Espacio de opinión de Canarias Ahora
Se montan un nuevo 'boom' turístico, esta vez sin turistas
Lo primero que parece interesante destacar es que, de forma deliberada, esas reclamaciones están mandando un mensaje clarito, no solo al Gobierno sino a toda la sociedad isleña. Los principales empresarios, entre ellos los reclamantes, están voceando que “el Ejecutivo canario pagará muy caro su intervencionismo”. Todavía y de forma más ruda el empresario Santana Cazorla: “la economía debe caminar por sí sola y no meterle mano”. Y lo más extravagante del asunto es que, desde el propio Gobierno, el mismísimo consejero de Economía y Hacienda les da la razón, se pone de su parte y culpa a las instituciones de Lanzarote (al Cabildo, que estaba empeñado en defender con sensatez y entereza la legalidad territorial) de “ahuyentar” todas las inversiones por culpa de las trabas burocráticas, restricciones y pegas que se ponen. (Paréntesis. No deja de ser chocante que, con la primitiva fe intacta del carbonero, se empecine en reiterar que “el problema es el Estado”, cuando todos los agentes económicos de todo el mundo desarrollado, están llamando al Estado para que les resuelva la crisis y les saque las castañas del fuego. En fin, cosas de la soberbia ideológica y de no reconocer la ceguera y la codicia suicida de los mercados que nos ha costado sufrir).
Lo segundo destacable es que ese mensaje de “manos fuera” y de “dejar hacer” al mercado, no se refiere a elementos secundarios de la vida social y económica, sino que enfila con descaro hacia el recurso de oro, al recurso natural más valioso que tenemos en las Islas, al motor más potente que impulsó el formidable crecimiento que hemos tenido en el último medio siglo. Por supuesto, hablamos del territorio. Y lo que se pretende es acabar de una vez por todas con la Ordenación y el Planeamiento territorial ¡Y eso en un mundo que clama por la sostenibilidad! Vuelven a intentar convertir el territorio en una simple mercancía. A intentar meternos en el túnel del tiempo, que hagamos nuestro el esperrido que vocifera “En lo mío nadie tiene que meterse y decirme lo que tengo y lo que no tengo que hacer”.
Tercero. Con el embullito del estrafalario éxito que han tenido los empresarios demandantes de Tebeto, Montaña Rayada y otros, los “terratenientes turísticos” han comenzado a dar lustre a sus hasta ahora olvidados derechos adquiridos. A volver a contarnos el viejo cuento de La Lechera “lo que yo podía haber ganado si me hubiesen dejado hacer el mejor hotel del mundo, llenito de turistas todo el año y consumiendo como posesos. Nadaría en la opulencia” Y hay que prestar atención, porque se está contando este cuento justo en medio de la crisis que tenemos encima. Cuando nadie piensa en invertir en hoteles sino, si puede, deshacerse de ellos y venderlos. Y ese cuento es el único que puede explicar que, solo en Gran Canaria, las indemnizaciones reclamadas hace 15 días se eleven a 836 meuros, destacando los 550 de Lopesan, los 230 de Santana Cazorla?.Da la impresión que intentar saquear las arcas públicas se está convirtiendo en deporte, eso sí, vernáculo.
Cuatro. Y toda esta locura colectiva (en lo individual es la racionalidad del bucanero) está posibilitada y yo diría que hasta auspiciada. Porque, de un lado, la absoluta dejación del Gobierno para desarrollar la Ley de las Directrices, está dando base legal para las reclamaciones. Ni Adán Martín ni Paulino Rivero hicieron frente a las responsabilidades que tenían de desarrollar la Ley. De otro lado, la última Ley de Medidas Urgentes no ha hecho otra cosa que, en palabras de Faustino García Márquez, “abrir una serie de opciones de compra de los terrenos y de indemnizaciones a estos propietarios por lo que esta situación (el tsunami de reclamaciones) era previsible”.
Cinco. Si uno fuera partidario de las teorías conspirativas, aseguraría que alguien o “alguienes” construyeron, con todos estos mimbres, una formidable operación de indecente enriquecimiento.
Veamos: A).- Desde las instancias políticas y administrativas, se encauza y posibilita la gran orgía. Por un lado, no cumpliendo las obligaciones de desarrollar la Ley de las Directrices, dejando pasar los plazos y “regalando” derechos adquiridos. De otro lado, aprobando una Ley de Medidas Urgentes, perfilándola con enmiendas de mejor proveer, que permitan decir a Eustasio López que “nos hemos limitado a utilizar una vía razonable?aprobada por el Parlamento de Canarias a iniciativa del Gobierno”. B).- En este escenario de total dejación de responsabilidades políticas, los responsables y los miembros de los gabinetes jurídicos de la Comunidad Autónoma han naufragado. Porque si no les dejaban actuar según su criterio y en defensa de los interese generales, era su responsabilidad denunciar estos hechos ante la justicia. Sé que eso “no es costumbre”, incluso acepto que es inimaginable aquí y ahora. Pero se conoce algún caso que merece memorable respeto. C).- Por su parte, el Poder Judicial hace suyas, con frecuencia inquietante, tesis fuera de toda lógica sobre “lo que valen” los derechos adquiridos. Ejemplo deslumbrante lo tenemos en Tebeto. Pero eso mismo parece que se repite en todas las ocasiones en que hay que “medir” el lucro cesante. La facilidad con que muchos jueces hacen suyos los argumentos del cuento de la lechera, sobresaltan y, con frecuencia, llenan de dudas inquietantes a la opinión pública, que demanda simple sentido común y sentido de la proporción en las valoraciones del tan manoseado lucro. D).- Los miembros del Gobierno canario, empezando por su Presidente, han proclamado dos cosas aparentemente contradictorias. De una parte que “no van a pagar ni un solo euro”, mientras que, de otra, se desviven en decir que “la mejor solución sería negociar con los propietarios reclamantes”. Se dice que son aparentemente contradictorias porque los desorbitados precios de los derechos adquiridos sí se van a pagar, pero no en euros, sino en calificaciones de suelo, con volumetría añadida, con incremento de plazas. Contando siempre con las imaginativas argucias que la especulación urbanística ha urdido de siempre. E).- Y aquí viene la clave de la bóveda. Así consiguen crear un formidable boom turístico virtual. Tan irreal que ni siquiera hace falta que vengan turistas. El desaforado enriquecimiento patrimonial de los “terratenientes reclamantes” se convertirá en liquidez contante y sonante en la próxima burbuja. ¡Cómo en los mejores tiempos! ¡Y gracias al Gobierno!
