Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

Parece que va en serio: por fin no todo vale

Algo se mueve y, por fin, parece que la impunidad va a tocando a su fin, que tanto bulo y tantas falsedades aparecidas en los medios de comunicación, no van a salir gratis como hasta ahora. Puede que sea mucho pensar en que se va a poner punto final a la desinformación pero, al menos, hay algunos indicios racionales de que se cumplirá ese dicho, no todo vale, numerosas veces esgrimido pero incumplido frecuentemente.

El caso es que desde Estados Unidos llegan noticias que apuntan en esa dirección: una poderosa cadena de televisión, Fox, inclinada claramente a alentar bulos electorales, se ha visto obligada, tras una demanda por difamación, a pactar una cantidad superior a los setecientos diez millones de euros con la empresa especializada en procesos de recuentos electorales, Dominion, y así evitar las consecuencias de pleitos judiciales de muy incierta resolución. Las secuelas de esta decisión de la Fox Corporation no se hicieron esperar: este canal de suscripción estadounidense, de una marcada línea editorial conservadora, fundado por Rupert Murdoch y Roger Ailes, despidió a su presentador más relevante, Tuckler Carlson, a quien se le atribuye haber establecido la agenda del ex presidente Donald Trump y del Partido Republicano. Con una audiencia superior a los tres millones de espectadores, se entiende su grado de influencia. Carlson se despidió sin ofrecer detalles. Su programa ofrecía una mezcla de enfoques conservadores populistas sobre temas que van desde la inmigración, la criminalidad, la raza, el género y la sexualidad, con la ideología “woke” convertida en un objetivo frecuente (“Woke” es un término complejo que, en jerga norteamericana, puede hacer ver con qué posturas políticas se está en sintonía. El uso del vocablo surgió dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y originalmente quería decir algo así como estar alerta a la injusticia racial).

Bueno, pues estamos ante un serio precedente. Falta ahora contrastarlo con la respuesta que se dé desde las legislaciones de otros países. Que mentir o manipular no salga gratis, nos parece primordial. Por el bien de todos, por el bien de la democracia. El daño que algunos medios, muchos programas y muchos comunicadores ha causado a la convivencia democrática (especialmente desde que las redes sociales han eclosionado) no puede seguir sujeto a la resignación, sin que nadie haga nada por repararlo fijando unas reglas de juego válidas, homologadas y aceptadas por todos. 

En todo caso, por ahora al menos, no es más que un guiño al optimismo y a la revisión de criterios que las empresas mediáticas y los editores deben poner en práctica. Con coraje y determinación. En defensa de la verdad y nada más que la verdad, como en los juramentos de las declaraciones judiciales. Porque algunos expertos ya se han apresurado a manifestar sus dudas sobre la erradicación o desaparición de las informaciones falsas.

En España, se han producido ya algunas sentencias judiciales que obligan a medios de comunicación a abonar distintas cantidades tras publicar informaciones no ajustadas a la verdad. En varias, además de quedar probada la mentira, se puso de manifiesto también que el autor o autores no habían sido lo suficientemente diligentes para verificar o comprobar los hechos. Eso debe hacer reflexionar a las propias instancias judiciales pues hay que tener muy presente que se trata de reprobar o perseguir los bulos sin menoscabar o dañar derechos fundamentales como la libertad de expresión o de prensa.

Recordemos que una resolución del Tribunal Constitucional (TC) del pasado año advierte que, con la expansión de la comunicación digital, se han difuminado los límites y los usuarios de las redes “pueden llegar a desempeñar un papel muy cercano” al del periodista. Eso implica riesgos, claro que sí.

De ahí la necesidad perentoria de extremar las precauciones y procesar la información con el máximo rigor. Pero hay que dar pasos firmes, como lo ocurrido con la Fox, para acabar con tanta falacia y con tanto engaño. Para erradicar medios tramposos y locutores o telepredicadores que se mofan hasta de sus propias mentiras sin reparar en el daño que generan. 

Algo se mueve y, por fin, parece que la impunidad va a tocando a su fin, que tanto bulo y tantas falsedades aparecidas en los medios de comunicación, no van a salir gratis como hasta ahora. Puede que sea mucho pensar en que se va a poner punto final a la desinformación pero, al menos, hay algunos indicios racionales de que se cumplirá ese dicho, no todo vale, numerosas veces esgrimido pero incumplido frecuentemente.

El caso es que desde Estados Unidos llegan noticias que apuntan en esa dirección: una poderosa cadena de televisión, Fox, inclinada claramente a alentar bulos electorales, se ha visto obligada, tras una demanda por difamación, a pactar una cantidad superior a los setecientos diez millones de euros con la empresa especializada en procesos de recuentos electorales, Dominion, y así evitar las consecuencias de pleitos judiciales de muy incierta resolución. Las secuelas de esta decisión de la Fox Corporation no se hicieron esperar: este canal de suscripción estadounidense, de una marcada línea editorial conservadora, fundado por Rupert Murdoch y Roger Ailes, despidió a su presentador más relevante, Tuckler Carlson, a quien se le atribuye haber establecido la agenda del ex presidente Donald Trump y del Partido Republicano. Con una audiencia superior a los tres millones de espectadores, se entiende su grado de influencia. Carlson se despidió sin ofrecer detalles. Su programa ofrecía una mezcla de enfoques conservadores populistas sobre temas que van desde la inmigración, la criminalidad, la raza, el género y la sexualidad, con la ideología “woke” convertida en un objetivo frecuente (“Woke” es un término complejo que, en jerga norteamericana, puede hacer ver con qué posturas políticas se está en sintonía. El uso del vocablo surgió dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y originalmente quería decir algo así como estar alerta a la injusticia racial).