LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Luis Valle: el genio precoz (1933)

Luis Valle forma con el equipo nacional español el 30 de abril de 1933

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —
21 de marzo de 2020 18:01 h

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Biografía

BiografíaLuis Valle Benítez (1914-1974) nació en Las Palmas de Gran Canaria y siendo muy joven destacó como mediocentro en el Club Atlético Santa Catalina y el Real Victoria. Fichado por el Real Madrid con 18 años, jugó durante cuatro temporadas con el equipo blanco, con el que conquistó un título de Liga y una Copa de España. Obligado a exiliarse en 1936, jugó al fútbol en Francia con el Racing de París, Nancy o el Olympique de Niza. Completó sus estudios de Medicina y como entrenador fue partícipe directo del primer ascenso de la UD Las Palmas a Primera División en el año 1951. Falleció en la capital grancanaria en 1974.

El genio precoz

El genio precozLuis Valle Benítez fue un genio precoz. Con 18 años ya había ganado un Campeonato Nacional de Liga de Primera División como titular indiscutible en el Real Madrid y había sido internacional absoluto con España. Mediocentro con más calidad técnica que capacidad física, las lesiones primero y la guerra civil después interrumpieron una trayectoria que sí tendría continuidad en Francia, país en el que tuvo que exiliarse durante la guerra civil española dada la condición de alcalde socialista y republicano de su padre. De vuelta a casa, a finales de los años cuarenta, triunfó en los banquillos y le cupo el honor de ser el entrenador que llevó a la UD Las Palmas a Primera División. Lo hizo, ironías del destino, después de superar en un dramático partido de promoción de ascenso a un CD Málaga dirigido por Ricardo Zamora, compañero suyo en el Real Madrid.

Luis Valle Benítez nació en Las Palmas de Gran Canaria el 18 de junio de 1914. Era hijo del doctor Bernardino Valle Gracia, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria (1917-1920) y diputado nacional en 1936, cuando estalló la guerra civil. El pequeño Luis, sin abandonar nunca los estudios, destacó pronto por su habilidad futbolística en el histórico Santa Catalina, convertido entonces en el Club Atlético de Las Palmas. Pese a su juventud, llamó la atención de los rectores del Real Victoria, eterno rival del Marino en la lucha por la supremacía del fútbol insular y regional. Javier Domínguez destaca en su Historia del fútbol canario: “Destacaba por sus cualidades técnicas. Bastante ágil y resistente, de baja estatura, pero fuerte de piernas, pronto se convirtió en un gran medio centro de la escuela porteña”.

“Su juego, voluntarioso y entusiasta, se caracterizaba por estar dispuesto siempre a partirse el pecho por su equipo. Tenía una gran serenidad y seguridad en el quite, acompañado de un exquisito toque de balón que hacía colocar sus pases en el momento justo y preciso a los delanteros”, agrega Domínguez en su análisis. Y así, pese a no haberse comprometido aún con los blanquinegros, disputó una serie de amistosos con el Victoria (ya sin el título de Real) en la primavera de 1932 ante conjuntos como el Alavés o el Donosti (antigua Real Sociedad), durante una de esas giras que los conjuntos peninsulares realizaban por las islas. Esas pocas actuaciones bastaron para que lo incorporara el Real Madrid, que había conquistado el Campeonato Nacional de Liga 31/32 sin perder un solo partido… pero que necesitaba retoques en el centro del campo.

El Madrid incorporó a Valle, pero también a Pedro Regueiro (Alavés) y José Samitier (FC Barcelona). Pese a su juventud y la competencia, el mediocentro grancanario tardó poco en hacerse con un puesto como titular. Ya en el primer partido oficial, en la Copa Mancomunidad (que disputan Madrid, Athletic Madrid, Valladolid, Sevilla, Betis y Deportivo Nacional), está en el once titular como medio derecho. Y en la segunda cita, el técnico local Robert Firsth ya le coloca como mediocentro, rodeado por Pedro Regueiro y Gurruchaga, en partido resuelto con goleada (7-0) ante el Betis. El Madrid se adjudica el título regional y define un once que tendrá continuidad en la Liga: Zamora; Ciriaco, Quincoces; Pedro Regueiro, Valle, Gurruchaga; Eugenio, Luis Regueiro, Olivares, Hilario y Olaso.

Hasta un mito como Samitier, lastrado por las lesiones, se queda con frecuencia fuera de un conjunto que repite título liguero y en el que Luis Valle participa como titular en todos los partidos excepto uno, en la antepenúltima jornada (saldado con derrota por 4-2 en Santander), ya con el campeonato casi en el bolsillo. Lo curioso es que Valle llegó al Madrid de casualidad, pues el fútbol no era la máxima prioridad para él y su familia. Así, pensaba estudiar en la Facultad de Medicina de Valencia, donde el club local, que el año anterior había ascendido a Primera División, le ofrecía 6.000 pesetas de ficha y 600 mensuales de sueldo. Su padre creyó más conveniente que estudiara en Madrid y tenía previsto comprometerse con el Castilla, conjunto sin ningún vínculo entonces con el Real Madrid.

Luego, ya se sabe, acabó en el Madrid. Y la lesión del mediocentro titular, Eduardo Ordóñez, fichado del eterno rival, el entonces llamado Athletic de Madrid, posibilitó que Valle probara en un puesto que se adaptaba a sus condiciones y a las necesidades del equipo. Y es que el futbolista grancanario creó una nueva concepción de la figura del mediocentro, cuyo paradigma anterior era José María Belauste, uno de los héroes de Amberes, el creador de la furia española, el autor de aquella famosa frase, “A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo”, que marcó a fuego el estilo de la roja durante décadas. En un Madrid muy solvente en la zona defensiva (con Zamora, Ciriaco y Quincoces), se necesitaba más un creador de juego que un destructor. Y Valle aportó talento a la distribución, algo desconocido hasta entonces.

