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La tercera ola ya está aquí y necesitamos medidas más contundentes

3 de enero de 2021 21:58 h

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A diferencia de lo ocurrido durante la primera ola, en la que logramos abatir la curva hasta niveles de incidencia muy reducidos, la segunda no ha podido ser vencida de la misma manera.

La situación epidemiológica en el país se ha estancado e incluso en algunas Comunidades Autónomas va en franco ascenso. Ello se ha debido a la excesiva laxitud de las medidas restrictivas durante el largo periodo en torno a las Navidades y a las falsas seguridades y sus consiguientes conductas irresponsables y peligrosas. 

Todo ello ha hecho que entremos, en medio de la temporada invernal, en una tercera ola que tiene visos de azotarnos con fuerza y de volver a aumentar la presión asistencial. Y esto sucede justo en el momento en el que nos disponemos a comenzar la ardua tarea de vacunar a cerca de 35 millones de personas en todo el territorio nacional para conseguir el objetivo de alcanzar la inmunidad de grupo.

Ante esta situación, las autoridades sanitarias del estado y las Comunidades Autónomas tienen la responsabilidad de actuar sin dilación, de manera más unificada y contundente, y en plena coordinación y convergencia.

Es importante remontarnos al inicio de diciembre para visualizar el impacto del incremento de las interacciones gregarias que comenzaron desde el frenesí del Black Friday y el inicio de las iluminaciones navideñas, que se ha prolongado hasta ahora y que, lamentablemente, no tiene visos de terminar antes del día de Reyes. 

Sabemos que hay un decalaje de alrededor de dos semanas para ver el impacto expresado en términos de incidencia y un poco más para ver el efecto en la presión asistencial y en el número de fallecimientos. Por tanto y por desgracia, probablemente la situación irá a peor en los próximos días y alcanzará cifras muy preocupantes durante un tiempo a partir de la segunda mitad del mes de enero.

De hecho, desde el pasado 9 de diciembre los datos de la pandemia han ido empeorando de forma sostenida en España. Ese día la incidencia acumulada durante los 14 días anteriores fue de 193 casos por cien mil habitantes mientras que, si vemos la última cifra disponible hace ya 4 días, correspondiente al 31 de diciembre, la incidencia se ha situado ya en 279,5 casos por cien mil habitantes. Por su parte, la presión hospitalaria apenas ha bajado desde entonces: la ocupación de las camas hospitalarias por pacientes con Covid-19 ha pasado del 9,91 al 9,49 por ciento; y la ocupación de las camas de UCI solo ha disminuido ligeramente: del 22,93 al 21,22%.

Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad, el día 31 de diciembre había siete Comunidades Autónomas (Baleares, Extremadura, Madrid, Comunidad Valenciana, Cataluña, Castilla La Mancha y la Rioja) que superaban los 250 casos por cien mil habitantes, el nivel de alerta máxima de incidencia, estando dos de ellas (Baleares y Extremadura) por encima de los 500 casos. La incidencia en mayores de 65 años también ha crecido de manera preocupante y se mantiene en niveles altos o extremos en prácticamente todo el territorio español. Y en cinco Comunidades (Cataluña, Baleares, Castilla La Mancha, Castilla León y Madrid) el porcentaje de ocupación de las UCI por pacientes con Covid-19 supera el 25%.

Además, desde el 9 al 31 de diciembre el porcentaje de positividad de las pruebas diagnósticas subió del 7,26 al 12,37% lo que muestra con claridad que se ha intensificado la transmisión comunitaria y que el grado de interacción gregaria alcanzado ha elevado de manera muy preocupante los niveles de contagio entre la población por las interacciones grupales, sean de familiares y amigos o por las aglomeraciones en espacios públicos.

Durante este periodo el número de fallecimientos se acerca a los 3.000 y se ha mantenido constante, por encima de los 130 en promedio diario, siendo casi la mitad de ellos personas que vivían habitualmente en residencias, las cuales se han convertido de nuevo, como ya lo fueron durante la primera ola, en uno de los ámbitos más golpeados por la pandemia. 

