La mayor central de carbón de Reino Unido se pasó a la biomasa: lecciones británicas a la central gallega de As Pontes
El condado de Yorkshire en el Reino Unido y la provincia de A Coruña tienen en común algo más que sus vacas y sus prados verdes. Las dos regiones albergan la mayor central térmica de sus respectivos países y las dos se enfrentan a la necesidad de abandonar el carbón. En el caso de la central de As Pontes en Galicia, el proceso se realiza estos días, con negociaciones y angustia por parte de los trabajadores y las familias. La transformación de Drax, el nombre de la gran central de Inglaterra, se ha efectuado gradualmente desde 2012 y ofrece algunas pistas sobre las repercusiones que supondría elegir un modelo similar.
Drax se ha convertido en una de las mayores centrales de biomasa del mundo. En vez de quemar carbón, cuatro de sus unidades se alimentan de pellets de madera para producir hasta el 6% de la electricidad del Reino Unido. Los trabajadores de As Pontes han propuesto esta semana una transformación similar a la de Drax para que la industria siga funcionando y conservar sus empleos. La tecnología de ambas centrales es muy parecida —las dos son plantas de combustible pulverizado— y podrían quemar el mismo tipo de residuos. Pero, como muestra el ejemplo de la central británica, el cambio tendría efectos en el medio ambiente y sus costes, como sugieren Endesa y la propia Xunta de Galicia, resultarían elevados.
La central de Drax recibe en subsidios una media de 2,16 millones de libras al día (unos 2,5 millones de euros) y ha decidido convertir sus últimas plantas, tras el anuncio del gobierno a que no dará nuevas ayudas a la biomasa, para el uso de gas. Drax no nos ha confirmado por qué ha decidido este cambio, pero según la organización activista Biofuelwatch, sin ayuda financiera la central británica no puede adaptar el resto de sus unidades para quemar biomasa por lo caro que resulta el proceso: unos 800 millones de libras hasta el momento. “La planta no podría sustentarse sin los grandes subsidios que recibe”, explica una de las fundadoras de esta organización, Almuth Ernsting, “si se invierte ese dinero en energía solar o eólica, o en infraestructuras de otro tipo, se podrían crear muchos más empleos”.
En lo que respecta al medio ambiente, Drax también tiene un impacto significativo. Para funcionar, la central necesita 7 millones de toneladas de madera al año (una cantidad de madera superior a la que se extrae en toda Gran Bretaña) que se importa de otros países, sobre todo de bosques del sureste de Estados Unidos, los estados Bálticos y Canadá. Una investigación de la BBC y otra del canal de televisión Channel 4 revelaron hace unos años que para cubrir esta gran demanda la compañía no solo exporta pellets de madera provenientes de residuos o material de desecho sino también de bosques vírgenes que se talan para este fin. Biofuelwatch asegura que, con la tecnología que posee, los pellets más efectivos para Drax pertenecen a árboles de crecimiento lento y, añaden, nunca a eucaliptus, un dato que tiene gran relevancia en el contexto de Galicia.
William Moomaw, profesor emérito de la Univerisdad de Tufts y experto líder en cinco ocasiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, señala también otro problema para convertir una central como As Pontes en una central de biomasa. “Los datos científicos demuestran que, para producir la misma cantidad de electricidad, quemar madera produce más CO₂ que quemar carbón”, nos dice por correo electrónico desde Estados Unidos. “Además, se necesitan muchas décadas para que los nuevos árboles puedan capturar la cantidad de gases que se emite al quemarlos”.
En la búsqueda de energías renovables, la Unión Europea ha decidido no contabilizar las emisiones que se producen con la biomasa siguiendo el principio de que el CO₂ que se libera en la atmósfera se volverá a capturar con el crecimiento de nuevos árboles. Pero en el cálculo se dejan fuera algunos aspectos. La pérdida de estos bosques no solo añade CO₂ a la atmósfera sino que perjudica a las comunidades locales a través de la contaminación que producen los pellets de madera y las inundaciones que provoca la deforestación. “Si Europa piensa que quemar bosques es tan buena idea, quizá debería explotar sus recursos escasos en vez de destruir los de otros países”, añade irritado Moomaw.
Según las cuentas de Biofuelwatch, As Pontes necesitaría 5,3 millones de toneladas de pellets al año para poder funcionar con la capacidad de Drax. “Eso son muchas toneladas”, insiste Ernsting. “Tendría que exportar gran parte de su madera y provocaría nuevos problemas al aumentar las partículas de polvo y los compuestos volátiles orgánicos en el aire”. Además, podría potenciar la creación de grandes extensiones de bosques de monocultivos como ocurre en la mayoría de los bosques que se talan en el sur de Estados Unidos.
En los últimos años, Drax ha anunciado dos proyectos de captura de emisiones de la atmósfera para convertirse en una central de emisiones negativas pero todavía no ha obtenido grandes resultados. El primero de ellos, en 2015, lo canceló al considerarlo inviable cuando el gobierno redujo sus subsidios a las energías renovables. El segundo, puesto en marcha este año, ha empezado como una iniciativa piloto y aún sigue en fase experimental.
Para William Moomaw, el cierre de As Pontes debería afrontarse con mayor inversión en energía solar y eólica, incluida la offshore o marina, y con el almacenamiento en bateríasoffshore. “Si hay que quemar algo”, dice más práctico, “que al menos sea el metano de las estaciones depuradoras de aguas, las plantas de residuos, o la agricultura”. Pero esto no sería suficiente para solucionar el cambio climático. El científico defiende desde hace años que son los bosques maduros los que absorben más CO₂ y que por tanto lo mejor que podríamos hacer sería financiar a sus propietarios para que los dejen crecer. Y al final, insiste, reducir el consumo de la electricidad sería lo primero para buscar una medida global.
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