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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Una pesadilla de verano: animales perdidos en los aeropuertos

Piny con su familia: Gastón, Virginia y el perro Totón. La perra estuvo diez días perdida por Barajas tras lograr escapar del transportín en el que viajaba.

Laura L. Ruiz

  • AENA señala como responsables a los servicios de handling de las compañías y asegura colaborar en estos casos, pero son las personas voluntarias quienes han destinado todos sus recursos y no han descansado hasta encontrar a Piny

Cuando viajamos con animales de familia (denominados domésticos) nos encontramos con mucha información referente a los requisitos que los viajeros deben cumplir (documentación, tipo de transporte, tarifas) pero muy poco de qué ocurrirá si hay un accidente y el animal huye o resulta herido. Por un lado está la responsabilidad de la compañía en el caso de fallecimiento de animal (como ya contamos en este blog) y por otro lado, qué ocurre cuando el animal escapa en zonas restringidas como los aeropuertos. Caso tras caso, el foco se sigue poniendo en la falta de protocolos y en las dificultades que los familiares o las protectoras tienen para buscar a estos perros o gatos dentro de los recintos. Esto es lo que en su momento denunciaron las familia de Sole, Doko o Itchi, y que ahora denuncia la familia de Piny, la perra a la que tardaron 10 días en encontrar tras escapar de los operarios de Iberia el pasado 25 de julio.

“La familia al completo, junto a mi marido que es argentino, decidimos venirnos a España a vivir y la compañía en la que confiamos para ello fue Iberia”, así comienza su relato Virgina, la sevillana que se lanzó a las redes sociales para pedir ayuda junto a su pareja, Gastón. Su pesadilla comenzó el pasado miércoles 25, cuando al desembarcar y preguntar dónde está su perra Piny le dicen que tardará, ya que se prioriza bajar primero las maletas y luego, los animales. “Algo completamente incomprensible, porque son seres vivos”, explica. De repente, tras una larga espera, ve correr a su perra tras unos cristales. “Salí corriendo, empujando el cochecito de mi hijo más la maleta de mano y un bolso enorme que llevaba, pero cuando llegué no podía salir porque era una puerta que solo se abría para la gente que entraba”. Tras minutos de carreras y gritos, algunos pasajeros le confirman que han visto pasar a una perra negra. Superando las barreras de seguridad y gracias a una trabajadora del aeropuerto, Virginia logra llegar hasta donde está Piny, pero la perra está tan aterrada que echa a correr, salta la barrera y se escapa por una carretera secundaria. Es la última vez que Virginia y su hijo de dos años ven a Piny.

Los días siguientes no fueron mejores. “Cuando llego a Sevilla llamo a Iberia para ver si sabían algo y me dicen que me quede tranquila, que han activado el protocolo”, comenta a El Caballo de Nietzsche, “pero era mentira, principalmente porque no existe ningún protocolo por si pierden a una mascota”. Ana, voluntaria en la búsqueda de Piny, confirma este extremo. “Hay un protocolo de control de fauna en la zona aérea pero está pensado para la seguridad, no para casos como este”. Tras enterarse de la noticia, ella y varios voluntarios de las protectoras Alba, Brigada Animal y otros grupos de rescate acudieron al aeropuerto al día siguiente para ayudar. “Cuando se perdió, nadie de Iberia llamó a ninguna protectora. Fuimos nosotros quienes nos pusimos en marcha para rescatarla”, explica, demandando que Iberia debería tener un listado de asociaciones a las que llamar en caso de huida de los animales, para así poder actuar con rapidez. Los voluntarios conocen muy bien el terreno y se mueven por donde pueden (aparcamientos, carreteras, accesos), a la vez que se comunican con todo el personal del aeropuerto y le advierten de que están buscando a un animal. “Fuimos el jueves y nadie sabía nada”.

Ana y sus compañeros son ya veteranos en el rescate de animales en Barajas. De hecho, ayudaron para que el caso de Doko también tuviera un final feliz. El perro y su familia tomaban un vuelo para regresar a Chile cuando antes de salir les avisaron de que Doko se había escapado y estaba deambulando por las pistas de despegue de Barajas. Fue su familia quien tuvo que llamar a protectoras y pedir ayuda para que arrancara el dispositivo de búsqueda. Pasaron seis días hasta que alguien vio a Doko en una carretera fuera del recinto y, con mucha destreza, consiguieron rescatarlo. “Virginia y Gastón han tenido menos ayuda. La familia de Doko tuvo más respaldo de la compañía Lan con la que viajaban porque el perro se perdió en la zona aérea”, comenta Ana refiriéndose a la zona de despegue, donde se cargan las maletas y donde se encuentran los aviones, e insistiendo en la falta de un protocolo para cuando desaparece un animal. Sin este mecanismo de acción, los voluntarios no pueden llegar a esa zona, y ponen en duda la búsqueda por parte de la compañía.

