El CD Tenerife se encerró hace 39 años

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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Encierro en el vestuario, nota de los jugadores exigiendo la marcha del presidente José López Gómez, promesas verbales por parte de los directivos sin que el presidente diera la cara, nueva exigencia de dimisión por parte de la plantilla, visita 'sorpresa' del máximo mandatario blanquiazul el segundo o tercer día de encierro, algunos signos de desavenencias entre los futbolistas y desconvocatoria de las medidas de presión tras la firma de un acuerdo por escrito... que habitualmente se quedaba en papel mojado. Nada nuevo bajo el sol en aquellos tiempos en un Heliodoro que se caía a pedazos. O lo que es lo mismo: el pan nuestro de cada día en el Tenerife de finales de los años setenta y principio de los ochenta. Aunque esta vez, el encierro que la plantilla blanquiazul inició el 5 de mayo de 1981 tuvo algunas novedades. Y la primera fue la absoluta unión de todo el grupo.

Los veintidós jugadores del Tenerife 80-81 decidieron ese día encerrarse en los vestuarios y permanecer allí día y noche, sin entrenarse a las órdenes de su técnico, José Ramón Lamelo. Sólo faltaron el defensa Diego y el delantero Chalo, convocados con la selección sub 21. Y el canterano José Ramón, que cumplía el servicio militar. Pero que también expresaron su apoyo verbal al grupo y compartieron las reivindicaciones y las denuncias. Entre ellas destacaban tres: no haber percibido el sueldo del mes de abril, haberles quitado las primas ya ganadas (4.500 pesetas por triunfo en casa o empate como visitante y 9.000 pesetas por victoria fuera de casa) y obligar a los jugadores a pagarse algunas comidas en los viajes a la Península. Además, acusaban al presidente de que les exigiera pagar las multas que acarreaban las tarjetas recibidas, “aunque ésta sea mostrada por evitar un gol”.

Y todo ello, sin haber percibido un duro de la ficha anual. Y algunos jugadores, sin haber cobrado tampoco la ficha de la temporada anterior. Como colofón estaba el reciente anuncio público del presidente de ofrecer siete millones de pesetas por el ascenso, “cuando ya se sabía que las posibilidades eran casi nulas y con el único objetivo de justificarse ante la afición”. Ese brindis al sol del Pepe López invitó a la plantilla a lanzar un duro contragolpe: los jugadores sugerían en su comunicado que, después de tres cursos en la categoría de bronce del fútbol español, al dirigente no le interesaba el ascenso del Tenerife porque perdería su puesto en la junta directiva de la Federación Española de Fútbol como representante de los clubes de Segunda División B... y se le acabarían sus viajes –gratis total– por medio mundo. Sin embargo, el encierro duraría los tres-cuatro días habituales.

Así, tras recibir un papel firmado por el secretario, Guillermo La Serna, que contenía unas vagas promesas, la plantilla abandonó el encierro y regresó al trabajo. Quizás la causa no haya que buscarla en la credibilidad de la oferta de Pepe López... sino en la 'compañía' que tenían aquellas noches en el Heliodoro. ¿De mujeres? No, de pulgas y otros incómodos vecinos. Y es que, por el día, algunos aficionados de dudosa higiene acudían a darles ánimos junto a sus perros y otras mascotas, que campaban libremente por los colchones. Y allí mismo quedaban sobras de comidas y desperdicios varios. Luego, por la noche, cuando los futbolistas intentaban dormir…

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.