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Población sobrante

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Sé que mi móvil cuesta vidas humanas. Mis últimos pantalones contaminaron un agua que alguien ya no podrá beber. Mi comida es el hambre de cientos de personas. Mis viajes son la asfixia de miles de seres humanos. Mis libros son la destrucción de los pulmones del planeta. Mi vida tiene como precio la vida de otras personas.

Aprendo a vivir cada día con esa certeza. De igual forma que tuve que leer para entender lo que era vivir en una dictadura, pues no me lo enseñaron los libros de texto. He tenido que aprender la nueva forma de colonialismo extractivista que sostiene la economía de los países llamados “desarrollados”. La crisis climática es consecuencia de dicha explotación, la falta de recursos es consecuencia de dicha economía. La muerte de miles de personas es el resultado directo de nuestro bienestar.

Aprender a identificar las falsedades que te han inculcado a lo largo de tu vida y enfrentar un nuevo proceso de aprendizaje forma parte de la ardua tarea de alcanzar la madurez y la libertad. En materia de sentimientos, relaciones, prejuicios, límites, capacidades, historia, realidad, igualdad, valores...todo debe estar sometido a una continua revisión y aprendizaje.

Cuestionar, criticar, profundizar. Huye de compartimentos estancos. Relaciona, acude a los datos. No te dejes engañar, es el principio de la banalización del mal.

Mis fronteras matan. Mis comodidades matan. Disfruto de mis privilegios a costa de una población que empobrece, que pasa hambre y sed, que agoniza, que muere. Lo veo, me aproximo, estudio. Conozco su sufrimiento. Intento entender. Lo enfrento. Siento. Actúo. Lloro. Rendirse es un lujo que no nos podemos permitir.

Cualquier sistema que se base en la acumulación de riquezas más allá de las necesidades básicas para el soporte vital es un ejemplo que debemos aborrecer. El sistema capitalista es el foco del problema. No es el clima, no es el medio ambiente, no es la contaminación. El problema del sostenimiento de la vida humana en el planeta es el sistema económico que rige la economía de una minoría de la población mundial. La de los privilegiados. Nosotros. Los otros están muriendo para que nosotros sigamos derrochando. Formamos parte de la población mundial privilegiada. Somos responsables del estercolero en que hemos convertido el planeta.

Esa miseria que se cobra cientos de vidas humanas cada día. No enfrentar esa responsabilidad es inhumano. No hay excusa. Contribuimos al exterminio de miles de personas que sobran en un planeta agotado, mermado en sus recursos, saqueado. Para seguir viviendo en nuestras casas de falsa seguridad, exhibiendo objetos, disfrutando de más bienes de los que necesitamos para existir, otros mueren cada día.

Y los matamos exigiendo silencio. Sin querer ver su sufrimiento. A oscuras y sin ruido. En la profundidad del océano, con la explosión de nuestras armas o en el hambre del desierto. Que no nos amarguen la cena, que nos duele mucho ver lo que hacemos y nos duele más escuchar lo que somos. No queremos saber, queremos tener sin saber cuan mísera es nuestra forma de vida.

En este mundo distópico se vive sin sentir. Para no sentir optamos por no saber. Vivimos sin saber pero rodeados de conocimiento. Con conocimiento pero ignorando la ciencia. Con ciencia pero sin consciencia. Sin consciencia pero con el último invento tecnológico. Con tecnología pero sin alma.

A este ritmo de destrucción y explotación de los recursos de la tierra la posibilidad de sostener la vida de nueve mil millones de personas es una quimera. ¿en qué momento crees que tu muerte será necesaria para la existencia de otros? ¿cuánto vale tu vida?. ¿Piensas que por ser blanco y europeo no vas a sobrar? ¿eso piensas? ¿O es que quieres disfrutar de la fiesta hasta el final? Sin mirar. Sin pensar. Sin tratar de evitar.

El camino nunca es esconderse tras la hipocresía, disfrazar la realidad de frivolidad, declarar tu miedo sin atreverte a encender la luz. Dejarse mecer sólo te adormece. Asume la responsabilidad de tus actos. Si eliges vivir sin pensar, pronto te oirás repitiendo mensajes homófobos, racistas, clasistas, machistas...abrázandote al rebaño. La crueldad se manifiesta cuando excluyes el raciocinio, y siempre se refuerza con las mayorías. En el rebaño se está calentito, se baila, se bebe, se ríe. En la masa no se percibe el abismo hasta que pierdes el sostén. Caerás solo.

Lee. Mira más allá de tu ombligo. Aprende. Siente. Hay personas que lloran en la intimidad de sus casas. Orando por el genocidio. Lloren. Griten. Expliquen. Cuenten. Sean humanos.

Rendirse es un privilegio que no nos corresponde.

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