A pesar de la incomprensible ausencia de datos agregados y actualizados para el conjunto del país durante los fines de semana o en periodos festivos como los de estos días de Navidad, la situación descrita y la actualización de información de algunas Comunidades Autónomas conocida, nos muestra claramente que estamos inmersos en la tercera ola de la pandemia cuya intensidad y duración están aún por verse en las próximas semanas cuando se pueda comprobar el impacto de la mayor movilidad e interacción de las fechas navideñas.

Ante este escenario, varias Comunidades Autónomas han ido modificando las medidas de restricción de aforos, limitación de actividades comerciales y de restricción de movilidad con vistas a las festividades navideñas y de final del año, aunque siempre dentro de los estrechos márgenes que les permite el estado de alarma vigente, aprobado el pasado 25 de octubre. Estas modificaciones se han producido de forma descoordinada y no fácilmente comprensible por la ciudadanía que, en numerosas ocasiones, ha tenido dificultades para comprender su alcance y su significado. Se ha echado en falta contar con un planteamiento común para toda España, sin perjuicio de que la Comunidades, en función de sus respectivas situaciones epidemiológicas, pudieran en su caso, ser más exigentes aun que lo acordado para todo el territorio nacional.

El Consejo Interterritorial, que se ha reunido varias veces durante el mes de diciembre para valorar la situación epidemiológica y debatir sobre la estrategia de vacunación, ha asistido impasible al incremento de los contagios y ha aceptado como una fatalidad irrevocable o como un daño colateral el enorme número de fallecimientos acontecidos durante la segunda ola, posponiendo una y otra vez la toma de cualquier decisión común que diera más contundencia a las actuaciones que requieren las circunstancias epidemiológicas a las que asistimos desde hace semanas.  

Llegados a este punto parece evidente que el Plan para la Navidad diseñado en su día para frenar la curva y abatir los contagios hasta niveles similares a los de primeros de junio, no ha logrado sus objetivos. 

Mucha atención a la variante británica

Enero se presenta, pues, como un mes muy complicado. Sobre todo, porque a la desfavorable evolución de los datos mencionada más arriba hay que añadir las incertidumbres generadas por la detección hasta ahora de, al menos, dos docenas de casos de la nueva y más contagiosa variante inglesa del coronavirus en diversas Comunidades Autónomas. En nuestra anterior tribuna del 22 de diciembre pasado, ya aludimos a la necesidad de actuar con más firmeza y mayor anticipación ante este fenómeno, redoblando las restricciones de viajes procedentes del Reino Unido, fortaleciendo la vigilancia epidemiológica y la vigilancia genética de las variantes virales y llevando a cabo rastreos retrospectivos exhaustivos e, incluso, adoptando nuevas restricciones.

Esto sigue siendo necesario porque no basta únicamente con contabilizar los casos atribuibles a la nueva variante. Hay que poner un dique a su expansión para que no se incremente el ritmo de contagios y crezca rápidamente la incidencia y con ello la presión asistencial. De hecho, aun con retraso, Andalucía ha decidido, el pasado 2 de enero, el cierre perimetral de ocho municipios del Campo de Gibraltar ante el incremento relevante de la incidencia y su eventual relación con la variante inglesa. Las autoridades de Gibraltar han decidido el confinamiento total de la población del Peñón ante la enorme incidencia actual que también, podría estar relacionada con una amplia circulación de dicha variante. Otras Comunidades Autónomas y el propio Consejo Interterritorial deberán estar muy alertas ante esta cuestión. En Asturias, por ejemplo, la posible relación de esta variante con el brote que ha afectado a jugadores y empleados del Sporting de Gijón es un asunto a tener en cuenta. Todo esto, mirando además la situación del Reino Unido, justifica una actitud más proactiva.

La importancia de aplicar eficazmente el plan de vacunación

Enero va a contemplar el comienzo de una etapa de intensa actividad vacunadora que durará varios meses y que será una carrera de largo aliento, con un esfuerzo que, en lo fundamental, recaerá en los profesionales de atención primaria algunos de cuyos portavoces ya han manifestado la dificultad de cumplir con los exigentes planes de vacunación diseñados contando solamente con los recursos humanos y organizacionales disponibles en este momento. 