Por todo esto, decía, que si creyese en la versión conspirativa de la historia, aquí se descubriría un encadenamiento encauzado y correlacionado de hechos que lo confirmarían a la plenitud. Pero no comparto esa especie de interpretación oculta de “el revés de la trama”. Creo más bien que son situaciones de arrastre de tendencias, amoldamiento de comportamientos, taimados acuerdos no públicos y notables cuestiones sobrevenidas. En cualquier caso, es obsceno que unos pocos, estratégicamente situados en los centros de poder decisivos, se construyan un boom turístico virtual y se enriquezcan a costa de todos nosotros.
Por último tres cuestiones a debatir. La primera es que, después de constatar “los campos minados de la moratoria” y los “inquietantes interrogantes sobre la utilidad de la Ley de Medidas Urgentes” (Editorial de La Provincia del pasado domingo), se pueda llegar a la conclusión de que más vale abandonar cualquier propuesta de Moratoria o de sostenibilidad para el turismo en Canarias.
La segunda, es que la idea anterior se refuerza definitivamente al poner sobre el tapete que el Gobierno Canario, también por la vía de urgencia, está preparando una nueva Ley de Ordenación del Turismo. Con una estrategia liberalizadora a tope y que prevé suprimir cualquier tipo de reglamentación que implique autorizaciones previas de instituciones superiores en la ordenación territorial.
La tercera es más conceptual pero, si se quiere, de mayor profundidad y envergadura. La estrategia anunciada de negociar sin pagar un euro, implica necesariamente “pagar” con territorio. Y aquí aparece un hecho determinante, porque si hablamos de dinero, un euro se valorará siempre como un euro. Sin embargo, como vamos a “pagar” en territorio (por ejemplo cien hectáreas de costa), éste tendrá que valorarse a menos de un euro (porque hemos puesto un techo y hemos dicho que no vamos a pagar en ningún caso el famoso euro). Esta reflexión nos llevaría demasiado lejos y aquí no se puede. Por eso, y para acabar, aprendamos de la honda sabiduría del viejo Antonio Machado. “Todo necio Confunde valor y precio”.
Lo primero que parece interesante destacar es que, de forma deliberada, esas reclamaciones están mandando un mensaje clarito, no solo al Gobierno sino a toda la sociedad isleña. Los principales empresarios, entre ellos los reclamantes, están voceando que “el Ejecutivo canario pagará muy caro su intervencionismo”. Todavía y de forma más ruda el empresario Santana Cazorla: “la economía debe caminar por sí sola y no meterle mano”. Y lo más extravagante del asunto es que, desde el propio Gobierno, el mismísimo consejero de Economía y Hacienda les da la razón, se pone de su parte y culpa a las instituciones de Lanzarote (al Cabildo, que estaba empeñado en defender con sensatez y entereza la legalidad territorial) de “ahuyentar” todas las inversiones por culpa de las trabas burocráticas, restricciones y pegas que se ponen. (Paréntesis. No deja de ser chocante que, con la primitiva fe intacta del carbonero, se empecine en reiterar que “el problema es el Estado”, cuando todos los agentes económicos de todo el mundo desarrollado, están llamando al Estado para que les resuelva la crisis y les saque las castañas del fuego. En fin, cosas de la soberbia ideológica y de no reconocer la ceguera y la codicia suicida de los mercados que nos ha costado sufrir).
Lo segundo destacable es que ese mensaje de “manos fuera” y de “dejar hacer” al mercado, no se refiere a elementos secundarios de la vida social y económica, sino que enfila con descaro hacia el recurso de oro, al recurso natural más valioso que tenemos en las Islas, al motor más potente que impulsó el formidable crecimiento que hemos tenido en el último medio siglo. Por supuesto, hablamos del territorio. Y lo que se pretende es acabar de una vez por todas con la Ordenación y el Planeamiento territorial ¡Y eso en un mundo que clama por la sostenibilidad! Vuelven a intentar convertir el territorio en una simple mercancía. A intentar meternos en el túnel del tiempo, que hagamos nuestro el esperrido que vocifera “En lo mío nadie tiene que meterse y decirme lo que tengo y lo que no tengo que hacer”.