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¿El fin del mundo? Migraciones, rupturas de parejas y anomia

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Desde que a finales de febrero se publicaron los últimos datos del INE los medios se han llenado de noticias sobre la baja natalidad y el acelerado envejecimiento de Canarias. La gente ya no tiene hijos y la población crece debido a las migraciones, otro de los temas que suele ocupar las portadas de la prensa. En 2022 sólo uno de cada tres niños nacidos en Canarias lo eran de madres que estaban casadas en el momento del parto. ¿Se está terminando la familia tal y como hasta ahora la conocíamos? Claro que, en un contexto en que ya no existen diferenciaciones entre hijos legítimos e ilegítimos, y las obligaciones de los padres para con los hijos no dependen de que sus padres estén casados, en realidad habría que hablar más que de que desaparece la familia de que surgen nuevos tipos.  La investigación sociológica sugiere que en las últimas décadas se ha dado una privatización de la familia, que podría hablarse incluso de una des familiarización: la familia pierde muchas de las funciones que tradicionalmente se le asignaban y se convierte en una relación pura, ligada sobre todo al apoyo emocional. 

En un libro recientemente publicado Jiménez Cabello y Ayuso Sánchez dedican un capítulo a la ruptura de parejas y a los procesos de emparejamientos. A partir de datos del CIS, en la actualidad podría estimarse que los divorcios constituyen tan sólo el 12% de las rupturas de pareja: el resto de parejas que se rompen nunca llegaron a casarse. Según Mauro Guillén, el modelo secuencial que durante los últimos 150 años ha organizado nuestras vidas está en crisis o ha sido directamente superado por lo que él denomina una sociedad de perennials. La vida antes parecía una sucesión de etapas ordenadas: educación, trabajo, tenías algunas parejas de prueba, te casabas, tenías hijos, te convertías en “alguien de provecho” y tras pasar unas cuantas décadas trabajando te jubilabas. De la educación al trabajo y luego a la jubilación. De la infancia al mercado de emparejamiento y luego a la pareja, hasta que te murieras (o se muriera tu pareja). Ahora parece que la nueva normalidad es una sucesión de etapas sin una sensación clara de avanzar. En lo laboral la gente pasa de la formación al paro, o al empleo, y luego de nuevo a la formación, o al desempleo. Y algo parecido sucede en la vida sentimental: pasas de la formación para tener una pareja a estar en el mercado, luego te ocupas, luego vuelves al paro sentimental, y tras un periodo de recualificación para adaptarte a los nuevos requerimientos del mercado quizá vuelvas estar ocupado/a. En un mundo en que las rupturas y los cambios están a la orden del día es cada vez más importante analizar estos. Si los procesos de emparejamiento se asemejan cada vez más a un tiovivo, ¿qué sabemos sobre ese tiovivo?

Si tenemos en cuenta que, de acuerdo a datos de la Encuesta Social General Española más de la mitad de quienes están en pareja la formaron “porque estaban enamorados/as” no resulta sorprendente que las parejas, que antes duraban para siempre, terminen ahora cuando termina el amor, pues ya se sabe, eso de estar eternamente enamorados sólo pasa en las películas. Citando a la misma fuente, los motivos más frecuentes para la ruptura de las parejas son el desamor (22%), el cansancio (15%), la diferencia de intereses y objetivos (15%) y la falta de comunicación (10%). Hasta no hace tanto se tendía a ver el final de una pareja como el final de la vida en pareja. Ahora, para muchas personas, lo que viene después de una pareja es otra. Ahora se piensa que lo de estar en el “mercado de emparejamientos” es algo que puede darse en todas las etapas de la vida, lo cual tiene relevancia, por ejemplo, en las parejas reconstituidas. Es frecuente que dos personas que en su momento se casaron y tienen descendencia se emparejen, pero que en esta segunda unión no se casen. Si eventualmente se vuelven a separar, se hará cada vez más evidente que limitar el estudio de las rupturas a los divorcios sería inexacto. 

Según datos del CIS podría estimarse que a partir de los 25 años más del 75% de la población española está en pareja, que un 60% de los entrevistados opinan que “el amor verdadero lo puede todo” y que casi más de la mitad de los españoles, también entre los más jóvenes, están de acuerdo con la afirmación “una relación amorosa verdadera debe perdurar toda la vida”. ¿En serio cree nuestra sociedad eso? El sistema formalmente nos enseña unos valores, pero luego en la práctica parece que aplica otros. Aunque obviamente habrá excepciones, la mayoría de los niños nacidos en 2022 verán a sus madres con más de una pareja, y tendrán varias a lo largo de su vida. Hace más de 100 años Durkheim decía que vivíamos tiempos en los cuales no nos valen los viejos valores, pero aún no hemos forjado unos nuevos, de ahí las situaciones de anomía. La afirmación sigue estando de plena actualidad: hacemos creer a la gente que el amor verdadero lo puede todo, y que dura para siempre, pero hemos creado un mundo en el que para la mayoría eso no será así. En un conocido manual de Sociología se definía a la cultura como “una caja de herramientas con soluciones para los problemas de la vida cotidiana”. Nuestra cultura nos está fallando, pues nos deja sin herramientas para los problemas de nuestra vida cotidiana. Nos han dicho que nos formemos para avanzar en el trabajo, pero sentimos que no avanzamos. Nos han dicho que “el amor verdadero lo puede todo”, pero tampoco en eso avanzamos. Lo raro no es que mucha gente esté desorientada y no tenga hijos: lo raro es que haya quien los tenga.

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