Espacio de opinión de Canarias Ahora
El adiós de un Presidente
Nuestra Constitución, afirmamos nosotros, no es como la estadounidense, que sentó este límite cuando George Washington, a finales del siglo XVIII, advirtió los peligros de un fanatismo reverencial que quisiese convertirlo en rey. Sólo Aznar en España lo había asumido. En Canarias, eso sí, ningún Presidente autonómico ha estado más de ocho años en el poder? Y es verdad que en política, como afirmó Zapatero el sábado, 8 años debieran ser más que suficientes? Este largo adiós de Zapatero, que ha estado amagando su decisión un tiempo demasiado largo, esta tardanza casi infinita durante la actual legislatura, por él abierta, ha tenido una de sus causas en el llamado “síndrome de la Moncloa”.
Se dice así que, desde los épicos tiempos de Adolfo Suárez, leyenda viva mas ya heroica de nuestra aún joven democracia, el síndrome de la Moncloa afecta a los Presidentes de Gobierno que vivan en el palacio de su residencia oficial más de un mandato. Es una definición reduccionista que se conoce al menos desde los romanos. Cuando un general victorioso entraba en triunfo en Roma, un esclavo mantenía sobre su cabeza una corona de laurel, pero le susurraba constantemente al oído: “recuerda que eres mortal”. Le han achacado ese síndrome a Suárez, a Felipe González y a Aznar, mas lo cierto es que puede alcanzar a cualquier político de nivel autonómico y local que detente una responsabilidad de gobierno prolongada en el tiempo. Leopoldo Calvo Sotelo no tuvo siquiera tiempo de creerse su acceso a la presidencia, pues tuvo que presenciar más que gestionar el final de su partido político. Fernando Laína, Presidente del Gobierno por una noche, durante el 23F, actuó con la entereza suficiente como para ayudar a salvar el régimen formalmente democrático que nos habíamos dado, que nos hemos dado. El síntoma más palpable del síndrome es la desconexión del afectado con el mundo exterior. Vive en un mundo irreal, fabricado a su medida, del que no le interesa salir y a través del cual ve y juzga todo y a todos. Y tiene unas manifestaciones concretas. No está para atender minucias de la vida diaria. Y por supuesto, no asume ni hereda compromiso alguno. ¿Nos suenan de algo las eternas contradicciones y los permanentes cambios de rumbo del último año de José Luis Rodríguez Zapatero?... Las políticas hacia fuera y hacia adentro las dicta el Presidente, solamente el Presidente, y en ellas no está sometido más que a su propio criterio. Así habla de primarias para la elección de su heredero y de evitar el dedazo, pero se olvida de cómo se eligió al sucesor de su Vicepresidente tercero en Andalucía, o de cómo se gestionaron en 2010 las primarias en Canarias; en concreto, las de Tenerife. Y por último, piensa que nadie del partido crea que tiene derecho a exigirle tal o cuál posicionamiento. Lo acontecido con la prolongación temporal de su decisión de continuar o no ha respondido a tal máxima? Tales son las manifestaciones más claras y graves de ese síndrome de la Moncloa. Pero lo más grave de todo es que, como los depresivos, el afectado no quiere admitir que lo padece y rehúsa tratamiento. Cree que está obrando correctamente, simplemente porque es él quien impone las normas... El síndrome, como todo virus, tiene sus consecuencias? En Adolfo Suárez su egocentrismo conllevó la desintegración de la UCD, el partido artífice de la transición. Hay que recordar que sus exitosos pactos de la Moncloa se firmaron en su primer mandato democrático, el 27 de octubre de 1977. El papel de Suárez en la Historia quedó salvado tanto por la magnitud de su obra constitucional en la primera legislatura como por su actitud emblemática durante los acontecimientos golpistas del 23F. Pero no todos sus sucesores tendrían los tiempos de Adolfo Suárez para mitigar los efectos del síndrome de la Moncloa? Sólo él disfrutaría de ellos? Y así en efecto ha sido?
Las consecuencias del síndrome, en Felipe González, conllevaron el caso GAL, Mariano Rubio, Roldán y compañía? En Aznar la foto de las Azores y la guerra de Irak, con las funestas secuelas del 11M. En José Luis Rodríguez Zapatero, de momento, la actual crisis entrópica, la crisis en forma de “L” en la que estamos inmersos, en la que aún circulamos por su largo túnel, por su largo subterráneo, por su fondo inacabable, sin ver siquiera la luz de su salida. El adiós de José Luis Rodríguez Zapatero, así como el conjunto de su presidencia, quedará pues marcado por la crisis económica y el problema del paro, que según Eurostat alcanza ya al 20'5% de la población activa, alcanza ya en abril de 2011 el lamentable récord de 4.333.669 personas, 261.202 en Canarias, lastrando los logros alcanzados en su primera legislatura en materia de derechos sociales, en materia del Estado del bienestar. El PSOE entra ahora en un período de interinidad que nos recuerda en mucho a aquella transitoriedad vivida en el postfelipismo, en la época de Almunia y Borrell, época que fue en parte causa de la llegada al poder de José María Aznar. Carme Chacón, Rubalcaba, Bono, José Blanco, todos quieren estar, aunque sólo uno será. Y ese uno deberá saber que quizás le toque gestionar la derrota, y no la victoria? Y en política, la travesía del desierto no es en nada apetecible? Es más, la primacía que le otorguen las primarias al elegido tendrá siempre dos puntos finales de inflexión: o la fecha de las próximas elecciones generales, si no las gana ( por cierto, las próximas municipales serán la verdadera encuesta a tener en cuenta; siempre el que las ha ganado gana después las generales inmediatas); o la del próximo congreso del PSOE, si en el mismo no sale elegido Secretario General. Congreso que tocaría ordinariamente también en 2012, después de las elecciones. El último fue en 2008?
