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Paulino se va a La Habana

Nuestro hombre recibe cada mes 300 preguntas de sus paisanos a través de la página web oficial del Gobierno de Canarias y sus negritos se encargan de responder una a una de manera estándar.

Paulino Rivero es un político que pone mucha voluntad en lo que hace. Lástima que a veces no parece saber lo que hace. Nadie le discute su arrojo, su valentía, su esfuerzo, su trabajo, sus dedicación.

Lo único que se le discute es su conveniencia, su sentido, su significado. Cada día se parece más al senador Macías, especialista en vida social. Ambos no se pierden una. Son el novio en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro.

La gente, nuestra gente, es muy dada a votar a los que acuden a sus fiestas, no tanto a quienes les resuelven sus problemas, aunque si se dan las dos cosas al tiempo, mejor.

Ahora la gente está jodida con la crisis económica y el elevado paro en las islas, pero si a esa misma gente el Gobierno le regala fiestas por el carnaval y le da un pito y una murga, todo está, si no arreglado, sí al menos perdonado.

Las penas con pan son menos, pero a falta de pan buenas son las tortas que se da el personal para conseguir en una cola infame una entrada para la final de murgas.

Va a ser verdad que somos un pueblo indolente que se mueve a base de subvenciones y circo. Si Paulino invitara a su gente a tomarse un par de mojitos con un habano a costa del presupuesto público, saldría reelegido hasta la jubilación a los 67 años. Total, sólo le quedan nueve.

Nuestro hombre recibe cada mes 300 preguntas de sus paisanos a través de la página web oficial del Gobierno de Canarias y sus negritos se encargan de responder una a una de manera estándar.

Paulino Rivero es un político que pone mucha voluntad en lo que hace. Lástima que a veces no parece saber lo que hace. Nadie le discute su arrojo, su valentía, su esfuerzo, su trabajo, sus dedicación.