Evolución, “influencers” y montañas
Vamos ya camino de 21 años desde que Campobase nació como empresa y medio de comunicación. Una idea romántica, expuesta en un bar, que tomó forma de manera súbita, y que aún me trasmite una sensación de cercanía como si apenas hiciese un día que tomamos aquella decisión...
Sin embargo, desde entonces, el mundo ha cambiado, y mucho. Es cierto que la “impermanencia”, ese precepto budista que marca la existencia de las cosas, es indudablemente inevitable. Evidentemente, la montaña no puede huir del paso del tiempo y los lugares comunes donde confluyen con la sociedad en la que se desarrollan. Y mucho menos Campobase.
Y hablamos de una sociedad cada vez más estúpida y desvalorizada, con cambios que nos han llevado a un momento donde, como dice un buen amigo: “no cabe un tonto más”. No por un problema de los avances tecnológicos, si no por la falta de valores de la sociedad donde se desarrolla, en los que prima lo que parece y no lo que es, entre otras cosas.
Una sociedad llena de pequeños ególatras y narcisistas que tienen su salida y escape en redes sociales de todo tipo, y que transforman en un altavoz para su mediocridad. Hoy en día, marcas y patrocinadores utilizan a alguno de ellos como punta de desembarco en la mente de usuarios y consumidores, independientemente de su valor real, que no suele ser mucho más que un montón de “seguidores”, con un criterio que no logro alcanzar a ver y que, de forma fascinante, idolatran a personas únicamente por su físico, su discurso vacío y lleno de tópicos, o por aquello que parece que son, pero que jamás fueron, obviando evidentemente el resto.
Entienda el lector que, en absoluto, estamos en contra de que la gente se gane la vida como desee o de los distintos vehículos publicitarios. Más que nada porque esto que usted lee es uno más de esos medios, y no soy de tirarme piedras sobre mi tejado. No obstante, algo que tengo seguro, y más después de casi 50 años dando vueltas por el planeta, es que la vida tiene que ser verdad. Divertida, aburrida, triste o alegre, pero de verdad. Éste es un concepto que parece estar pasado de moda. Como si de un valor medieval se tratara y que ha dejado de tener sentido para dar cabida a existencias inventadas con valores impostados, todos ellos supeditados a una foto atractiva con un mensaje profundo o a un artículo de un pseudo-gurú donde afirma lo que tienes qué hacer con tu vida cuando, curiosamente, dicho personaje no tiene organizado ni su armario para encontrar unos calzoncillos limpios.
Sorprendentemente esto ha llegado con fuerza a nuestro mundo, la montaña, el cual no deja de ser una maqueta a menor escala de lo que le rodea. Nos encontramos los mismos vendedores de humo, charlatanes e “idiotas” que fuera de él, y que, aunque siempre han existido, ahora puedo afirmar que son más abundantes y con un altavoz de mayor tamaño y alcance.
Todo el que me conoce sabe que jamás he sido de adorar personajes. De hecho, en 21 años puedo asegurar que he conocido a la gran mayoría de los mejores alpinistas y escaladores del mundo y, probablemente, de la historia, y le prometo estimado lector que más de uno y de dos eran y son unos verdaderos cretinos… Pero, independientemente de su personalidad, lo que hacen es de verdad. Sus escaladas, sus aventuras, sus actividades son reales, sin trampa, sin cartón, con lo bueno y lo malo de un ser humano con grandezas y miserias, que las hay, y muchas, pero eso me llevaría un libro y no es cuestión de aburrir.
Posiblemente, el lector se pregunte el por qué de esta pataleta ahora, y la verdad es que tiene un sentido casi de obituario hacia cuatro de nuestros colaboradores que han perdido la vida en estos meses de verano. Tipos con vidas reales, sin fotos bucólicas, sin “mensajitos” motivadores y sin toda esa basura que nos rodea. Viviendo sin trampa, sin truco, sin escaparate, solo ellos con su verdad. Va por vosotros:
- Archil Badriashvili (georgiano, ganador de un Piolet d’Or).
- Tomas Franchini (italiano, nominado varias veces al Piolet d’Or).
- Kazuya Hiraide y (japonés, tres veces galardonado con el Piolet d’Or).
- Kenro Nakajima (japonés, dos veces ganador del Piolet d’Or).
Buen viaje...
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