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Se llama masacre

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La vergüenza es tan grande que ya no cabe lugar donde esconderse. El dicho pasó a ser permanente: la cara permanece roja desde el mismo instante en que se crearon la Naciones Unidas. La esperada guerra, la enésima, porque siempre está en guerra el gobierno israelí, ya sea de forma abierta y las más de las veces encubierta, ha puesto otra vez a palestinos e israelíes en una guerra que saben que ninguno puede ganar. Lo de enfrentamiento ni siquiera recurriendo al Drae cuela en esta acciones- la desproporcionada fuerza bruta con la que la maquinaria de guerra ataca la franja de Gaza es un acto criminal, no por que a mí se me ocurra estar de lado de los oprimidos o que entienda más o menos el asunto o que haya estado por allí o que sepa algo de la historia de esa región: no; lo dice la Convención de Ginebra y se llama crímenes de guerra, y en el derecho internacional y la Corte penal internacional, de lesa humanidad, o sea, masacre.

Si hasta ahora los ciudadanos palestinos israelíes convivían con los demás israelíes, judíos o no, en ciudades y regiones de mayoría árabe y donde se nota claramente por cuestiones que saltan a la vista como en las infraestructuras, en Jerusalén se están enfrentando y esta vez no es por profanar el lugar santo del Islam, sino por la expulsión de ciudadanos palestinos con carnet de identidad israelí de sus casas y barrios, asunto que debemos al antiguo emperador Trump que dio en cambiar de lugar la embajada, como antaño los romanos mudaban de Cesárea a Jerusalén o a otras partes del reino anexionado.

A las Naciones Unidas, hasta el día en que esto escribo, no parece que les preocupe este dramático acontecimiento, porque, aunque convocado, aún no se ha reunido el Consejo de seguridad, con las reticencias de EEUU. Sobre la política exterior de EEUU no hay que equivocarse en cuanto al partido del emperador de turno: todos, demócratas o republicanos, no transigen en ciertos asuntos y dan lo de sus antecesores por hechos consumados, ahí está todavía la embajada norteamericana en Jerusalén y Biden ha dicho que el pueblo judío tiene derecho a su defensa, cosa que no refutamos porque es de Perogrullo, lo que hay que sopesar es la forma en que se lleva a cabo esa defensa, porque todos sabemos que es odio por odio y muerto por muertos y  aquí están los dos de acuerdo: la venganza es una de las principales premisas morales de los judíos y musulmanes y no necesita de jurisdicción civil; está en el libro que los dos comparten como norma.

Los gazatíes están siendo los indicadores algorítmicos de una geopolítica de terror, que tiene como escenario todo Oriente Medio por la hegemonía territorial y religiosa. Los acuerdos que Israel ha alcanzado con algunos países árabes no dejan de ser un ventajoso proyecto de futuro para estos, pues de lo que se trata es de debilitar y, si se puede, anular el poder de Irán, que aparte de su poderoso ejército y su recia y fanática voluntad religiosa, hace caso omiso de los tratados sobre armas nucleares, de ahí el miedo cerval de Israel a la capacidad atómica de Irán.

Por ahora, con el apoyo de Irán, la Yihad y Hamás están respondiendo como pueden al ataque que ya cuenta con su correspondiente eufemismo en cifras de daños colaterales en niños e incapacitados, aparte de los milicianos abatidos.

Por otro lado Hezbolá, con control total sobre el Líbano y en localidades de Siria cercanas a la frontera, no está por la labor de enfrentarse directamente con Israel, al que haría una pinza entre norte y sur, con lo cual el ejercito israelí se vería empujado a entrar en Líbano y en Gaza por tierra, paso que no quiere dar ninguno, solo hay que recordar que en la anterior guerra cuando entraron por tierra en Gaza las bajas del ejército israelí fueron muchas y los prisioneros hechos también, alguno todavía en cautiverio.

Así, a la espera de que Qatar, Egipto, la desaparecida, ignorada, y despreciada Unión Europea y EEUU den un plazo para sentar a las partes y parar este atroz escenario de muerte y destrucción, donde el estado judío a encontrado su particular Vietnam.

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