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¿Te hará Vox ilegal el próximo año?

Heriberto Dávila

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A nadie se le escapa ya la importancia del resultado de las próximas elecciones generales. Por un lado, estos comicios se juegan en el terreno del bipartidismo clásico, entre el PSOE y el PP; por el otro, y de forma inédita en la democracia española, existe un riesgo real de que la ultraderecha llegue al gobierno y cuente con ministros por primera vez en el Estado desde que se inauguró el proceso democrático en 1979.

La extrema derecha comenzó su andadura democrática en la primera legislatura de la mano de Fuerza Nueva, liderado por Blas Piñar, que estableció un partido que abogaba claramente por una vuelta a los principios y valores del franquismo. Paralelamente se fundaba Alianza Popular, un partido político liderado por Manuel Fraga, exministro de Información y Turismo durante la dictadura de Franco. Y aunque AP no se autodenominaba de extrema derecha, representaba una continuidad ideológica con el régimen franquista, lo que le permitió a la formación aglutinar tanto a seguidores de la derecha conservadora, como a la situada en el extremo.

El fracaso de FN y la consolidación de AP lograron que la mayoría de la extrema derecha se aglutinara en torno a Fraga. La posterior desaparición de UCD y CDS y la deriva al centro de Aznar, tras su refundación en 1989, hizo que el partido hiciera desaparecer (o esconder) cualquier atisbo de ideología franquista o de derecha radical. En alguna ocasión el propio Aznar llegó a realizar expresiones que buscaban consolidar este giro blanqueador y manifestaba la necesidad del PP de “beber de las influencias del Azaña republicano”.

Pero, ¿era eso real en las bases del partido? Creo que no todo el PP era de extrema derecha, pero por supuesto, hasta la crisis del partido a mediados de la década de 2010, toda la extrema derecha estaba en el PP. Esto empezó a cambiar con la aparición de Vox (casi como escisión del PP) en 2013, que con el acicate de la aparición de Podemos y con el auge del proceso catalán, tuvo por primera vez resultados destacables en las elecciones autonómicas andaluzas de 2018 y con ellos, la asunción de lo que se ha venido a denominar como la derecha radical (así la definen algunos autores como Mudde o Stanley Payne).

Aunque Vox suela utilizar en sus mítines y vallas publicitarias la palabra “libertad”, es precisamente la falta de libertad y el autoritarismo lo que podría caracterizar un gobierno participado por esta opción política. Me explico. Podríamos vivir, según su propio programa electoral y su reciente praxis en los gobiernos locales y autonómicos una oleada de ilegalizaciones y prohibiciones.

Empecemos por mí mismo. Vox ha incluido en sus programas la ilegalización de los partidos “nacionalistas” de los diferentes territorios. Como es sabido milito hace muchos años en una organización como Nueva Canarias. ¿Tendrá Vox la capacidad para cambiar la normativa y hacer que partidos como NC, PNV o ERC sean ilegalizados? Según ellos los nacionalismos periféricos están invalidados democráticamente. Por supuesto no su nacionalismo (chovinista) español. Este último, aunque altamente excluyente, es presentado como liberador y democrático. Sólo existe un modelo de España para ellos, el resto no cabemos ni debemos existir.

Pero sigamos, ¿serán capaces de limitar los derechos de las mujeres? ¿Cuánto tardaran en prohibir cualquier posibilidad para que una mujer pueda ejercer el aborto como último remedio ante una situación adversa en la vida?, y ¿cuánto tardarán en prohibir o poner trabas a las organizaciones feministas que defienden los derechos de la mujer? Es cuestión de tiempo y poder.

¿Y la libertad sexual? ¿Cuánto tardaran en retirar el derecho y la libertad para contraer matrimonio? ¿Cuánto tardaran en prohibir que se apoye en la escuela y en la sanidad pública el apoyo psicológico para ese, a veces, complicado proceso personal? Cuestión de tiempo y poder.

¿Y las personas de otro color o aspecto? ¿Caminarán tranquilos por la calle o deberán estar todo el día con el DNI o pasaporte en la boca para demostrar su “españolidad”? Cuestión de tiempo y poder.

¿Y los creadores y productores de la cultura? ¿Escribirán o programaran obras de teatro en libertad, o tendrán miedo a que los censuren? ¿Cuánto tardarían algunos en hacer al Estado (si cabe) más religioso? ¿Cuánto tardarían en imponer sus creencias al resto? Cuestión de tiempo y poder.

¿Y tú, ecologista? ¿Te prohibirán asociarte y juntarte con otras personas porque estás manipulando a la sociedad con tus “inventos del cambio climático” o porque “estás socavando la soberanía nacional con la Agenda 2030”? Cuestión de tiempo y poder.

Casi cualquier sector de la sociedad puede verse afectado por la concepción autoritaria y hegemonista de la extrema derecha. Esta es una ideología que le propone al penúltimo pisar al último. Que crece y se consolida a través de la difusión del odio. El odio al contrario, el odio al que no piensa como tú, el odio al diferente. Y para poder visualizar ese odio ante su público, nada mejor que ilegalizar y prohibir cualquier fórmula que sea diferente, sea una obra de teatro, la campaña de una asociación ecologista o los besos en la calle de personas del mismo sexo. 

Para la derecha radical las libertades compiten entre sí. Pero nada más lejos de la realidad. La libertad, las verdaderas libertades, se refuerzan mutuamente. Crecen y comparten espacios. Cuando un colectivo las adquiere, nos refuerza a todos y todas. Porque construimos una sociedad más democrática, más igualitaria, más justa. Ante la ideología del odio, de la exclusión, del frentismo solo valen ideas y soluciones para transformar la situación de las mayorías sociales, construyendo sociedades más justas, más felices, más libres, pero también más solidarias.

El próximo 23 de julio Canarias se juega mucho. Hay una persona y una candidatura que cree firmemente en la libertad y en la solidaridad. Luis Campos y Nueva Canarias han demostrado en su trayectoria que luchan por ese tipo de sociedad a la que aspiramos muchos de nosotros y nosotras. Una sociedad que mira al futuro con decisión, afronta los retos a los que nos enfrentamos y avanza. Construyendo, en definitiva, una Canarias más justa, igualitaria y fuerte. Una Canarias que lucha contra el odio y abraza la esperanza.

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