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Carla Antonelli, de niño a diputada
Carla tuvo una infancia diferente en los grises años de la dictadura. Siempre se sintió una niña en un cuerpo masculino. En su pueblo, Güimar, con quince años una piba le echó los tejes. El adolescente que era Carla se planteó la relación casi como una obligación “para ver si me curaba”. Pero no se curó ni consumó la relación sexual, le dijo a la muchacha que “no era el momento”. Y se fue a estudiar teatro a Santa Cruz.
Allí comenzó a cambiar su cuerpo, a pasar de niño a mujer. Pero la isla la asfixiaba y voló a Madrid. Tardó diez años en adaptarse a la capital española, a aquella ciudad inmensa. Tampoco allí la vida era fácil. Los grises acechaban y hacían redadas donde detenían a vagos y maleantes. Ella no quería ser ni lo uno ni lo otro, pero quién le explicaba a la policía armada la palabra libertad. Sufrió palizas en las comisarías, pero mató el miedo y subió a los escenarios que pudo.
En 1977, una semana antes de las primeras elecciones democráticas, daba la cara en una entrevista que le hacían en el periódico La Provincia. Carla trabajaba en un espectáculo en la sala de fiestas Britania. Le preguntaron por política y se mojó: dijo que iba a votar al PSOE. El pie de foto describe a la perfección la mentalidad de la época: Carla, travesti politizada. Ayer nos recordaba la anécdota en El Correíllo de CANARIAS AHORA RADIO.
Se atribuya a Víctor Hugo la frase: “No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”. A esta actriz canaria que ya ha logrado papeles en conocidas series de televisión como El Comisario, Periodistas o El Síndrome de Ulises, le ha llegado el tiempo de entrar en la Asamblea de Madrid. Tomás Gómez anunció ayer que Carla irá en la lista electoral y, suponemos, en puestos de salida. Carla había participado activamente en la campaña de las primarias de Tomás Gómez, cuando todavía el líder de los socialistas madrileños era el militante David enfrentándose a Goliat, la maquinaria de la Moncloa que apoyaba a Trinidad Jiménez.
No estamos ante una actriz que se convierte en estrella de la política. Estamos ante una militante de base que se lo ha currado durante décadas. Su activismo en el movimiento por los derechos LGTB ha sido colectivo y cotidiano. Realizó una de las primeras páginas webs que hablaban de los derechos de los transexuales, con información, historias y noticias.
Se implicó en la elaboración de la ley por la identidad de Género, participó en su redacción y cuando algunos intentaron frenar su aprobación realizó una huelga de hambre y anunció que estaba dispuesta a romper su carné del PSOE si la ley no salía adelante. Salió la ley. Y ahora Carla, la “travesti politizada”, podrá entrar en la Asamblea de Madrid, el parlamento donde unos auténticos travestis de la política (aquellos diputados Eduardo Tamayo y Maria Teresa Sáez ) traicionaron a sus electores y dejaron el paso libre a la presidencia de Esperanza Aguirre.
Ayer le preguntaban a Aguirre su opinión sobre la incorporación de Carla a lista electoral del PSOE, la lideresa respondió que le parecía “perfecto”. Frente a esa diplomática respuesta una jauría salida de la caverna mostraba su rechazo a la candidatura de Carla en algunos diarios digitales con opiniones como “Meter amiguitas, para que los chulos, las lesbianas y los homosexuales puedan darse el lote mejor, es ridículo y absurdo, por muy ateos que todos se quieran hacer pasar. Ya esta bien, que aquí lo único valido para llegar a tener un escaño, es saber molestar mas a los principios morales y religiosos, de una gran mayoría de españoles” o vómitos como : “aun se hará ilusiones ”carla“, ¡¡un cargo público!!, ¡¡un sueldazo!!, quizá un piso?, o un chochito nuevo?” y “ Yo propondría que incluyese en su candidatura algún islamista radical como voz de otra minoría marginada. Entonces veríamos como se casaban los derechos de ambas minorias (los transexuales y los islamistas)”.
Son sólo 3 de los más de 500 comentarios que provocó la noticia entre los lectores del periódico El Mundo. Algún día no será noticia que una persona transexual vaya en un puesto de salida en una lista electoral. Pero está claro que todavía, la T de transexual y de Antonelli, tiene mucho que aportar para transformar algunas mentalidades. El veneno que la dictadura inoculó en aquellos grises mató demasiadas neuronas.
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Juan GarcÃa Luján
Carla tuvo una infancia diferente en los grises años de la dictadura. Siempre se sintió una niña en un cuerpo masculino. En su pueblo, Güimar, con quince años una piba le echó los tejes. El adolescente que era Carla se planteó la relación casi como una obligación “para ver si me curaba”. Pero no se curó ni consumó la relación sexual, le dijo a la muchacha que “no era el momento”. Y se fue a estudiar teatro a Santa Cruz.
Allí comenzó a cambiar su cuerpo, a pasar de niño a mujer. Pero la isla la asfixiaba y voló a Madrid. Tardó diez años en adaptarse a la capital española, a aquella ciudad inmensa. Tampoco allí la vida era fácil. Los grises acechaban y hacían redadas donde detenían a vagos y maleantes. Ella no quería ser ni lo uno ni lo otro, pero quién le explicaba a la policía armada la palabra libertad. Sufrió palizas en las comisarías, pero mató el miedo y subió a los escenarios que pudo.