Después del “Sayonara Baby” de Arnold Schwarzenegger en Terminator, no quedará en nuestra retina un adiós sociológicamente más impactante, ya sea por su asunción, por su temor, o por su ansiosa espera -por el mismo autor presidencial provocada-. Un adiós que no por saberse ya dejará de ser menos largo en su consecución definitiva: toda una legislatura. Lo mejor del mismo, los comentarios al respecto de Cayo Lara: venga quien venga tras el aún Presidente del Gobierno, el actual PSOE será neoliberal o no será; y que el todavía Gobierno de Zapatero es ya un Gobierno en funciones? No le falta un punto de razón al actual líder de Izquierda Unida?
José Carlos Gil MarÃn
Nuestra Constitución, afirmamos nosotros, no es como la estadounidense, que sentó este límite cuando George Washington, a finales del siglo XVIII, advirtió los peligros de un fanatismo reverencial que quisiese convertirlo en rey. Sólo Aznar en España lo había asumido. En Canarias, eso sí, ningún Presidente autonómico ha estado más de ocho años en el poder? Y es verdad que en política, como afirmó Zapatero el sábado, 8 años debieran ser más que suficientes? Este largo adiós de Zapatero, que ha estado amagando su decisión un tiempo demasiado largo, esta tardanza casi infinita durante la actual legislatura, por él abierta, ha tenido una de sus causas en el llamado “síndrome de la Moncloa”.
Se dice así que, desde los épicos tiempos de Adolfo Suárez, leyenda viva mas ya heroica de nuestra aún joven democracia, el síndrome de la Moncloa afecta a los Presidentes de Gobierno que vivan en el palacio de su residencia oficial más de un mandato. Es una definición reduccionista que se conoce al menos desde los romanos. Cuando un general victorioso entraba en triunfo en Roma, un esclavo mantenía sobre su cabeza una corona de laurel, pero le susurraba constantemente al oído: “recuerda que eres mortal”. Le han achacado ese síndrome a Suárez, a Felipe González y a Aznar, mas lo cierto es que puede alcanzar a cualquier político de nivel autonómico y local que detente una responsabilidad de gobierno prolongada en el tiempo. Leopoldo Calvo Sotelo no tuvo siquiera tiempo de creerse su acceso a la presidencia, pues tuvo que presenciar más que gestionar el final de su partido político. Fernando Laína, Presidente del Gobierno por una noche, durante el 23F, actuó con la entereza suficiente como para ayudar a salvar el régimen formalmente democrático que nos habíamos dado, que nos hemos dado. El síntoma más palpable del síndrome es la desconexión del afectado con el mundo exterior. Vive en un mundo irreal, fabricado a su medida, del que no le interesa salir y a través del cual ve y juzga todo y a todos. Y tiene unas manifestaciones concretas. No está para atender minucias de la vida diaria. Y por supuesto, no asume ni hereda compromiso alguno. ¿Nos suenan de algo las eternas contradicciones y los permanentes cambios de rumbo del último año de José Luis Rodríguez Zapatero?... Las políticas hacia fuera y hacia adentro las dicta el Presidente, solamente el Presidente, y en ellas no está sometido más que a su propio criterio. Así habla de primarias para la elección de su heredero y de evitar el dedazo, pero se olvida de cómo se eligió al sucesor de su Vicepresidente tercero en Andalucía, o de cómo se gestionaron en 2010 las primarias en Canarias; en concreto, las de Tenerife. Y por último, piensa que nadie del partido crea que tiene derecho a exigirle tal o cuál posicionamiento. Lo acontecido con la prolongación temporal de su decisión de continuar o no ha respondido a tal máxima? Tales son las manifestaciones más claras y graves de ese síndrome de la Moncloa. Pero lo más grave de todo es que, como los depresivos, el afectado no quiere admitir que lo padece y rehúsa tratamiento. Cree que está obrando correctamente, simplemente porque es él quien impone las normas... El síndrome, como todo virus, tiene sus consecuencias? En Adolfo Suárez su egocentrismo conllevó la desintegración de la UCD, el partido artífice de la transición. Hay que recordar que sus exitosos pactos de la Moncloa se firmaron en su primer mandato democrático, el 27 de octubre de 1977. El papel de Suárez en la Historia quedó salvado tanto por la magnitud de su obra constitucional en la primera legislatura como por su actitud emblemática durante los acontecimientos golpistas del 23F. Pero no todos sus sucesores tendrían los tiempos de Adolfo Suárez para mitigar los efectos del síndrome de la Moncloa? Sólo él disfrutaría de ellos? Y así en efecto ha sido?