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El aguafiestas

Sorprende que un periódico tan serio como El País se columpie con una exclusiva como la de estas hipotéticas subvenciones. Pero, está claro que Solbes cumple con su obligación y su responsabilidad al erigirse en eso: en un aguafiestas empeñado en chafar las buenas noticias con las que el gabinete zapateril trata de ilusionar, o de tranquilizar al menos a los españolitos, frente a la crisis. Otros ministros echan imaginación al asunto –a los asuntos-. Solbes echa, además de jarros de agua fría, prudencia, objetividad y cifras absolutamente frías sobre algunos proyectos ni siquiera fantasiosos, sino, en el fondo, equivocados e injustos. Y me refiero concretamente al de las deudas hipotecarias. No me quiero creer, como han informado algunos medios, que Paulino Rivero esté pensando competir en generosidad y en ese aspecto con el Gobierno de la Nación. Y es que tendemos a pensar que los dineros del Estado –o de la Comunidad- son un capital que está ahí, surgido de la nada, y que se puede gastar o repartir alegremente, sin más ni más. Lo cual es un disparate, claro. Los dineros del Estado son nuestros dineros. Los de todos los contribuyentes. Eso significa que, si el Gobierno establece una línea de ayudas económicas para quienes no pueden hacer frente a las obligaciones bancarias contraídas, nuestros gobernantes estarían usando mi dinero, o el suyo, estimado lector o en general el aportado a las arcas públicas por quienes no nos hemos arriesgado a meternos en la aventura de adquirir una casa –para vivir en ella o como inversión, ojito- en beneficio de quienes, acaso irresponsablemente, en una sociedad de libre mercado y porque les ha salido de las narices, sí se han comprometido en unas operaciones de crédito que siempre pueden hallarse a merced de fluctuaciones económicas y eventualidades financieras. Si el anuncio, aun desmentido por Solbes, se transformase en realidad, estaríamos ante la más injusta y menos social iniciativa llevada a cabo jamás por un Gobierno socialista. José H. Chela

Sorprende que un periódico tan serio como El País se columpie con una exclusiva como la de estas hipotéticas subvenciones. Pero, está claro que Solbes cumple con su obligación y su responsabilidad al erigirse en eso: en un aguafiestas empeñado en chafar las buenas noticias con las que el gabinete zapateril trata de ilusionar, o de tranquilizar al menos a los españolitos, frente a la crisis. Otros ministros echan imaginación al asunto –a los asuntos-. Solbes echa, además de jarros de agua fría, prudencia, objetividad y cifras absolutamente frías sobre algunos proyectos ni siquiera fantasiosos, sino, en el fondo, equivocados e injustos. Y me refiero concretamente al de las deudas hipotecarias. No me quiero creer, como han informado algunos medios, que Paulino Rivero esté pensando competir en generosidad y en ese aspecto con el Gobierno de la Nación. Y es que tendemos a pensar que los dineros del Estado –o de la Comunidad- son un capital que está ahí, surgido de la nada, y que se puede gastar o repartir alegremente, sin más ni más. Lo cual es un disparate, claro. Los dineros del Estado son nuestros dineros. Los de todos los contribuyentes. Eso significa que, si el Gobierno establece una línea de ayudas económicas para quienes no pueden hacer frente a las obligaciones bancarias contraídas, nuestros gobernantes estarían usando mi dinero, o el suyo, estimado lector o en general el aportado a las arcas públicas por quienes no nos hemos arriesgado a meternos en la aventura de adquirir una casa –para vivir en ella o como inversión, ojito- en beneficio de quienes, acaso irresponsablemente, en una sociedad de libre mercado y porque les ha salido de las narices, sí se han comprometido en unas operaciones de crédito que siempre pueden hallarse a merced de fluctuaciones económicas y eventualidades financieras. Si el anuncio, aun desmentido por Solbes, se transformase en realidad, estaríamos ante la más injusta y menos social iniciativa llevada a cabo jamás por un Gobierno socialista. José H. Chela