Según el Canciller alemán Scholz esta es la Guerra de Putin y no de Rusia. La misma retórica viene de las declaraciones de Biden en la Casa Blanca. Las explicaciones del presidente ruso son que ha respondido a la llamada de las nuevas repúblicas que se han separado de Ucrania y que trata así de impedir el “genocidio” que gobierno y ejercito ucranianos estaban llevando a cabo. Al mismo tiempo, no se cansa de repetir que no se trata de una invasión y que la “operación militar especial” durará solamente lo necesario hasta lograr los objetivos propuestos. Estos son: impedir que Ucrania se haga con una bomba atómica y por eso ocupa Tchernobyl militarmente. Y evitar la entrada ucraniana en la OTAN y acabar con el genocidio de la población de millones de rusos ucranianos.
La intervención rusa en Ucrania ha causado ya decenas de muertos y centenas de heridos. Moscú asegura que no ataca ciudades y que no existe amenaza para la población civil pacífica. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha ordenado a su Ejército causar “las mayores pérdidas posibles al invasor” ruso. Además, el gobierno de Kiev ha hecho un llamamiento a las armas a los voluntarios de las Unidades de Defensa Territorial. Por su parte, Vladímir Putin repite hasta el cansancio que son pueblos hermanos con una historia común milenaria.
Mientras tanto, la comunidad internacional movilizada por los Estados Unidos reacciona a la ofensiva desde el primer momento y se intensifican los contactos entre gobiernos pro-occidentales para afrontar la situación, empezando con duras sanciones económicas. Pero en ciertos comentadores aparece la desconfianza hacia las afirmaciones de defensa de derechos humanos, democracia y respeto del derecho internacional. Y yo me pregunto si la retirada unilateral por Biden de las tropas americanas de Afganistan y su abandono a manos de los antes vilipendiados “terroristas talibanes” no formaron parte de un plan de reavivar la hegemonía americana en Europa trasladando aquellas tropas al viejo continente. En cualquier caso, la OTAN parece haber resucitado.
El profesor titular de la Universidad Jaume I de Castellón, Andrés Piqueras, ha señalado como algunos de los principales obstáculos que han llevado al mundo a esta “dramática situación” en Ucrania se deben a “el caso omiso” de Occidente a las demandas de seguridad de Rusia y el hecho de que Occidente ha estado “saboteando y riéndose de los acuerdos de Minsk continuamente”. Desde Trump claramente, pero ya incluso con Obama (que no se disculpó sino que justificó el que sus servicios secretos controlaran las conversaciones de la entonces canciller Angela Merkel) se ha visto que los Estados Unidos van a lo suyo tanto si proclaman, como Trump, “America First” como si lo silencian.
Los Estados Unidos siguen comprando gas a Rusia pero han obligado a Alemania a frenar la construcción del oleoducto directo que hubiera abaratado los precios en momentos en que los precios de la energía suben, tanto por la pandemia Covid como por la crisis económica. Todas las sanciones económicas a Rusia perjudican en primer lugar Europa y a Alemania particularmente.
Más de 15 países están sometidos a sanciones económico-políticas yanquis, mientras países como Israel en su conflicto con Palestina y formas medievales como Arabia Saudí, así como otros regímenes antidemocráticos no reciben ni siquiera una amonestación verbal. Y cortan la libertad de prensa cuando, de hecho ,sólo las agencias americanas de noticias monopolizan el mercado informativo. Hablar de pluralidad es ficticio cuando todos repiten la misma cantinela.
A la repetida exigencia del Kremlin de parar la ampliación de la OTAN, tanto los Estados Unidos como el Reino Unido dijeron que Ucrania era un país soberano y podía entrar en la OTAN. Putin respondió duramente diciendo que cuando sería la reacción americana si ellos pusieran cohetes en México o en la frontera con Canadá. Y recordó el conflicto Kennedy-Kruschof de 1962 cuando los rusos instalaban bases de cohetes en Cuba. Los rusos abandonaron el proyecto para evitar un escalada del conflicto a cambio de que los USA retiraran sus misiles de Turquía.
Evidentemente, con la agresión rusa a Ucrania tenemos un quebrantamiento de los acuerdos del Derecho Internacional aceptados. Y esto es así aunque la parte rusa alegue que esa ha sido la conducta que Estados Unidos ha practicado tanto en Irak, mintiendo desde la tribuna de la ONU durante el gobierno de George Jr. Bush, tanto como en la intervención militar que terminó desmembrando a Yugoslavia, o más tarde en Libia, en Afganistan, Siria, etc.
Los USA ven amenazada su hegemonía mundial por China económica y militarmente y tratan de restablecer su poderío en Europa como base exterior del conglomerado angloamericano. En cualquier caso, la intervención rusa en Ucrania crea una nueva situación tanto en Europa como en el mundo reavivando la aparentemente dormida Guerra Fría.
Como ciudadanos de esta Europa que llamamos “mundo libre” no nos queda otra alternativa que analizar fríamente los hechos y no creer la mentiras de unos u otros, ya que ni Putin es un santo de la ortodoxia rusa ni el católico Biden ha sido llevado a los altares. Tampoco el que Putin llama “régimen de Kiev” es un dechado de virtudes. Desde la separación de Ucrania de la Rusia soviética tras el fracasado golpe contra Gorbachov y la toma del bastón de mando por el alcohólico Yeltsin y el desmoronamiento de la URSS, en Kiev ha dominado un grupo oligárquico y se ha instalado un régimen corrupto constatado por las autoridades europeas democráticas. El régimen de Ucrania era corrupto antes, durante y después del golpe de estado de la llamada “revolución naranja” que esa sí fue aceptada porque estaba dirigida contra Rusia.
Los diversos presidentes ucranianos han sido llevado sucesivamente a los tribunales. Y así los allegados al presidente anterior al actual Selensky habían tenido negocios con el hijo del entonces vicepresidente Biden del gobierno Obama (lo que Trump trató de utilizar para ganar las elecciones). Y el mismo Selensky ha sido financiado por el grupo bancario oligárquico contrario.
En cualquier caso, la guerra, sea sólo de la guerra de Putin o una guerra que goce de amplios y mayoritarios apoyos en Rusia, la guerra está en marcha. Y es de esperar que no se transforme en europea o mundial porque eso sería un desastre en el que no habría vencedores sino en que todos seríamos víctimas de la guerra atómica. El diálogo está roto. Entre las oligarquías anda el juego: sean rusos, ucranianos o americanos. Pero antes de caer colectivamente al abismo bélico hay que mantener las negociaciones porque, nos guste o no, se ha producido un giro en la historia que nos llevará a un nuevo orden internacional.