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Crecimiento, turismofobia y productividad: ¿falta pensamiento crítico?

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En los últimos tiempos se ha convertido en tradición que según se van publicando las estadísticas de evolución de población y de turistas se comenten los resultados. Parece que ser la isla que más crece es para algunos motivos de orgullo y para otros de envidia. En 1993, con algo más de 697.000 habitantes, Gran Canaria era la isla más poblada, Tenerife, con 646.000, tenía un 10% menos de habitantes, Lanzarote no llegaba a los 73.000 y Fuerteventura a 40.000, La Palma 80.000, El Hierro 7.000 y La Gomera 16.000. En 2023 el archipiélago en su conjunto había ganado 640.000 habitantes, un 41% más, pero con importantes diferencias entre islas. Fuerteventura y Lanzarote ganaron cada una más de 84.000 habitantes, lo que implica que la primera haya multiplicado su población por 4, de los 40 a los 120.000 habitantes, y Lanzarote por más de 2, de 72 a 159.000. Mientras que La Palma básicamente ha permanecido estable, el crecimiento de Tenerife, de casi 300.000 habitantes, ha prácticamente duplicado el de Gran Canaria (menos de 160.000). En 2023 Tenerife tenía ya un 10% más de habitantes que Gran Canaria, 944.107 por 857.171. 

En cuanto al crecimiento de turistas no resulta fácil obtener una serie histórica de tanta duración. Los datos de Promotur no están desagregados por islas hasta 2010, cuando visitaron las islas más de 10 millones de turistas. Entonces ya era Tenerife la isla que más visitantes recibía, casi 4 millones, por los 3 de Gran Canaria, los casi 2 de Lanzarote y el millón y medio de Fuerteventura. En 2023 el conjunto del archipiélago recibió un 55% más de turistas que en 2010, más de 16 millones. La isla que más creció fue Tenerife, más de un 64%, alcanzando en 2023 los 6,5 millones de Tenerife. Lanzarote creció también más de un 60%, alcanzando los 3 millones de turistas. Fuerteventura, con cerca de un 50% de crecimiento se situó en 2,2 millones de turistas y la isla que menos creció fue Gran Canaria, “tan sólo” un 42%, alcanzando en 2023 los 4,2 millones de turistas. Algunos dirían que los datos hablan por sí mismos, que Tenerife es el modelo a seguir, la isla que más crece, tanto en población como en turistas, y Gran Canaria la que peor lo hace, la que menos crece. Siempre intento transmitir a quienes estudian sociología la idea de que las cifras nunca hablan por sí mismas, que hay que interpretarlas. En un momento en que, más allá del crecimiento sostenible hay quien ya habla directamente de “decrecimiento”, ¿tiene sentido usar el crecimiento cuantitativo como indicador de éxito? 

Que Tenerife sea la isla que más turistas tenga no resulta sorprendente, si tenemos en cuenta que es la que más superficie y plazas concentra. El crecimiento turístico y demográfico ha sido más intenso en Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote que en Gran Canaria, pero, ¿cómo se traduce eso en el bienestar de la población local? Más allá de hechos anecdóticos, como que el municipio que todos los años aparece como el de mayor renta de las islas esté en Gran Canaria, la mayoría de indicadores parecen señalar unos niveles similares entre las dos islas centrales. Según el INE, a partir de su Atlas de distribución de la renta de los hogares las últimas cifras disponibles (2021) señalaban para entonces que Fuerteventura y Lanzarote, justamente aquellas donde más se ha incrementado la población y el turismo, son las de menor renta media de Canarias, menos de 11.000 euros. La renta neta media por persona alcanzaba, según esa estadística, los 11.046 euros en La Palma, 11.199 en Tenerife, 11.500 en La Gomera, 11.600 El Hierro y 12.000 en Gran Canaria. Y la tendencia que se intuye si se usa la mediana de la renta por unidad de consumo es muy similar. Es sugerente que sea precisamente la isla donde el crecimiento turístico y demográfico ha sido menor la que presente mejores indicadores de renta. Como el desarrollo se ha basado en el crecimiento de los factores, podríamos pensar que, al menos, más turistas deberían de servir para sostener, con niveles similares de bienestar, a una población mayor. Comparemos tan sólo las dos islas centrales: Tenerife, con un 55% más de turistas que Gran Canaria, no logra mantener con niveles similares de bienestar a una población un 55% mayor, sino tan sólo un 10% mayor. O bien el turismo no es tan importante como nos lo cuentan, y en Gran Canaria están más desarrollados otros sectores económicos que aportan más a la renta de la población local, o bien el modelo turístico de Tenerife (y Lanzarote y Fuerteventura), que se pone a menudo como ejemplo a imitar, al fin y al cabo, es el más exitoso en términos cuantitativos, está aportando menos a la sociedad tinerfeña (y majorera y conejera) que el grancanario a la grancanaria. 

¿Más o menos turismo? ¿Más o menos bienestar para la población local? El concepto de “gobernanza”, que alude a la manera en que se toman las decisiones, considera que ésta es una cuestión clave en la evolución de las sociedades. A principios de la década de 1990, el pacto que sentó las bases del modelo político, social y económico de las islas desde entonces fue denominado Pacto de Hormigón. Es sugerente el nombre: un modelo que ha implicado un enorme crecimiento de la población y los turistas ha sido muy beneficioso para quienes se dedican a fabricar hormigón, más allí donde más fuerte ha sido el crecimiento. Y, parece que aplicamos aquello de lejos de nosotros la funesta manía de pensar: cualquier crítica a nuestro actual modelo es tildada de “turismofobia”. Desarrollar la capacidad crítica quiere decir entender que las soluciones que hasta ahora hemos dado a nuestros problemas son contingentes, que podrían ser otras. En las últimas décadas hemos tenido en las islas un modelo socioeconómico basado en crecimiento cuantitativo, baja productividad y elevada desigualdad. ¿No va siendo hora de que desarrollemos otro? 

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