Espacio de opinión de Canarias Ahora
Sin poesía en la política
Se inició la XI Legislatura en el Congreso de los Diputados en la que se suponía iba a ser una nueva etapa, distinta, con nuevos actores e interlocutores. Pero comenzó sin poesía, sin esa sonrisa anunciada por la tele (pura publicidad, como Hacienda) que se tornó en parálisis facial, rostro quebrado y palabras repulsivas, sin metáfora, sin inspiración, sin alegoría ni alegría. El nuevo tiempo, las nuevas formas de hacer política se quedaron en gestos que rompieron el disciplinado acatamiento constitucional al cambiarlo por consignas. Simples y falsos silogismos. No es ilegal, pero esperaba más inspiración en ellos, los diputados y diputadas, ante su verdadero público: todos los españoles y no sólo la tribuna de desoradores.
Ellos se empeñaron en reducir a anécdota pueril –con bebé incluido- sus declaraciones de intenciones en el preciso momento inaugural, del inicio de la Legislatura. Por un lado, consignas asamblearias sociales o territoriales, sin matices, sin texturas ni misticismo para un electorado indignado pero que no supuso un aumento en la discutida participación electoral (tampoco dejaron votar a muchos que han emigrado de las listas del paro en este país). Por el otro lado, la frialdad de un sometimiento a una carta, la Magna -pero no inmóvil-. Una rigidez y monotonía que conduce al divorcio con la sociedad.
Ambas actuaciones chocaron. Unos y otros no querían escucharse y a la vez querían que les escucharan. En la Cámara resonaban sonidos sin eco, sin posibilidad de mezclarse, de mostrar al resto del país un coro o un decoro. Al contrario, la sesión inaugural metamorfoseó en reallity show televisivo cansino e inútil. Como los buscashare Inda-Sardá-Marhuenda que contagian a los políticos, a los de siempre porque no hay solución de cambio por mucho que lo repitan.
Es lo que hay. Por ello me cobijo en las palabras de Néstor Martín-Fernández de la Torre: “Hagamos de la vida una obra de arte” y me pregunto por qué la derecha, el centro y la izquierda de este país no acatan la Constitución (que no es dogma de fe) con poemas, con citas, con gregerías o con frases de intenciones que eleven el nivel del inicio de Legislatura… Tal vez así recordaríamos a nuestros grandes escritores y pensadores, o mejor aún podríamos descubrir entre tanto publicista del estado del bienestar que hay vida en el Congreso.
Se inició la XI Legislatura en el Congreso de los Diputados en la que se suponía iba a ser una nueva etapa, distinta, con nuevos actores e interlocutores. Pero comenzó sin poesía, sin esa sonrisa anunciada por la tele (pura publicidad, como Hacienda) que se tornó en parálisis facial, rostro quebrado y palabras repulsivas, sin metáfora, sin inspiración, sin alegoría ni alegría. El nuevo tiempo, las nuevas formas de hacer política se quedaron en gestos que rompieron el disciplinado acatamiento constitucional al cambiarlo por consignas. Simples y falsos silogismos. No es ilegal, pero esperaba más inspiración en ellos, los diputados y diputadas, ante su verdadero público: todos los españoles y no sólo la tribuna de desoradores.
Ellos se empeñaron en reducir a anécdota pueril –con bebé incluido- sus declaraciones de intenciones en el preciso momento inaugural, del inicio de la Legislatura. Por un lado, consignas asamblearias sociales o territoriales, sin matices, sin texturas ni misticismo para un electorado indignado pero que no supuso un aumento en la discutida participación electoral (tampoco dejaron votar a muchos que han emigrado de las listas del paro en este país). Por el otro lado, la frialdad de un sometimiento a una carta, la Magna -pero no inmóvil-. Una rigidez y monotonía que conduce al divorcio con la sociedad.