades de Reino Unido.
La respuesta fue abrumadora. En solo dos días y medio ya se habían sumado 10.532 voluntarios —muchos de ellos sin ningún tipo de formación científica— que transformaron 1.335.428 medidas manuscritas registradas en las décadas de 1940 y 1950, según lo anunciaba en twitter Ed Hawkins, el científico al frente de la iniciativa. “Estimamos que se han escaneado cuatro millones de registros de lluvia mensuales tomados en todo el Reino Unido entre 1750 y 1960, pero siguen sin estar digitalizados. Esto va a ser un reto”, señaló Hawkins el 18 de febrero.
De momento, la idea del promotor de Rainfall Rescue es digitalizar los datos manuscritos recogidos entre 1820 y 1950, una tarea que, a este ritmo, calcula que puede llevar tan solo unas semanas. Los ya más de 13.000 participantes han completado el 25% del desafío. El objetivo es “rescatar” datos del pasado para que los científicos del clima puedan prevenir incidentes climáticos futuros —tanto inundaciones como sequías—, explican desde el Centro Nacional de Ciencia Atmosférica en la web del proyecto.
Stuart Norton es uno de esos miles de voluntarios. Este criminólogo, que como la mayoría de gente está trabajando desde su casa en estos momentos, se sorprendió a sí mismo involucrado en esta empresa común. “Es una forma en la que nunca me imaginé que pasaría una tarde, y también una muy catártica”, compartía en Twitter.
El británico explica que decidió participar en el proyecto tras leer sobre ello en la prensa. “Es verdad que la cuarentena ayudó al proceso, pues paso más tiempo en Internet, pero la razón principal fue la de formar parte del proyecto y sentir que estoy ayudando, aunque sea con algo bastante pequeño, a un esfuerzo colectivo de resultados sorprendentes”.
Norton aprovecha tiempos muertos para transcribir los datos. “Puedes hacer tantos como quieras, solo se tarda unos minutos en transcribir un registro”, explica, y agrega que “podría ser más rápido, pero vale la pena prestar atención a los detalles ya que los datos deben ser transcritos con precisión”.
También aclara que no se necesita ninguna base científica, solo la capacidad de descifrar varios estilos de caligrafía. Basta con entrar en la web del proyecto y elegir el año sobre el que se desea trabajar. Al hacer click, el usuario tiene acceso inmediato al manuscrito. Aunque el proceso es bastante intuitivo, antes de comenzar un breve tutorial responde a posibles dudas, como qué hacer si hay un hueco en blanco o cómo transcribir una cifra si consta solo de números decimales.
Para Norton, esta tarea tan mecánica se ha hecho “catártica” para él porque también para aportar esperanza en medio de la “tragedia mundial” a la que estamos asistiendo: “Estos datos pueden ayudar a prevenir inundaciones en el futuro y creo que una consecuencia no intencionada de la pandemia es que más gente se dará cuenta de la necesidad de mantener la calidad del aire o de conservar la biodiversidad. Creo que existía el temor de que el mundo olvidara los problemas ambientales y los avances logrados en los últimos años, pero yo creo que lo mejorará”.
Los datos recabados ya están sirviendo para contrastar las diferencias de precipitaciones a lo largo de las décadas, y conocer así si hubo algún año o mes especialmente seco —como abril de 1938, por ejemplo— y con qué frecuencia se daban las inundaciones.
No es el primer proyecto de ciencia ciudadana relacionado con el clima que lidera Hawkins, y tampoco el último. Este investigador, mundialmente conocido por, entre otros éxitos, desarrollar un modelo de visualización de la variación de la temperatura media global desde 1850 hasta 2018 que ha dado lugar a una campaña de sensibilización de alcance mundial (Show your stripes), está ahora impulsando un nuevo reto: digitalizar los registros manuscritos de temperaturas extremas y presión atmosférica en Reino Unido para el Observatorio de Eskdalemuir.
En las bases de datos de este observatorio hay una brecha de 40 años, datos que aún no son electrónicos y que podrían aportar información sobre episodios del clima extremo en el país. De momento, han pedido a aquellos ciudadanos “aislados y aburridos en sus casas” que les ayuden a digitalizar los registros diarios entre 1910 y 1914.
Según recoge la BBC, a Hawkins se le pregunta a menudo por qué no emplea un software de reconocimiento óptico (OCR) de caracteres. Él responde que estos programas no pueden lograr la precisión de los humanos. “Estos datos numéricos tabulados son un desafío particular, y nadie con quien hayamos hablado todavía —y han sido algunas compañías bastante grandes, como IBM y Google— lo ha podido resolver”, señaló a la cadena británica. Sin embargo, arguye que entre los humanos hay más de un 99% de precisión. “Estoy seguro de que el OCR mejorará, pero ahora mismo no puede igualar lo que hacen nuestros voluntarios”.
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