Espacio de opinión de Canarias Ahora
Eterna Catalunya
Hace más de medio siglo que hice la mili en Catalunya, en Tremp, Lleida, a tiro de piedra de la frontera francesa, y allí nos reunimos universitarios de todo el estado español, y por supuesto muchos catalanes. En el pueblo de Tremp, unos cinco mil y pico habitantes, alquilamos una casa a una señora cuatro canarios para cambiarnos a ropa de paisano, dejar nuestras cosas y tener una base donde organizarnos en los días de permiso.
Un buen día cuando del campamento nos dirigíamos a la casa, un grupo de niños catalanes charlaban y dos policías armados (grises) les llamaban al orden español, hasta que uno de los grises le arreó un fuerte cogotazo a uno de los niños gritándole: “¡habla en cristiano cabrón!” Obviamente, los niños hablaban en su idioma, el catalán, pero a los grises no les gustaba eso, querían que hablaran en castellano, y en aquella época mucha gente mayor del pueblo sólo hablaba catalán y prácticamente desconocía el castellano. Esa imagen de un gris franquista dándole un cogotazo a un niño de unos doce años porque hablaba su idioma materno siempre me acompaña cuando evoco a Catalunya.
Como en el campamento coincidí con muchos universitarios catalanes, y en nuestras correrías, incluso las militares (marchas de subsistencia que organizaba nuestro capitán) pude conocer a muchos pageses (campesinos), y luego en los permisos en Barcelona conectaba con la urbe y toda clase de personas. Puedo decir que llegué a conocer al pueblo catalán en casi todos sus estamentos en una época en la cual no se podía decir Lleida, sino Lérida, ni Girona, sino Gerona, y en todos los estamentos oficiales era obligatorio el castellano y prohibido el catalán que se hablaba mayormente en casa. Un buen amigo barcelonés de la mili me contaba que sus padres tenían miedo todavía de hablar en catalán “no te digo nada en los años 40, te podían enchironar si hablabas en catalán”.
Para no enrollarlos demasiado con mis vivencias militares, hago playback, manifiesto mi disconformidad con la sentencia del process, y releo el artículo del catedrático de Derecho Penal, Nicolás García Rivas, “El autoritarismo nada disimulado de una sentencia histórica”, y también al profesor de Filosofía del Derecho, José Luis Martí, su trabajo “Un exótico Derecho. Protesta y sedición en la sentencia del process”, y muy recomendable “La sentencia: aspectos cuestionables” del catedrático de Derecho Penal, Joan Carles Carbonell. No menos críticos son artículos del catedrático de Derecho Constitucional, Javier Pérez Royo, un sevillano que ha puesto en solfa al Tribunal que condenó a Oriol Junqueras y demás presos políticos catalanes.
Eterna Catalunya. Me da la impresión que cuando ya no esté por estos mundos se seguirá hablando del “problema catalán”, y por supuesto dentro de poco se unirá de nuevo el “problema vasco”, y de oca a oca y tiro porque me toca. España está cometiendo un grave error no dejando a Catalunya que ejerza su derecho a decidir, y ese tapón hace que la olla a presión pueda estallar en cualquier momento. Posiblemente haya estallado ya con el Tsunami Democratic. Gran Bretaña, con un gobierno del Partido Conservador, permitió a Escocia hacer un referéndum en 2014, y Canadá también con un gobierno de derechas conservador ha permitido dos referéndum a Quebec, en 1980 y 1995, y en ambos casos los independentistas escoceses y los quebequenses perdieron sus referéndum y dicen los expertos, historiadores y comunicólogos que el gran acierto fue el de los gobiernos británico y canadiense de permitir el derecho a decidir. España es diferente, y ahora mismo Pedro Sánchez, el PSOE, está haciéndole el juego a Pablo Casado, al Partido Popular, y esto le puede costar caro a los socialistas. De momento según la encuestas parece que el PSOE sólo podrá gobernar con el apoyo del Partido Popular, o elecciones de nuevo en febrero o marzo del año próximo. De oca a oca y tiro porque me toca.
Hace más de medio siglo que hice la mili en Catalunya, en Tremp, Lleida, a tiro de piedra de la frontera francesa, y allí nos reunimos universitarios de todo el estado español, y por supuesto muchos catalanes. En el pueblo de Tremp, unos cinco mil y pico habitantes, alquilamos una casa a una señora cuatro canarios para cambiarnos a ropa de paisano, dejar nuestras cosas y tener una base donde organizarnos en los días de permiso.
Un buen día cuando del campamento nos dirigíamos a la casa, un grupo de niños catalanes charlaban y dos policías armados (grises) les llamaban al orden español, hasta que uno de los grises le arreó un fuerte cogotazo a uno de los niños gritándole: “¡habla en cristiano cabrón!” Obviamente, los niños hablaban en su idioma, el catalán, pero a los grises no les gustaba eso, querían que hablaran en castellano, y en aquella época mucha gente mayor del pueblo sólo hablaba catalán y prácticamente desconocía el castellano. Esa imagen de un gris franquista dándole un cogotazo a un niño de unos doce años porque hablaba su idioma materno siempre me acompaña cuando evoco a Catalunya.