El lunasticio ilumina el templo astronómico guanche de La Angostura

La luz de la luna se proyecta con esta curiosa forma triangular sobre la pared principal de la Cueva La Angostura. A la izquierda de la luz, se aprecian tres de los seis grabados antropomorfos que hay en la gruta.

Luis Socorro

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Son las 00.15 horas. Madrugada del domingo 21 de julio de 2024. Estamos en la Cueva de la Angostura –municipio de Agüimes, Gran Canaria-, una gruta artificial labrada por los aborígenes con un patrón arquitectónico concreto: planta circular, techo cupular y una claraboya por la que penetra la luz del sol en una determinada época del año. Y también la luz de la luna. Por eso estamos aquí, invitados por el investigador Juan Manuel Caballero, en una jornada de observación de cara a la tesis doctoral que está realizando este ingeniero sobre “la luz en la vida cotidiana de la población indígena de Gran Canaria”. Por ello, está estudiando media docena de cuevas artificiales con un mismo patrón constructivo. Para este profesor de la Universidad de Las Palmas, “son los templos astronómicos de los antiguos canarios”.

Caballero ha demostrado que la Cueva de la Angostura es un preciso marcador solar durante el solsticio de invierno. Este descubrimiento lo detalló en un artículo científico firmado conjuntamente con el astrónomo experto en arqueoastronomía César Esteban –ver Los templos solares de los antiguos canarios-. Ahora, indaga la incidencia de la luz de la luna en el panel del fondo de la gruta, en la que hay varios grabados con figuras antropomorfas.

Este ingeniero técnico de telecomunicaciones y profesor del departamento de Señales y Comunicaciones de la ULPGC ha realizado decenas de observaciones nocturnas y ha comprobado “que la luz de la luna ilumina esta cavidad siempre por estas fechas”, entre los meses de mayo y agosto. Pero la observación de la que somos testigos esta madrugada es muy especial: estamos en pleno lunasticio mayor sur, un fenómeno astronómico que ocurre cada dieciocho años y medio. Es luna llena. Debido al lunasticio, “el satélite del planeta Tierra sale 5,14 grados más al sur que el sol durante el solsticio de invierno y presenta una menor altura sobre el horizonte”, nos explica el científico.

El objetivo es comprobar si el haz de luz se proyecta sobre algunos de los grabados labrados en la pared del fondo de la cueva. Juan Manuel Caballero no cree que se vaya a producir, pero esta madrugada de lunasticio quiere tener la certeza. También hará un experimento: situar un espejo circular del mismo diámetro de la cazoleta artificial que se encuentra en el suelo de la cueva y ver hacia dónde se proyecta el reflejo, si se produjera, de la luz de la luna.

Es las 00.15 horas. Tal como había previsto Caballero con ayuda de sus programas astronómicos, se hizo la luz. Una línea muy tenue de luz se atisba en el panel del fondo de la gruta. Dejamos que transcurra el tiempo. Ese filamento de luz lunar, vertical, se va ensanchando y aumentando su longitud por los extremos. Una hora después, la proyección se convierte en un triángulo. Juan Manuel Caballero nos había anticipado la secuencia lumínica a las tres personas que le acompañamos esta madrugada. Estamos admirados.

Tal como pensaba el doctorando, el haz del lunasticio mayor finalmente no se proyecta sobre el conjunto de los grabados antropomorfos. Muy cerca queda el triángulo de una de las manifestaciones rupestres, pero no incide de pleno. La ciencia es así: comprobar los hechos que se investigan, prueba y error. Falsar los hallazgos para sustentar con rigor una teoría. Juan Manuel no se desanima. En absoluto. Es un paso más en su investigación doctoral, un trabajo de hormiguita, de años, hasta llegar a la meta.

Esta madrugada es muy singular porque es noche de lunasticio mayor sur, ese fenómeno astronómico que ocurre cada 18.6 años, relacionado con el ciclo de precesión lunar nodal. Ocurre cuando la declinación de la luna alcanza un máximo. En astronomía, la precesión se conoce “como la variación principal que experimenta la Tierra en la dirección de su eje de rotación. Debido a este fenómeno, las coordenadas de las estrellas varían con el transcurso del tiempo”.

El fenómeno del lunasticio, como certifican varias investigaciones científicas, ha tenido un significado especial para las sociedades de la Edad del Bronce, que construyeron los monumentos megalíticos de Gran Bretaña e Irlanda, así como en otras culturas prehistóricas. Probablemente, como la de los primeros pobladores de Canarias.

En La Angostura no se ha podido vincular esa relación, pero en el templo astronómico a cielo abierto de Almogarén del Roque Bentayga -ver Almogarén, el observatorio de los astrónomos del pasado- sí se ha podido certificar. El pasado 21 de junio, día del solsticio de verano, el científico José Carlos Gil constató cómo desde el Almogarén del Bentayga la luna llena se ubica justo encima del Roque Nublo, el icono geológico de la isla de Gran Canaria. “Esta hierofanía”, cuenta a esta Redacción Gil, un ingeniero informático experto en astronomía vinculada a la arqueología, “se produce cada dieciocho años, es la luna posterior al solsticio de verano”, explica. “Es una imagen envolvente, monumental”, sentencia José Carlos Gil.

Volvemos al lunasticio del pasado domingo, a la Cueva de La Angostura, al experimento del reflejo de la luz sobre el espejo que cubre una cazoleta de la Cueva de La Angostura, el resultado fue “irrelevante; el reflejo de la luna en el espejo se proyecta en la pared, entre el marcador solsticial y el primer grabado antropomorfo de la hilera inferior”. Este reflejo, continúa Caballero, “es posible debido a un pequeño desplome que existe en el marco de la puerta, por lo que desestimo la función de la reflexión de la cazoleta”.

En la época prehispánica, los guanches vertían agua o leche en las estaciones de canales y cazoletas para sus rituales. Para este ensayo, Juan Manuel Caballero colocó el espejo en lugar de agua “porque la Ley de Patrimonio Cultural prohíbe ese tipo de acciones”. 

La jornada de trabajo nocturno no ha concluido para el ingeniero Juan Manuel Caballero tras inmortalizar con el objetivo de su cámara las proyecciones del lunasticio. Recoge su aparataje, carga su vehículo y se dirige a otra cueva del norte de la Isla. Su investigación sobre los templos del culto al sol y la luna de la sociedad prehispánica de Gran Canaria continúa. Hasta hora, nadie ha publicado una tesis doctoral sobre estos artefactos que diseñaron y construyeron estos astrónomos del pasado.

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