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La pelota está en Berlín. ¿La devolverá?

Se acabó la incertidumbre. Alexis Tsipras, el primer ministro griego que tras enfrentarse al muro de Berlín le pidió a su pueblo que lo respaldara en las urnas a no ceder en su misión de poner fin al programa de austeridad de la Troika lo ha conseguido. Ayer recibió un inapelable 61% a favor de su “No” a las políticas impuestas por Europa.

No sólo se trata de un respaldo contundente para el Gobierno heleno, sino que también fue una victoria épica de un pueblo soberano de cara al exterior, pues el plebiscito tuvo lugar en un entorno similar al de un país en conflicto: con los bancos cerrados y bajo las feroces críticas y amenazas a un gobierno legítimo por parte de dieciocho capitales europeas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.

¿Qué parte de lo que te digo que voy a hacer no has entendido?

No nos podemos llamar a engaño. Si alguien dejó claro lo que iba a hacer desde antes de asumir el cargo es Tsipras. De igual manera, su hasta hace unas horas ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, hizo lo propio a partir del momento en el que aceptó formar parte de la candidatura de SYRIZA a gobernar su país.

A todo el aparato europeo, a todos los miembros del Eurogrupo, a todos los analistas que hoy dan lecciones de economía, política, democracia y moral al pueblo griego, a todos les hubiese bastado con leer, ya no el El Minotauro Global de Varoufakis, sino al menos el prolífico blog del denostado ministro. Blog en el que en esta madrugada expresaba en su penúltima entrada como ministro cómo el referendo griego era un “no” a quienes entienden Europa como “una gran jaula de hierro para sus gentes”.

Se puede estar de acuerdo o no con sus planteamientos y sus formas, pero los radicales de SYRIZA no se han apartado de su plan original. En todo caso, se han mostrado abiertos a traicionar elementos del mismo en aras del ansiado acuerdo.

¿Su plan choca con la Troika? Sí. ¿Rompe con el statu quo que domina el continente desde que comenzó la crisis? Por supuesto. ¿Podría el programa de SYRIZA terminar en una salida de Grecia del sistema euro? Sí, es un riesgo reconocido públicamente. Todo esto se lo pregunté claramente a Varoufakis en nuestra segunda entrevista días antes de su nombramiento como ministro hace cinco meses. Su respuesta:

«Grecia no quiere abandonar el euro ni amenazar con hacerlo. No deberíamos haber entrado en el euro, esto está muy claro, pero una vez dentro sería desastroso salir voluntariamente».

«Esto no significa que debamos agachar la cabeza y hacer lo que nos dicen por temor a ser expulsados. No, debemos vetar políticas inhumanas dentro del euro, exigir la reestructuración de la deuda dentro del euro y nunca darles la oportunidad de afirmar que decidimos abandonar el euro de manera voluntaria. Si ellos quieren que nos vayamos, deben echarnos sin nuestra ayuda. Al hacerlo, eso sí, tirarán abajo sus propias casas…» (aquí la entrevista completa).

Luego, sabíamos lo que SYRIZA pretendía hacer una vez en el poder, y ahora, con el renovado respaldo de sus ciudadanos, sabemos lo que va a hacer. Esto último, con reconocimiento explícito de las posibles consecuencias. El resto es poesía.

La pelota se queda en Berlín

Tsipras no volverá a enviar a Bruselas la oferta que hace dos semanas estaba dispuesto a firmar y que incluía medidas de contracción fiscal contrarias a su programa. Va a enviar su propuesta y que incluye, como condición sine qua non, el espinoso asunto de la sostenibilidad de la deuda. Es decir, el Gobierno griego ya no tiene que tragar con ninguna de las políticas que durante los últimos cinco años han hundido a su país, algunas de las cuales hace unas semanas estaba dispuesto a asumir si lograba avanzar en el tema de la deuda. Incluso antes del referendo, Varoufakis logró alguna portada al dejarlo meridianamente claro: dimitiré, “prefiero cortarme el brazo antes de firmar” otro acuerdo de extend and pretend.

A la Troika puede que lo le guste. Puede que ni al lector de estas líneas. Pero esto es lo que el pueblo griego ha votado por partida doble en lo que va de año.

Luego, o bien Berlín se replantea el juego de la pelota que va de un lado a otro o se la queda. Difícil será, sin duda, recular y convencer a su electorado de que sí, que Tsipras, el Fondo Monetario Internacional y economistas de todo calibre e ideología puede que tengan razón y que lo mejor para que el euro siga siendo “irreversible” es no perder a ninguno de sus miembros y sacar el acuerdo adelante.

Y es que desde Berlín hasta Madrid, pasando por Roma y Lisboa, todos se han empeñado en vender a sus electorados la perversa e inmoral aritmética que una quita supondría para sus cuentas, al tiempo que ignoran que lo que Atenas les está pidiendo es que se olviden de la aritmética y que se centren en la geometría. Que se trata de hacer un esfuerzo colectivo de creatividad financiera para pasar unos dígitos de una columna a otra, llámese restructuración, reprofiling o lo que haga falta para salvar el espacio euro.

Tsipras tiene margen político y tiempo para poner en cintura a las facciones más rebeldes dentro de su coalición y retomar las negociaciones. La salida de Varoufakis del gobierno será sin duda bienvenida por Bruselas y Berlín. Así, con mandato renovado y nuevas caras, Grecia se planta en Bruselas con todo lo necesario para llegar a un acuerdo y evitar su éxodo del euro.

Sigo siendo pesimista y me temo que es demasiado tarde para que la canciller Merkel lea a Euclides. Al final puede que no devuelva una pelota que siempre ha sido suya. Hoy cena con el presidente francés, François Hollande, quien intentará convencerla de que la suelte. Es de suponer también que a estas horas Washington estará un poco más preocupado por el desastre en ciernes en la vieja Europa y que sus gestiones algo tengan que ver con los movimientos que se estén produciendo.

Será crucial el papel del Banco Central Europeo en las próximas horas, que es donde se está jugando la previa de la partida. Si el BCE al final deja caer el sistema bancario heleno y se ven obligados a introducir una moneda paralela (aquí lo que Varoufakis me dijo sobre semejante escenario hace cuatro años), la salida de Grecia del sistema euro será una cuestión de tiempo. Si esto ocurre, ya no importará dónde haya quedado la dichosa pelota. El resto de estados miembros de la unión monetaria iniciaremos la búsqueda de nuestras propias pelotitas.

Se acabó la incertidumbre. Alexis Tsipras, el primer ministro griego que tras enfrentarse al muro de Berlín le pidió a su pueblo que lo respaldara en las urnas a no ceder en su misión de poner fin al programa de austeridad de la Troika lo ha conseguido. Ayer recibió un inapelable 61% a favor de su “No” a las políticas impuestas por Europa.

No sólo se trata de un respaldo contundente para el Gobierno heleno, sino que también fue una victoria épica de un pueblo soberano de cara al exterior, pues el plebiscito tuvo lugar en un entorno similar al de un país en conflicto: con los bancos cerrados y bajo las feroces críticas y amenazas a un gobierno legítimo por parte de dieciocho capitales europeas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.