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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Examen de conciencia parlamentario

Las fechorías parlamentarias sorianas, prolongación de las que se conocen de su paso por el Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo grancanario, figuran entre las causas del desprestigio de la cámara. A ellas se une su incapacidad para reformar una ley electoral que impide a miles de ciudadanos verse representados y para realizar un mínimo análisis crítico de la actual organización administrativa que ha reforzado la centralización intervencionista e insularera de un Gobierno penoso. Esos son los graves problemas, constituyentes por así decir, de los que derivan todos los demás y que están en el arranque de lo que no sé si es alejamiento ciudadano o distanciamiento de una clase política infumable. La contribución de Soria es notable.

Hoy está mal visto hablar de política. No es de buen tono. Sólo mentarla lleva a los interlocutores a la significativa fricción de las yemas de los dedos pulgar e índice con que creen decirlo todo antes de la invitación a cambiar de tema. Una percepción que sería injusta para la mayoría de los políticos si no fuera por su pasividad al combatir lo que hay sólo de boquilla y en la intimidad; como el catalán hablado de Aznar. El resultado es la degradación de la vida pública que no figuró en el orden del día del examen de conciencia.

Las fechorías parlamentarias sorianas, prolongación de las que se conocen de su paso por el Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo grancanario, figuran entre las causas del desprestigio de la cámara. A ellas se une su incapacidad para reformar una ley electoral que impide a miles de ciudadanos verse representados y para realizar un mínimo análisis crítico de la actual organización administrativa que ha reforzado la centralización intervencionista e insularera de un Gobierno penoso. Esos son los graves problemas, constituyentes por así decir, de los que derivan todos los demás y que están en el arranque de lo que no sé si es alejamiento ciudadano o distanciamiento de una clase política infumable. La contribución de Soria es notable.

Hoy está mal visto hablar de política. No es de buen tono. Sólo mentarla lleva a los interlocutores a la significativa fricción de las yemas de los dedos pulgar e índice con que creen decirlo todo antes de la invitación a cambiar de tema. Una percepción que sería injusta para la mayoría de los políticos si no fuera por su pasividad al combatir lo que hay sólo de boquilla y en la intimidad; como el catalán hablado de Aznar. El resultado es la degradación de la vida pública que no figuró en el orden del día del examen de conciencia.