Espacio de opinión de Canarias Ahora
Espoo Ciné 2012: Madres imperfectas
De una forma u otra, los responsables de seleccionar las películas que componen las distintas secciones gustan de presentar historias que te hagan pensar, más allá del mero entretenimiento que supone disfrutar de dos horas en una sala cinematográfica.
Por dicha razón, no es inusual encontrar cintas que traten temas muy determinados, vistos bajo el prisma de realizadores de distintas nacionalidades y culturas, circunstancia que enriquece a quienes asisten a las distintas proyecciones. Este año, uno de los temas más recurrente fue el de la maternidad y las no siempre sencillas relaciones entre las madres y sus hijos.
El primer ejemplo llegó de la Francia de la libertad y la igualdad, de la mano de la realizadora Ursula Meier con su película L'enfant D'en Haut. La cinta plasma una de esas realidades que muchos se empeñan en negar; es decir, ser madre no significa tener el libro con todas las respuestas, ni saber qué hacer, una vez nacido el niño. Ser madre es una responsabilidad SOBRESALIENTE, con mayúsculas, responsabilidad que la madre de Simon, el protagonista de la cinta, ignora desde el minuto uno.
Por contrapartida, Simon es un niño obligado a soportar la presión de tener que ser el cabeza de una familia compuesta por él mismo y su madre, quien, lejos de ayudar, sólo lo presiona más con su falta de sentido. Su insensatez es tal que llega a simular que ella no es la madre de Simon, sino su hermana mayor y que es ella quien lo “cuida” mientras sus padres están de viaje continuo.
La realidad, como muy bien plasma la película, es bien distinta. Simon es un pícaro del siglo XXI, acostumbrado a sobrevivir con los beneficios que le reportan los robos que comete en una estación de esquí que está cerca de su casa. Sus tácticas en el arte del latrocinio, muy bien desarrolladas para alguien de tan solo 12 años, le reportan, en la mayoría de los casos, suficiente efectivo como para comprar comida y “papel de baño”, tal y como le confiesa a un camarero que lo descubre robando esquíes en una de las dependencias del complejo deportivo.
Lo peor del caso es que, lejos de ayudarle, el camarero, como otros muchos de sus compañeros, no duda en aprovecharse del niño, chantajeándolo o comprándole mercancía robada sólo unos minutos antes. De esta forma, Simon vive una existencia condicionada por su precario modo de vida, sin nadie que, realmente, se preocupe por sus necesidades vitales.
El colmo del disparate viene cuando su patética madre le llega a “vender” la posibilidad de poder estar a su lado, durante una noche en la que el niño busca calor humano y la comprensión de una madre que ni está, ni le interesa estar. A la mañana siguiente, Simon comprobará que su madre prefiere una buena borrachera con cualquiera de sus no menos patéticos novios, antes que preocuparse de las necesidades de su hijo.
L´enfant D'en Haut pone sobre la mesa muchas de las carencias de una sociedad en la que cada cual va a lo suyo y nadie se preocupa por lo que le pueda pasar al resto. Simon está solo, sin que nadie se dé cuenta de sus carencias y, encima, ni la administración pública y ni los servicios sociales parecen darse cuenta de la situación.
En parte, todo esto es una dura crítica al desmantelamiento de buena parte del estado del bienestar, perpetrado por el anterior gabinete conservador galo, aunque situaciones como ésta se repiten en todas las partes del globo.
La realizadora termina la película con una agridulce secuencia, la cual te ayuda a digerir un poco lo visto, pero que no disipa las dudas sobre un desenlace tal trágico como predecible.
Junto a L´enfant D'en Haut muy bien se podría colocar Varasto, película finlandesa que presenta a una madre igualmente descerebrada e inútil, aunque vista bajo la óptica de su circunstancial pareja masculina en la aventura de tener niños.
Y digo circunstancial, porque, ni en la peor de sus pesadillas, Rousku, el protagonista de la cinta, se hubiera imaginado que acabaría siendo el padre de una niña con Karita, su insustancial compañera de trabajo. Ambos eran amantes ocasionales, aunque sin mayores ataduras, y, a decir verdad, salvo la cama, pocas cosas los ataban.
Por otra parte, Rousku convive con Raninen, su compañero de fatigas en el almacén de una empresa de suministros para empresas de construcciones. Sus jornadas trascurren sorteando el tedio de una existencia sin mucho futuro, salvo por los trapicheos de Rousku con un viejo anarquista, amigo de su padre y empeñado, éste, en esquilmar a los ricos en beneficio propio.
Con un universo tan limitado, la noticia -la bomba, más bien- del embarazo de Karita sacude los endebles cimientos de la vida de Rousku y le obliga a cambiar su forma de vida, adaptarse a la vida en pareja y un sinfín de pequeños cambios.
Lo mejor del caso es que Karita, lejos de tratar de cambiar su actitud por el hecho de ser madre, continua siendo la cabeza hueca que presume no haber leído un libro en su vida y de pasar todo su tiempo libre viendo programas para “lerdos” en televisión.
Uno llega a entender la razón de su falta de instinto maternal, luego de ver su madre y al cabestro que vive con ella. No obstante, Karita simboliza a esas mujeres que mejor nunca, nunca tuvieran un niño ante su incapacidad manifiesta.
Al final, será Rousku quien, por una serie de circunstancias, podrá a cada cual en su sitio, tanto al anarquista de salón que pone en peligro su trabajo, como a la descerebrada de su mujer, asumiendo la responsabilidad de su nueva situación de una forma que Karita ni siquiera se plantea.
Varasto no es sólo una ácida visión sobre la nada perfecta sociedad finlandesa, tan llena de problemas como cualquier sociedad contemporánea, sino una sátira nada disimulada sobre los tópicos que se tienen acerca de quien asume, y quien no, la responsabilidad de ser padre. En este caso, es el varón el que SÍ asume su rol paternal, mientras que la hembra nunca abandona “el mundo piruleta” en el que lleva viviendo de su más tiernas infancia.
Al final, será la niña la que nos cuente en qué ha terminado todo, mucho mejor de lo que cualquiera se pudiera haber imaginado, a diferencia de la película francesa anteriormente comentada.
Otras películas del festival también trataron los problemas de relación entre personas de una misma familia, aunque lo comentaré en la siguiente columna.
Eduardo Serradilla Sanchis
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