Iberia asegura que el número de casos en los que se pierden animales en su transporte por avión es muy bajo, aunque entienden que “para el dueño esto no es consuelo”. Desde el servicio de prensa de la compañía explican a este blog que ponen “todas la medidas necesarias” para buscar a los animales, recurriendo a expertos y protectoras. AENA, por otro lado, explica que “en el caso de que un animal se pierda, AENA colabora en su búsqueda con el agente handling y con la compañía aérea”, aunque concreta que “la gestión del transporte del animal es responsabilidad de la compañía aérea”. En ambos casos, tanto en el de Piny como en el de Doko, la explicación que les dieron a las familias es que los transportines estaban mal cerrados o se habían roto fortuitamente en su manipulación, aunque la legislación establece que “en el aeropuerto se realiza la inspección de los animales y sus transportines en el filtro de seguridad, de forma que se adecúen a la normativa vigente en temas de seguridad, igual que se hace en la inspección de pasajeros para asegurar el cumplimiento del Plan Nacional de Seguridad (PNS)”. Por lo que si no son suficiente seguros y resistentes, o los cierres no funcionan correctamente, se rechaza el embarque de los mismos.

El trato que reciben los animales en su viaje vuelve a saltar con estos casos. Virginia denuncia que le devolvieron el transportín con los barrotes doblados. “Me gustaría que me explicaran cómo acabó así, si no sería por los golpes que recibió”. Otra de las quejas de la familia (además de la falta de comunicación personal por parte de la compañía, pues según Virginia no se pusieron en contacto con ella por iniciativa propia hasta el martes 31, cuando habían pasado ya seis días de la desaparición de Piny) es que la compañía y su servicio de handling (responsable del animal) no han ayudado con los gastos de su búsqueda. “Nosotros nos hemos tenido que hacer cargo de los gastos para que mi marido viajará en dos ocasiones a Madrid”, comenta, y explica que Gastón se estuvo alojando en casa de una de las voluntarias que ayudó en el rescate.

Por suerte, la pesadilla acabó y, tras ciertos avistamientos de Piny, pudieron localizarla el pasado viernes y lograr ponerla a salvo. “Mi marido iba con el grupo de rescate y la vio él. Se acercó, la llamó y esperó. Cuando ella lo reconoció, se volvió como loca y fue hacia él”, explica Virginia con una alegría desbordada. La perra, que se encuentra bien, ha logrado sobrevivir sola en plena ola de calor y esquivar el peligro mortal que suponen las carreteras que rodean el aeropuerto de Barajas. Por eso, y por la pesadilla que ha pasado la familia, Virgina y Gastón anuncian que tomarán medidas legales.

Cuando la familia tiene que seguir viajando

Al ser los aeropuertos lugares de paso, las familias se encuentran muchas veces con la situación desesperada de no poder quedarse a buscar a su gato o su perro, por no poder costearse de nuevo el viaje, por tener que obtener un nuevo visado o por compromisos laborales ineludibles. Fue lo que ocurrió con Doko (una parte de la familia tuvo que regresar a Chile) o lo que pasó con la gata Sole. Ella y Silvia Pitarresi viajaban a Marraketch haciendo escala en el aeropuerto madrileño cuando el transportín de la gata se abrió y ella desapareció. La italiana tuvo la suerte de contar con el apoyo de la asociación Vidas de Gato, el de Arancha Sanz, abogada de SPAP, y el de otros animalistas madrileños, pero tardaron 50 días en encontrarla. En el caso de Itchi, que afortunadamente fue encontrado a los 25 días de su desaparición, las dos compañías involucradas -Iberia y la británica Monach- se reclaman el coste de la búsqueda. 

El gato Itchi desapareció el año pasado y hasta pasado un mes no pudo reunirse con su familia, Andrea y Vicky. Lo que debería haber sido un trámite más al llegar de Manchester a Barcelona se volvió una pesadilla, cuando media hora después de aterrizar en El Prat les comunicaron que el transportín de Itchi se había abierto y el gato había escapado de los operario de Iberia. A la desesperación por no saber dónde ni cómo estaría Itchi, se unían las dificultades que se planteaban en su búsqueda, ya que al ser un aeropuerto había muchas zonas restringidas a las que ni la familia ni los voluntarios podían acceder. Por eso, miles de personas se volcaron en las redes sociales y se recogieron más de 17.000 firmas para que AENA y las compañías aéreas implicadas permitieran que más personas ayudaran en la búsqueda de Itchi. Pese a las dificultades y la desesperación de pasar casi un mes sin pistas, el gato apareció. Un operario escuchó su maullido y pudo ser rescatado de las escaleras metálicas en las que se había refugiado. Como contó su veterinaria a ‘En el nombre del gato’, Itchi estaba muy delgado y no hubiera podido sobrevivir mucho más tiempo.

Más allá de los casos concretos -con final feliz, o no, ya que actualmente siguen perdidos muchos animales de familia, y otros tantos que han sido abandonados sobreviven gracias a los trabajadores de los aeropuertos-, lo que las protectoras y la ciudadanía reclama son mejoras y garantías en  las condiciones de transporte de los animales. Si cuando se pregunta a los pasajeros con animales si están tranquilos al viajar con estos en avión la respuesta del 70% es “me daría pavor”, está claro que las cosas tienen que cambiar y rápidamente.  y deje de ser la tremenda preocupación que actualmente representa para los viajeros.

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