Espacio de opinión de Canarias Ahora
El Frontex, ese desconocido
Los casi diecisiete mil habitantes de la Vega de San José, anda soliviantados, pues, aparte de lo que ellos consideran una infracción grave sobre la ordenación del territorio, el dedicar dicha parcela al referido equipamiento, ya que en el Plan General de Ordenación Municipal, figura la misma, como Espacio Libre. Los lideres del movimiento vecinal, consideran que la infracción va más allá del PGO, pues también se ve alterado el Plan Parcial de San Cristóbal, en concreto el Sector IV de dicho plan. El malestar se ve incrementado por lo que los vecinos consideran, un sistemático ninguneo por parte de las autoridades civiles y militares, que no les ofrecen razones convincentes. Sí a ello añadimos lo que subyace entre los vecinos más próximos a la obra, con el concebido temor a las radiaciones y campos magnéticos, que las instalaciones generan; ya tenemos el material suficiente para mantener viva la “hoguera” del indisimulado temor a verse afectados por graves dolencias que pudieran afectar a la salud de sus convecinos.
A nadie se le esconde, que el debate suscitado sobre la telefonía móvil y sus repetidores, se relaciona de inmediato con toda instalación en la que la electrónica esté presente, y, el caso que nos ocupa, es uno más, de los que las nuevas tecnologías, despiertan entre la ciudadanía, y que se fundamenta en un debate, en el que la disparidad de criterios, sobre la toxicidad de las radiaciones, están en el centro del mismo. Podríamos aquí equiparar esa psicosis, con la que, aún sigue latente, relativa a los cultivos transgénicos. Quizás ha llegado la hora, para que los expertos en la materia, que son muchos los que tenemos entre nosotros; se sienten en una mesa de debate, y pongan las cosas en su sitio.
Por muchos estudios, por muchas teorías, por muchos grupos organizados que mantenga latente, el temor entre la ciudadanía, a los “terribles” efectos de dichos avances; no dejan de ser posiciones interesadas. Nadie les va a negar que a determinadas personas con una especifica genética, los efectos e influencia de los campos magnéticos y la radiofrecuencia pudieran afectarles; pero no deja de ser cierto, que millones de profesionales en todo el mundo, se han pasado su vida laboral, sometidos a las mismas, y un elevado porcentaje, mueren de viejo con una salud de hierro. Y no lo digo, por transmitir tranquilidad. Lo he vivido en primera persona. Desde los dieciséis años, he trabajado como telegrafista, he estado sometido a radiaciones, en jornadas de 24 horas, prácticamente bajo los equipos; y la única dolencia padecida y atribuida a los efectos, ha sido una migraña. Dolencia que me ha desaparecido, una vez jubilado. No intento con ello desacreditar ni poner en tela de juicio las investigaciones realizadas sobre éste campo; pero si pido que por quién corresponda se informe con todo detalle, a los vecinos, que padecen un “sin vivir” atenazados por el temor de enfermar. Creo que es lo que menos se puede pedir, a un país que sufrió el yugo del silencio y el desprecio durante muchas décadas; y que hoy, exigen de los poderes públicos una información veraz de lo que acontece en el entorno de su cotidiana vida.
Antonio Ortega Santana
Los casi diecisiete mil habitantes de la Vega de San José, anda soliviantados, pues, aparte de lo que ellos consideran una infracción grave sobre la ordenación del territorio, el dedicar dicha parcela al referido equipamiento, ya que en el Plan General de Ordenación Municipal, figura la misma, como Espacio Libre. Los lideres del movimiento vecinal, consideran que la infracción va más allá del PGO, pues también se ve alterado el Plan Parcial de San Cristóbal, en concreto el Sector IV de dicho plan. El malestar se ve incrementado por lo que los vecinos consideran, un sistemático ninguneo por parte de las autoridades civiles y militares, que no les ofrecen razones convincentes. Sí a ello añadimos lo que subyace entre los vecinos más próximos a la obra, con el concebido temor a las radiaciones y campos magnéticos, que las instalaciones generan; ya tenemos el material suficiente para mantener viva la “hoguera” del indisimulado temor a verse afectados por graves dolencias que pudieran afectar a la salud de sus convecinos.
A nadie se le esconde, que el debate suscitado sobre la telefonía móvil y sus repetidores, se relaciona de inmediato con toda instalación en la que la electrónica esté presente, y, el caso que nos ocupa, es uno más, de los que las nuevas tecnologías, despiertan entre la ciudadanía, y que se fundamenta en un debate, en el que la disparidad de criterios, sobre la toxicidad de las radiaciones, están en el centro del mismo. Podríamos aquí equiparar esa psicosis, con la que, aún sigue latente, relativa a los cultivos transgénicos. Quizás ha llegado la hora, para que los expertos en la materia, que son muchos los que tenemos entre nosotros; se sienten en una mesa de debate, y pongan las cosas en su sitio.