Acabada la Liga con el título del Madrid y en plena disputa de la Copa de España, la selección realiza una minigira para devolver visita a Francia y Yugoslavia. Ausente Gamborena, mito del fútbol español que durante dos décadas defendió al Real Unión de Irún, José María Mateos convoca para ese puesto a Ayestarán (Real Sociedad) y al joven futbolista grancanario, que aún no ha cumplido 18 años. El primer ensayo se salda con derrota (1-0) en Colombes, pese a lo que, una semana después, en Belgrado, Mateos repite once con la única novedad de la inclusión de Luis Valle, que comparte equipo con compañeros suyos en el Madrid como Zamora, Ciriaco, Quincoces o Luis Regueiro.

Y ese 30 de abril de 1933, en un terreno infame (“el campo y el balón fueron más difíciles adversarios que los jugadores yugoslavos”, resaltan los medios en sus titulares), Valle no brilla como acostumbra. “Estuvo a la deriva. En la primera parte estuvo flojo, logrando reponerse algo en los últimos minutos del primer tiempo, pero en la segunda parte fue el agujero por donde se colaban los yugoslavos, crecidos con el empate. Los croatas (sic) a sus jugadas una velocidad que no pudo sostener el mediocentro canario, a pesar de su voluntad”, escribe Monreal en El Mundo Deportivo. Un mes después, Mateos recupera a Gamborena y España firma la victoria más amplia de su historia: un 13-0 ante Bulgaria. Y la irrupción de Muguerza (Athletic) le resta al canario muchas opciones de volver a la selección.

Eso sí, Luis Valle ofrece una regularidad exquisita en el Madrid, que en ese año 1933 se queda sin Copa de España tras unas eliminatorias de lujo en la que supera con marcadores globales muy amplios a Rácing de Santander (5-2), al Real Unión (entonces sólo Unión) de Gamborena (11-0), al Sporting de Gijón (13-0) y al Valencia (6-2). El futbolista grancanario disputa completos “y a un nivel excelente” todos esos partidos y también está en la final ante el Athletic disputada en Montjuic y en la que se impone (2-1) el cuadro vasco. En la temporada 33/34 no puede repetir título de Liga el Madrid, pero sí conquista el Campeonato de la Mancomunidad y la Copa de España. En el primero de esos torneos ya empieza su calvario con las lesiones.

Valle es imprescindible para el nuevo técnico, Paco Brú, que le da más libertad. Y en ese campeonato, llega a marcarle un gol al Barcelona, algo casi prohibido para un mediocentro. Fue el que abrió el marcador a los cinco minutos, “al recoger un rechace tras el saque de un córner y empalmar a media altura de forma imparable”, en una goleada ante los azulgrana (4-0) con tres canarios en el equipo titular del Madrid: el portero tinerfeño Gilberto Cayol y los centrocampistas grancanarios Valle e Hilario. Dos semanas después, un cómodo triunfo (3-0) ante el Athletic de Bilbao parecía dejar el campeonato en manos del Madrid, al que finalmente condenaría una derrota en su visita al Betis.

Eso sí, los blancos se vengaron en la Copa, al eliminar al Athletic de Bilbao en cuartos de final en una eliminatoria con dos desempates, que obligó a jugar tres partidos muy intensos en sólo seis días. Valle recayó de su lesión, no pudo jugar la final ante el Valencia y, a pesar de no haber cumplido los veinte años, su figura fue languideciendo. A las continuas molestias musculares que sufrió el curso anterior se añade en la campaña 34/35 una grave lesión crónica en la rodilla derecha que limita su presencia a siete choques en el Campeonato de la Mancomunidad y a sólo tres en la Liga. Y aunque nueve meses después reaparece en el Campeonato de la Mancomunidad con una aplastante victoria (7-0) ante el Valladolid, fue su particular canto del cisne.

Valle disputa su último partido oficial con el Real Madrid el 27 de octubre de 1935, con 21 años recién cumplidos, en el campo de la Plaza de Toros de Valladolid. Meses después estallaría la guerra civil española y se vio obligado a exiliarse a Francia con su familia, pues su padre, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria durante la monarquía parlamentaria de Alfonso XIII, era diputado socialista en ese entonces. Establecido en Niza, pudo proseguir sus estudios de Medicina y, recuperado de su lesión, volver a jugar al fútbol. Lo hizo, entre otros equipos, en el Nancy, el Racing de París y el Olympique de Niza, donde permanece un lustro (1942-1947) como entrenador-jugador. Un año después, y cuando “se dan las circunstancias precisas”, regresa a Madrid para acabar la carrera de Medicina.

La recién creada UD Las Palmas piensa en Valle para hacerse cargo de la dirección técnica, pero sus estudios lo impiden. Año y medio después, un club que de las competiciones regionales asciende primero a la Segunda División y luego disputa la liguilla de ascenso a Primera División, vuelve a reclamar sus servicios tras haber devorado a cinco técnicos (Arencibia, Martinón, Mazzotti, Campos y Arsenio Arocha) en pocos meses. Y Luis Valle, que ya había acabado la carrera de Medicina, dirigirá esos diez partidos que conducirán por primera vez a los amarillos a la máxima categoría en un ascenso sellado el 8 de julio de 1951 en un abarrotado Estadio Insular ante el Málaga que dirigía su compañero y amigo Ricardo Zamora.

Luis Valle dirigió a Las Palmas primera aventura en la élite del fútbol nacional y también fue médico de la entidad y asesor deportivo. Establecido en su ciudad natal, falleció en junio de 1974 a la edad de 60 años.

 

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