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Politizar los incendios

Se han politizado o tratan de politizar los incendios, dicen. Como si su gravedad y extensión nada tuvieran que ver con decisiones y desidias políticas. Como si pertenecieran a la esfera metafísica o fueran castigo de Dios y no riesgos ciertos que exigen previsión de los gobiernos, lo que entra de lleno en el ámbito de la política. Están, pues, politizados por definición y no sólo cabe la crítica sino que ésta es obligada.Una forma más sutil de desactivar la exigencia de responsabilidades es demorarla. O sea, decir que lo importante ahora es apagar los fuegos, que tiempo habrá luego de señalar con el dedo. Es un recurso de eficacia demostrada. En el caso de Gran Canaria no es el primer incendio en el que se ha dicho lo mismo: apaguemos primero el fuego y ya se verá. Con el resultado de que, una vez extinguido el incendio y pasado el verano, cada mochuelo regresa a su olivo y todo queda igual hasta el año que viene por estas fechas con el siguiente incendio. Puede aplicarse aquí el dicho de que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y vuelta a empezar. Hablo de responsabilidades, pero éstas importan menos como tales que en cuanto referencias de lo que debe y no debe ser una política forestal racional preventiva adecuada. De la que debe excluirse, por ejemplo, la privatización del cuido de los montes y tenerse muy en cuenta los criterios de los vecinos de las zonas forestales, que suelen ser depositarios de la vieja sabiduría y a los que la administración, según ha dicho más de uno, trata como a delincuentes en potencia si pretenden hacer aprovechamientos que podrían reforzar la limpieza y el control del monte. Mal que le pese a los talibanes del ecologismo, que haberlos, háylos.Pero, a lo que iba: es el momento de “politizar” porque dentro de mes o mes y medio nadie, salvo los afectados directos, recordará nada. Hasta el verano que viene en que estaremos en las mismas. Es inmensa la capacidad humana para tropezar más de una vez en la misma piedra.

Se han politizado o tratan de politizar los incendios, dicen. Como si su gravedad y extensión nada tuvieran que ver con decisiones y desidias políticas. Como si pertenecieran a la esfera metafísica o fueran castigo de Dios y no riesgos ciertos que exigen previsión de los gobiernos, lo que entra de lleno en el ámbito de la política. Están, pues, politizados por definición y no sólo cabe la crítica sino que ésta es obligada.Una forma más sutil de desactivar la exigencia de responsabilidades es demorarla. O sea, decir que lo importante ahora es apagar los fuegos, que tiempo habrá luego de señalar con el dedo. Es un recurso de eficacia demostrada. En el caso de Gran Canaria no es el primer incendio en el que se ha dicho lo mismo: apaguemos primero el fuego y ya se verá. Con el resultado de que, una vez extinguido el incendio y pasado el verano, cada mochuelo regresa a su olivo y todo queda igual hasta el año que viene por estas fechas con el siguiente incendio. Puede aplicarse aquí el dicho de que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y vuelta a empezar. Hablo de responsabilidades, pero éstas importan menos como tales que en cuanto referencias de lo que debe y no debe ser una política forestal racional preventiva adecuada. De la que debe excluirse, por ejemplo, la privatización del cuido de los montes y tenerse muy en cuenta los criterios de los vecinos de las zonas forestales, que suelen ser depositarios de la vieja sabiduría y a los que la administración, según ha dicho más de uno, trata como a delincuentes en potencia si pretenden hacer aprovechamientos que podrían reforzar la limpieza y el control del monte. Mal que le pese a los talibanes del ecologismo, que haberlos, háylos.Pero, a lo que iba: es el momento de “politizar” porque dentro de mes o mes y medio nadie, salvo los afectados directos, recordará nada. Hasta el verano que viene en que estaremos en las mismas. Es inmensa la capacidad humana para tropezar más de una vez en la misma piedra.