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La constancia del cambio

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Si hay algo que caracteriza nuestro día a día es que ninguno es como el anterior. El famoso Groundhog Day (Día de la Marmota), que genera percepciones de constancia, realmente no ocurre con la frecuencia que se le atribuye. Este concepto se ha convertido en una metáfora cultural para describir situaciones en las que las personas se sienten atrapadas en una rutina repetitiva. Sin embargo, la realidad es otra. La búsqueda de estabilidad en medio del cambio constante define nuestro entorno global. En un mundo en rápida transformación, la capacidad de las sociedades para adaptarse a los cambios sociales, económicos y culturales se convierte en un indicador clave de su resiliencia y dinamismo.

Deseamos un contrato indefinido o una hipoteca a tipo fijo para saber cuánto pagar durante un período determinado, entre otras cosas. Anhelamos que, al introducir la llave en la cerradura de nuestro hogar, nos encontremos, al menos, con lo mismo que dejamos al salir. En este sentido, uno de los aspectos más significativos del cambio constante es su impacto en la cohesión social. Las interacciones sociales se ven influenciadas continuamente por factores globales como la migración, la tecnología y las crisis cíclicas. La globalización provoca un flujo constante de influencias culturales y económicas que transforman las normas y valores locales. A medida que las sociedades se enfrentan a la necesidad de integrar estas influencias externas, el sentido de cohesión puede verse alterado, generando tanto oportunidades para el enriquecimiento cultural como tensiones en la identidad social.

Nuestra economía, por su parte, a menudo se encuentra en una posición de vulnerabilidad debido a su dependencia de recursos externos y a la exposición a fluctuaciones globales. Por esta razón, la constancia del cambio también se refleja en la necesidad de un proceso de diversificación. Esta no es incompatible con la especialización productiva; se puede apostar por la inversión en sectores centrados en la tecnología o las energías renovables dentro de los propios sectores en los que se es altamente competitivo. Este enfoque no solo ayuda a mitigar los riesgos asociados con la dependencia de una única fuente de ingresos, sino que también ofrece una mayor resiliencia ante las fluctuaciones del mercado global. Además de la diversificación, la capacidad de adaptación de las economías a las condiciones cambiantes también implica una atención constante a la sostenibilidad.

A pesar de los desafíos, el cambio puede ser una fuente de innovación y oportunidades. Las economías que están en la vanguardia de la necesidad de adaptarse a menudo desarrollan enfoques innovadores para enfrentar sus problemas específicos. En este contexto, el papel de la sociedad y de las instituciones que la representan, tanto públicas como privadas, es crucial en el proceso de adaptación y cambio. Se debe tener proactividad en la identificación de las tendencias emergentes y en la creación de marcos regulatorios que faciliten el crecimiento económico y la innovación, abordando problemas como la desigualdad social, la justicia económica y la participación ciudadana. Anticiparse es prevenir y, por lo tanto, planificar. De lo contrario, estaremos como un gato jugando con una luz proyectada en la pared, atendiendo a la inmediatez sin considerar las repercusiones del futuro.

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