Existe una psicosis social colectiva sobre la inseguridad ciudadana que supuestamente viven las islas en la actualidad. Desde que han llegado inmigrantes norteafricanos a Canarias se ha expandido como la pólvora en las redes sociales una multitud de vídeos en los que son protagonistas jóvenes magrebíes e incluso menores que se baten en peleas callejeras.
Son tantas las veces que se divulgan estos vídeos que da la impresión de que estamos invadidos por una plaga bíblica. Los vídeos que me llegan por WhatsApp son repetitivos. Se refieren a dos o tres reyertas protagonizadas por chicos magrebíes que a fuerza de repetirse los envíos da la impresión de que no hay en Canarias otra cosa que pueda interesar más a los paisanos.
Esos vídeos los divulgan personas que dicen no ser racistas ni xenófobas al estilo de aquellos que afirman que no son homófobos porque tienen un amigo homosexual pero a renglón seguido desvarían con declaraciones discriminatorias hacia los gays y las lesbianas. Como el que dice que no es racista porque tiene un vecino moro o negro. No cuela.
Todos conocemos a esos personajes que antes de poner a parir a extranjeros pobres que llegan a las islas afirman categóricamente que ellos no son racistas ni xenofobos pero... Y ahí justamente está el problema: en el pero.
Yo no digo que no haya que prestar atención a estos episodios puntuales que llevan ocurriendo en los últimos días ni que no hay que hacer todo lo posible por erradicar y prevenir cualquier situación violenta y agresiva de jóvenes inmigrantes, muchos de ellos menores de edad. Por supuesto que hay que afrontar el problema con urgencia y buscar también una solución rápida por el bien de todos.
Pero una cosa es luchar para erradicar estas actuaciones rechazables y condenables y otra bien distinta hacer creer que con la llegada de magrebíes ha comenzado la inseguridad ciudadana en Canarias. Es evidente que esta inseguridad no la han iniciado los menores marroquíes sino que la teníamos antes aunque protagonizada por jóvenes paisanos o compatriotas.
A mí lo que me mosquea no es que se denuncie hasta la saciedad la actuación de inmigrantes violentos. Lo que sí me extraña es que la misma gente que denuncia por redes sociales estas actuaciones no lo hacía antes cuando los protagonistas eran chicos del polígono de Jinámar o del Polvorín o en el propio parque San Telmo donde yo mismo he podido ser testigo de peleas entre paisanos muy matados que también roban el bolso a las mujeres o el móvil a otros jóvenes.
Justamente por eso es fácil colegir que los autores y propagadores de estos vídeos de denuncia sí son racistas y xenófobos aunque ellos lo nieguen. Hay que ser igual de combativos con los de todo signo, sean del país o foráneos.
Nos ocupamos más de la procedencia de los maleantes que de su proceder. Si los que denuncian ahora a los jóvenes inmigrantes también lo hubiesen hecho cuando los protagonistas eran canarios, sus denuncias habrían tenido justificación y más fuerza moral pero se les ha visto el plumero y su malestar parcial y sectario no cuela.