Ahora en Común y la “subcomisión técnica transversal”

Hay gente que cree realmente en el cambio, en que se puede transformar la sociedad en algo realmente bueno para vivir y solo la historia que harán los periodistas del futuro sobre el día de hoy dirá cuán equivocados estaban o cuán cerca de su objetivo. El periódico me envió a cubrir la primera asamblea de Ahora en Común en Las Palmas de Gran Canaria y lo viví con mucha ilusión a pesar de que esperé ver más gente interesada por este movimiento de confluencia y a pesar de tener que escuchar algunas cosas anacrónicas como que un sector de la asamblea tratara de insultar a otro llamándole “stalinistas”. No me importó, le di mi voto de confianza, no me quise precipitar a juzgar un movimiento que nace desde de cero con esa valentía,que hay detrás de erigirse de manera altruista como árbitro entre la ciudadanía, los partidos políticos de izquierda y los colectivos y asociaciones progresistas para ir todos juntos, esta vez sí, hacia una candidatura en común de cara a las elecciones generales.

Por ello, este jueves fui a la tercera asamblea de esta plataforma, para ofrecerle todo mi respeto y para escribir una crónica de lo que se acordase antes del inevitable parón de agosto. Comenzó con unas 25 personas, distribuidas por las gradas del anfiteatro del Parque Doramas. “Será porque es agosto” pensé. Aunque no pude evitar imaginarme a los revolucionarios de 1830 en Francia, parando la revolución de Julio por vacaciones de verano. Empecé a pensar como hubiera sido la historia del país galo si se hubiese parado la lucha y las iniciativas hasta septiembre pero detuve mis pensamientos cuando me di cuenta de que me estaba desviando de la asamblea y no era la única, pues una hora después de su comienzo se estaba discutiendo si crear o no una “subcomisión técnica transversal”, ¿Qué será eso? pensé y ¿Por qué hacen falta comisiones y subcomisiones si aquí hay veinte personas? Dieciocho. Aquella pareja de ancianos que venía a escuchar algo esperanzador se acaba de marchar.

El nivel de las discusiones siguió esta línea de profundidad cuando alguien propuso que las palabras “coordinadora” y “secretario/a” pueden dar a entender que hay unas personas que tienen más poder que otras y es lo que se quiere evitar y que consideraba oportuno someter a votación si cambiarles el nombre. Otra de las propuestas fue crear una portavocía relativa. En este momento tampoco pude evitar pensar en los grandes movimientos de cambio que se han producido en la historia. No me imagino a los protagonistas discuetiendo estas naderías sino atreviéndose a plantear debates de calado, de profundidad, de riqueza ideológica. Pensé que tal vez tengo poca paciencia, que no tengo ni idea de cómo funciona un sistema asambleario y que esos detalles es necesario dejarlos bien claros para que el proceso sea lo más democrático y transparente posible.

Pero algo me dice que no, que no es eso. Algo me dice que la izquierda tiene miedo de atreverse a dar el paso de arbitrar la confluencia, por eso se muestran tan exquisitos a la hora de sentarse a hablar con los partidos progresitas, como si fuera un certamen de Eurovisión y no un espacio donde todos ceden un poquito de sí mismos, incluso olvidando que en esta ciudad ya nos conocemos todos y sabemos de dónde venimos y a donde vamos, para lograr una verdadera fuerza de izquierdas. Pero hay miedo a que llegue el momento de tener que hacerlo, sobre todo por parte de quienes se pierden en los términos y arrastran a los que realmente quieren la confluencia al hastío interminable de la quimera de querer la transparencia en todo, sin ir con arrestos a por el objetivo, sea invierno o verano, suba el precio del pan o baje. Que“el efecto verano” de las luchas de izquierda sea para hacer autocrítica, saber por qué hay menos gente en las asambleas cada día, saber por qué hay menos gente al final de las asambleas que cuando empiezan, dejar de faltarle el respeto a la gente y saber cual es el sitio de uno cuando se ofrece a ser arbitro y no seleccionador de fútbol, sería maravilloso.

Yo por desgracia tengo malas noticias y ojalá me equivoque, pero este boicot a la confluencia también ha sido patrocinado por la izquierda.

Hay gente que cree realmente en el cambio, en que se puede transformar la sociedad en algo realmente bueno para vivir y solo la historia que harán los periodistas del futuro sobre el día de hoy dirá cuán equivocados estaban o cuán cerca de su objetivo. El periódico me envió a cubrir la primera asamblea de Ahora en Común en Las Palmas de Gran Canaria y lo viví con mucha ilusión a pesar de que esperé ver más gente interesada por este movimiento de confluencia y a pesar de tener que escuchar algunas cosas anacrónicas como que un sector de la asamblea tratara de insultar a otro llamándole “stalinistas”. No me importó, le di mi voto de confianza, no me quise precipitar a juzgar un movimiento que nace desde de cero con esa valentía,que hay detrás de erigirse de manera altruista como árbitro entre la ciudadanía, los partidos políticos de izquierda y los colectivos y asociaciones progresistas para ir todos juntos, esta vez sí, hacia una candidatura en común de cara a las elecciones generales.

Por ello, este jueves fui a la tercera asamblea de esta plataforma, para ofrecerle todo mi respeto y para escribir una crónica de lo que se acordase antes del inevitable parón de agosto. Comenzó con unas 25 personas, distribuidas por las gradas del anfiteatro del Parque Doramas. “Será porque es agosto” pensé. Aunque no pude evitar imaginarme a los revolucionarios de 1830 en Francia, parando la revolución de Julio por vacaciones de verano. Empecé a pensar como hubiera sido la historia del país galo si se hubiese parado la lucha y las iniciativas hasta septiembre pero detuve mis pensamientos cuando me di cuenta de que me estaba desviando de la asamblea y no era la única, pues una hora después de su comienzo se estaba discutiendo si crear o no una “subcomisión técnica transversal”, ¿Qué será eso? pensé y ¿Por qué hacen falta comisiones y subcomisiones si aquí hay veinte personas? Dieciocho. Aquella pareja de ancianos que venía a escuchar algo esperanzador se acaba de marchar.