Por ello, resulta imperioso reforzar la atención primaria mediante nuevas contrataciones, reasignación de efectivos, incentivos específicos para incorporar voluntariamente a profesionales de otras áreas asistenciales a la campaña de vacunación, así como asegurar el adecuado funcionamiento de los dispositivos de control gerencial y clínico del proceso, entre otras posibles medidas a aplicar por las Comunidades. No olvidemos que para vacunar a 35 millones de personas en España de aquí al final del verano necesitamos sostener un ritmo medio de vacunación de unos 5 millones de personas al mes.

Por otra parte, también es posible que, dada la magnitud del proceso a nivel mundial, el ritmo de producción y de suministro de las vacunas no sea tan rápido como estaba anunciado o sufra incidencias ajenas a la gestión de las autoridades sanitarias de los gobiernos e incluso a la voluntad de las empresas suministradoras. Ello supondría una ralentización de la campaña de vacunación que puede alargar el plazo de tiempo hasta ahora previsto para lograr una cobertura suficiente para alcanzar la inmunidad de grupo. 

Es probable que la vacunación del primer grupo prioritario (las personas que viven en residencias, el personal que les atiende y los grandes dependientes) suponga una disminución drástica de la mortalidad, lo cual constituirá, sin duda, una muy buena noticia. Sin embargo, ello no significará que la pandemia haya sido vencida. Quedarán aún meses difíciles por delante. Cualquier relajación o falsa sensación de seguridad exclusivamente basada en los progresos de la campaña de vacunación puede ser muy peligrosa.

Necesidad de un replanteamiento de la estrategia 

Por todas estas razones, pensamos que estamos ante una nueva y difícil etapa en el proceso de gestión de la pandemia que podría beneficiarse de un replanteamiento global de la estrategia para hacer frente al SARS-COV-2 durante el primer trimestre del año. Se requiere un giro de timón. Hay que tomar en cuenta la compleja situación epidemiológica que enfrentamos y hacer frente a la tercera ola con criterios de mayor contundencia, coordinación y anticipación. Francia, por ejemplo, ha tomado la decisión de hacerlo y ha endurecido las restricciones, los horarios de los toques de queda y la movilidad.

Ante la necesidad de impulsar medidas más restrictivas de cara a un empeoramiento de la situación epidemiológica no deberían descartarse de antemano eventuales modificaciones legales y normativas para ampliar las restricciones de movilidad y permitir que las Comunidades Autónomas puedan poner en marcha los confinamientos domiciliarios limitados y selectivos necesarios según el “semáforo” aprobado en su día por el Consejo Interterritorial cuando éste se sitúa por encima del nivel de alerta máxima. El actual estado de alarma no le autoriza como se ha comprobado, incluso, cuando algunas han manifestado su voluntad de hacerlo.

Además, habrá que afrontar con el mayor éxito posible la estrategia de vacunación en toda España y esto también requiere la mayor coordinación posible en un marco de cogobernanza propiciado en el Consejo Interterritorial. No podemos permitirnos que el efecto de la tercera ola sea ni mínimamente parecido a los daños hasta ahora sufridos en materia de morbilidad y mortalidad. Se puede y se debe evitar una situación de esa naturaleza.

Para ello, el Consejo Interterritorial no puede limitarse solamente a dar fe del número de casos en aumento, a constatar que hay una presión asistencial que irá in crescendo y a testimoniar un numero incrementado de fallecimientos que alcanza proporciones trágicas. Tendrá que actuar de manera unificada y anticipatoria, cerrar filas y mojarse por encima de intereses particulares, partidarios o electorales. Tendrá que hacer prevalecer una lógica de salud pública y emitir un mensaje univoco para la ciudadanía. Nos va mucho en ello y no tenemos tiempo que perder. 

A diferencia de lo ocurrido durante la primera ola, en la que logramos abatir la curva hasta niveles de incidencia muy reducidos, la segunda no ha podido ser vencida de la misma manera.

La situación epidemiológica en el país se ha estancado e incluso en algunas Comunidades Autónomas va en franco ascenso. Ello se ha debido a la excesiva laxitud de las medidas restrictivas durante el largo periodo en torno a las Navidades y a las falsas seguridades y sus consiguientes conductas irresponsables y peligrosas.