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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

No son datos, son personas

No esperemos que las personas tengan la potestad de saber hacerlo todo, ni en tiempo ni en forma. Por eso, cuando se habla de formación se habla de adaptabilidad porque los requerimientos, y mucho menos los conocimientos, no permanecen inalterables a lo largo del tiempo. Éstos se posicionan ante una realidad social cambiante, generando un reto que demanda nuevas soluciones. Cuando hay necesidades de horas de trabajo porque existen carteras de pedido que se deben satisfacer, la estructura económica podrá absorber la parte de la población que activamente está buscando empleo acoplando los perfiles idóneos para cada uno de los puestos de trabajo.

Ahora bien, si analizamos la situación desde el otro lado del mercado, es decir, desde la demanda de empleo, hay diferentes tipos dependiendo de su capacidad aptitudinal, pero también de la actitudinal. De hecho, la personas con mayor capacitación profesional con altas dosis de formación especializada es la menos numerosa y la que más velocidad tienen a la hora de ser acreedores de un puesto de trabajo, siendo los perfiles que promocionan de forma continua, tanto en mercados internos de trabajo, como en la mutación transversal en relación con su profesión. Le siguen aquellas personas que adquieren la formación reglada general. Su volumen es superior y su velocidad de obtención de un empleo es algo más lenta, aunque el mercado termina por absorberla. Luego están las que tienen un itinerario formativo con lagunas importantes lo que le impide acceder de forma rápida y eficaz a las diferentes oportunidades que el mercado pudiera ofrecer. Eso sí, puedes cambiar de tipo de segmento porque la formación no es un hecho previo a un empleo. La formación es consustancial a nuestra vida.

Ciertamente es una modelización extremadamente sencilla de la realidad, pero nos sirve como elemento de partida para incorporar variables adicionales: las competencias transversales. De hecho, la formación es importante, pero la actitud es el complemento imprescindible que se demanda. Incluso, dependiendo del perfil profesional a cubrir, se sitúa en importancia por encima de los conocimientos adscritos a una titulación determinada. Por otro lado, aparece el concepto de experiencia. Obviamente esta está correlacionada con el tiempo de trabajo siendo la finalidad última que la curva de aprendizaje no se haga en su totalidad en el puesto de trabajo.

Analizando cuantitativamente la Encuesta sobre Población Activa para Canarias, según las últimas cifras disponibles mostradas en el tercer trimestre de 2019, desde la perspectiva de la tasa de paro, es decir, combinando el desempleo con las personas que activamente buscan trabajo por nivel de formación y sexo, la mayor tasa de paro se ubica en la mujer con estudios en Educación Primaria finalizada, seguida de la mujer con estudios finalizados en la primera etapa de Educación Secundaria. Por otro lado, la menor tasa de paro se ubica en el hombre con Educación Superior. Visto lo visto, existe una correlación negativa entre formación y tasa de paro, de forma que, a mayor nivel de educación, menor tasa.

Si dicho análisis cuantitativo lo hacemos desde la perspectiva de la ocupación, en el mismo periodo de tiempo analizado, el contingente más numeroso se ubica en las personas con Educación Superior, teniendo mayor presencia la mujer. Le siguen aquellas que han finalizado la primera etapa de Educación Secundaria. En este sentido, por un lado, la formación minimiza la brecha entre sexo, mientras que alta rapidez en saturación de puestos de trabajo de alta cualificación hace que el concepto de subempleo aparezca, de forma que se da una cierta polarización formativa de acuerdo con los puestos de trabajo que se van a cubrir.

Así que, en definitiva, hay que continuar con las políticas activas de empleo centradas en aquellos colectivos de personas que tienen mayores deficiencias en materia de empleabilidad o de mayor riesgo de exclusión, en combinación con el resto de las políticas económicas incentivadoras de la inversión sobre la actividad productiva. De hecho, cualitativamente están las personas menores de 30 años y cuantitativamente, las que se ubican por encima de 45 años, teniendo en cuenta siempre que hay que minimizar la desconexión de las relaciones laborales entre que se pierde un empleo y se consigue otro, sin olvidarnos que no son datos, son personas.

No esperemos que las personas tengan la potestad de saber hacerlo todo, ni en tiempo ni en forma. Por eso, cuando se habla de formación se habla de adaptabilidad porque los requerimientos, y mucho menos los conocimientos, no permanecen inalterables a lo largo del tiempo. Éstos se posicionan ante una realidad social cambiante, generando un reto que demanda nuevas soluciones. Cuando hay necesidades de horas de trabajo porque existen carteras de pedido que se deben satisfacer, la estructura económica podrá absorber la parte de la población que activamente está buscando empleo acoplando los perfiles idóneos para cada uno de los puestos de trabajo.

Ahora bien, si analizamos la situación desde el otro lado del mercado, es decir, desde la demanda de empleo, hay diferentes tipos dependiendo de su capacidad aptitudinal, pero también de la actitudinal. De hecho, la personas con mayor capacitación profesional con altas dosis de formación especializada es la menos numerosa y la que más velocidad tienen a la hora de ser acreedores de un puesto de trabajo, siendo los perfiles que promocionan de forma continua, tanto en mercados internos de trabajo, como en la mutación transversal en relación con su profesión. Le siguen aquellas personas que adquieren la formación reglada general. Su volumen es superior y su velocidad de obtención de un empleo es algo más lenta, aunque el mercado termina por absorberla. Luego están las que tienen un itinerario formativo con lagunas importantes lo que le impide acceder de forma rápida y eficaz a las diferentes oportunidades que el mercado pudiera ofrecer. Eso sí, puedes cambiar de tipo de segmento porque la formación no es un hecho previo a un empleo. La formación es consustancial a nuestra vida.