“Nuestro planeta está al borde del abismo. Los ecosistemas están colapsando”. La frase, de una contundencia incuestionable, es del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres. La pronunció hace poco más de dos semanas en Nairobi (Kenia), durante la VI Asamblea de Naciones para el Medio Ambiente, una reunión convocada ante la necesidad urgente de llegar a acuerdos entre Estados para hacer frente a lo que Naciones Unidas denomina ‘la triple crisis planetaria’: el cambio climático, la pérdida de naturaleza y la contaminación.
En esa reunión, los Estados Miembros se comprometieron en una declaración final de una quincena de resoluciones a impulsar todos los esfuerzos multilaterales posibles, y cito textualmente, con “medidas eficaces, inclusivas y sostenibles” para frenar el cambio climático, restaurar y proteger la biodiversidad, crear un mundo libre de contaminación y afrontar los enormes problemas de desertificación, degradación de las tierras y suelos, la sequía y la deforestación.
Tras los acuerdos de la última Conferencia de las Partes, la COP 28, que señalaron el inicio del fin de los combustibles fósiles ante la gravedad del impacto que ya percibimos día a día con el cambio climático, este tipo de cumbres siguen marcando avances, y ayudan a visibilizar que estos efectos son especialmente duros e implacables en el continente africano. De ellos he escrito ya en varios artículos anteriores: las sequías prolongadas terminan con lluvias torrenciales y extremadamente peligrosas que el castigado suelo no puede asumir, contribuyendo a la mayor erosión y desertificación. El aumento de las temperaturas tiene consecuencias directas en los movimientos de población, incluso en la conflictividad, ya que en zonas como el Sahel impacta directamente en la falta de oportunidades de jóvenes que acaban encontrando el sustento y su plato de comida en las economías criminales que fomentan organizaciones yihadistas.
Y además del impacto en la vida, con situaciones que ponen a prueba la resiliencia de las personas, los impactos del cambio climático y las medidas necesarias para combatirlo son terriblemente caras, y Estados en evidente situación de fragilidad tienen muy complicado poder invertir en la mitigación del cambio climático.
De hecho, a diario tenemos noticias de nuevos informes y estudios que así lo atestiguan. Uno, recientemente, nos decía que mientras China (uno de los mayores contamindores del planeta) debería incrementar su inversión en mitigación (las medidas de adaptación y transición energética) por un valor del 2% de su Producto Interior Bruto para lograr sus objetivos hasta 2030, países africanos como Camerún deberían invertir hasta un 9% de su PIB, o un 8% los países de nuestro vecino Sahel.
Por ello, el mundo considera necesario un esfuerzo colectivo, y no dejarlo en exclusiva todo en manos de los Estados. Y que desde las empresas privadas, desde la emprendeduría, se puedan dar pasos de gigante en lograr impactos beneficiosos para el conjunto de la sociedad. Algo que es lo que precisamente intentamos hacer esta semana en Casa África, al organizar una jornada sobre Lazos de cooperación y emprendimiento verde para poner en contacto a africanos y españoles en este sector.
Lo hicimos en el marco de nuestra alianza (a través de un fructífero convenio de colaboración) con la Fundación Biodiversidad,
en un encuentro en el escuchamos a emprendedores africanos verdes (es decir, con un modelo de negocio enfocado en el impacto ambiental y su aportación a la lucha contra el cambio climático y por el desarrollo sostenible) en ámbitos como la agricultura, la
industria, la Investigación y Desarrollo o los servicios.
Viajaron a Las Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, Afomia Andualem, una emprendedora etíope con una empresa de empaquetado sostenible, con material reciclado, o el zambiano Harry Malichi, que nos contó cómo una cooperativa de productores de miel está luchando de forma efectiva contra la deforestación. Escuchamos también a Ben Okonkwo, un nigeriano responsable del área de sostenibilidad de la Fundación Tony Elumelu, una de las principales fundaciones filantrópicas africanas, que hasta hoy ha ayudado a 19.000 emprendedores africanos a sacar adelante ideas de negocio y que priman las propuestas verdes.
Y a estos amigos africanos les dimos a conocer iniciativas empresariales verdes españolas y canarias, como la isleña AguaNiebla, que consigue recoger el agua de la niebla, presentada por su director técnico, Ricardo Gil, o el fantástico trabajo de la empresa Fibras Naturales Canarias de reciclar las fibras de las plataneras para varios usos que nos presentó su fundador, Néstor Santiago.
A todos ellos, la Fundación Biodiversidad, por voz de su coordinador del Área de Economía y Empleo Verde, el canario Nicolás Ojeda, les contó que este organismo vinculado al Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, publicará la próxima semana la convocatoria de subvenciones ‘Empleaverde+’, dirigidas a personas desempleadas, trabajadoras y emprendedoras para contribuir en nuestro país a construir una economía climáticamente respetuosa, circular y eficiente en el uso de los recursos.
Un total de 30 millones de euros en ayudas, financiados por el Fondo Social Europeo, con los que a través de la capacitación se fomentarán negocios con enfoque verde y sostenible. “El objetivo es fomentar el espíritu emprendedor y dar las herramientas para poder abrir un negocio que sea sostenible y verde, un ámbito bastante amplio, que no sólo se circunscribe a las renovables y que tiene un potencial enorme, tanto en Europa como en África”, afirmó.
La jornada puso ideas en común para fomentar que en todo este llamado ‘ecosistema’ de la emprendeduría verde se generen las sinergias posibles para poner en contacto a africanos y españoles. África tiene un potencial enorme en el desarrollo de negocios y emprendeduría con perspectiva ecológica. Y como les contaba al principio, las dificultades que conlleva el cambio climático constituyen una enorme oportunidad para que el sector español en este ámbito pueda ser útil y transmitir, compartir y explorar las múltiples posibilidades existentes para llevar adelante negocios en un continente que no para de crecer y al que el mundo ha puesto sus ojos, tanto por su numerosa población joven como por el potencial de su territorio y naturaleza.
La emprendeduría con perspectiva verde aúna la posibilidad de hacer negocios en el continente vecino con la aportación a algo fundamental de lo que depende nuestro futuro: el combate al cambio climático a través de la adaptación de toda su economía al respeto máximo por el medio ambiente.
En el cierre de la jornada, Nicolás Ojeda y la gerente de Casa África, Ana María Hernández, destacaron dos frases pronunciadas
durante la jornada como colofón a un intenso, y muy verde, día. La primera, “la cooperación como obligación” ante el escenario que el mundo tiene por delante, y la segunda, “la naturaleza como oportunidad de emprendimiento”, por todas estas maravillosas oportunidades que ofrecen España, Canarias y el continente africano.