Espacio de opinión de Canarias Ahora
Se equivocó el presidente
Si bien no cabía esperar “nada relevante” de la tan demandada comparecencia de Rajoy en relación al caso PP (más conocido como caso Bárcenas), confieso que me pegué, enterita, la sesión parlamentaria.
No albergaba muchas expectativas en virtud de un posible ataque de dignidad y ética por parte del presidente o de una valiente y decidida actuación por parte de los grupos de la oposición, pero sentía la curiosidad ?la de un estudiante de sicología- por descifrar el sentido oculto de las frases y escudriñar hasta la expresión no verbal de los oradores; la puesta en escena; el comportamiento de los diferentes grupos parlamentarios; los tics nerviosos de cada uno o una de nuestros formales representantes.
En resumen, el presidente se declaró “equivocado” en su ejercicio de confianza hacia su ex tesorero y hasta esbozó un amago de disculpa ? según él, por ser tan “bien nacido” y amigo de sus amigos, hasta el final-. Ni en sus palabras, ni en sus gestos, apareció asomo alguno de serio arrepentimiento o una mínima asunción de responsabilidad. Más bien se mostró demasiado altanero para quien reconoce haber cometido “errores” y espera condescendiente comprensión. Sin dar explicaciones sostenibles sobre su dudosa relación con el “amigo” Luis ?ayer hombre de entera confianza en el partido, hoy apestado delincuente, indigno de credibilidad para el común pepero- se reveló encantado de conocerse y exclamó “así soy yo” (sólo le faltó rematarlo con un “y viva la madre que me parió”).
Se escondió tras varios y significativos “no me consta” y se lavó las manos ?a lo Poncio Pilatos- colocando en el terreno de “lo personal” la decisión de demostrar transparencia patrimonial y retributiva por parte de sus señorías ?hay quien advierte, en esas palabras, la posible presentación de chivos expiatorios en los próximos días o semanas-.
Redondeó su evasivo discurso con tres líneas argumentales de guión:
Acudió a la efectiva y recurrente estrategia del “y tú más”.
Intentó generar confusión y miedo, haciendo equivaler el cuestionamiento al gobierno con un jaque al estado ?incluyendo una directa amenaza sobre la reacción de los poderes económicos transnacionales-.
Reiteró el apoyo recibido en las urnas (“¿No querías caldo? Pues toma dos tazas”) para justificar que no presentará la dimisión, ni convocará elecciones anticipadas, sino que y por el contrario, piensa seguir adelante y aplicando su programa de medidas “que más pronto que tarde nos sacará de la crisis”. En este punto, culminó la vacía perorata con un llamamiento al cierre de filas, en torno suyo y de su gobierno, de los españoles “sensatos y laboriosos” (quienes nos situamos en frente pasamos a ser, directamente, descerebrados haraganes antipatriotas).
Hasta aquí, todo era imaginable ?incluido el espectáculo que brindaba la bancada azul, aplaudiendo a rabiar (hasta con las orejas) cada frase del presidente-. Sin embargo y a pesar de no esperar gran cosa por parte de la oposición, debo reconocer que, salvo excepciones, me resultó decepcionante: En la mayoría de los casos parecía como si los oradores estuviesen dando explicaciones, en lugar de exigirlas. Hasta hubo alguna intervención que tuvo más de imploración que de demanda y, en general, daba la sensación que no había más objetivo que el de obligar a Mariano a hacer acto de presencia (como si se tratara de una penitencia compartida). Sus señorías no pueden ser tan cándidos como para confiar en que hablase ?lo que se dice hablar- y mucho menos que se reconociera culpable y ofreciera su cabeza.
Si no existía un “Plan B”; si toda la dinamita de la que disponían los grupos parlamentarios opositores era esa; si ahora el parlamento cuelga el cartel de “cerrado por vacaciones y hasta la próxima misa”; se habrá brindado un magnífico balón de oxígeno a este gobierno, al que poco importa quedar en entredicho, pues se siente intocable y, ahora, reconfortado con la energía derramada por su propia claque rompiéndose los dedos a palmadas, puede esperar tranquilo a que el fútbol y la liga pongan las cosas en sus sitio.
El propio presidente, saco a relucir finalmente su sonrisa y terminó su comparecencia diciendo algo parecido a esto: “¿Qué me van a qué?... ¡Ja!... ¿Ustedes y cuántos más?”.
Haciendo zapping me encontré al politólogo Juan Carlos Monedero, como contertulio en uno de tantos informativos especiales y me resultó cristalino: “A la vista de lo visto, está claro que los cambios no podemos esperarlos ni del gobierno, ni de las cámaras de representantes, sino que tendremos que conquistarlos entre todos en las calles”.
Si bien no cabía esperar “nada relevante” de la tan demandada comparecencia de Rajoy en relación al caso PP (más conocido como caso Bárcenas), confieso que me pegué, enterita, la sesión parlamentaria.
No albergaba muchas expectativas en virtud de un posible ataque de dignidad y ética por parte del presidente o de una valiente y decidida actuación por parte de los grupos de la oposición, pero sentía la curiosidad ?la de un estudiante de sicología- por descifrar el sentido oculto de las frases y escudriñar hasta la expresión no verbal de los oradores; la puesta en escena; el comportamiento de los diferentes grupos parlamentarios; los tics nerviosos de cada uno o una de nuestros formales representantes.