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Mi principito y el photoshop

Otra razón importante es que el principito no necesita photoshop. Es como es. Con su pelo ondulado , su abrigo, su bufanda o su flor en el cuello. Cuando se encuentra con un niño no lo coge en sus brazos mientras mira al fotógrafo oficial. Se dirige al pequeño con espontaneidad y le dice “por favor, dibújame un cordero”. Mi principito no está pendiente de las cámaras de televisión. Tampoco viaja en aviones militares, prefiere agarrarse a una cuerda atada a las patas de unos pájaros silvestres y aprovechar su vuelo para recorrer los planetas.

Lo mejor de todo, mi principito no soporta el photoshop. Mi principito es capaz de reconocer un elefante dentro de una boa cuando lo dibuja un niño, también es capaz de diferenciar su flor dentro de un jardín de cinco mil rosas. Pero una fotografía adulterada, una sonrisa fabricada por una máquina, eso no va con mi principito. Mi principito visitó una vez un planeta habitado por un vanidoso, cuando llegó el vanidoso le dijo “apláudeme, admírame”. Al principio le hizo gracia. Pero después se dio cuenta que no entendía la vanidad, el deseo de ser admirado. Aquel vanidoso que se encontró en un planeta hace algunas décadas seguro que habrá cambiado el sombrero por un uniforme, y quizá tendrá tarjetas de visita con diferentes uniformes y la misma cara, los milagros del photoshop.

Mi principito no vive en un lujoso palacio. No necesita mostrarme una foto abrazado a una princesa, colocado frente al fotógrafo oficial, con la barbilla, la mirada, los brazos, el cuello?Todo el cuerpo siguiendo el manual de instrucciones de un príncipe cercano y natural, acompañado de una princesa que debe estar bien vestida y aparentar la misma naturalidad.

La imagen de mi principito no responde a un manual de instrucciones. Saint-Exupéry lo dibujó como lo vio. Un día agachado deshollinando uno de los tres volcanes de su planeta, otro día está regando su flor, otro está volando con las aves migratorias y visitando los asteroides. Así es mi principito. Cuando abro la ventana de casa por la noche, y miro a las estrellas, observo una que brilla más. Allí vive mi principito, allí guarda el dibujo del cordero que le hizo el niño, allí riega su flor, allí ríe entre los volcanes.

Mi principito no tiene galones militares porque reina en un planeta que sólo conoce la paz. Aunque la estrella está muy lejos de mi ventana, a veces escucho la risa de mi principito. Una risa espontánea, sonora, feliz, imposible de retocar con el photoshop?

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Juan García Luján

Otra razón importante es que el principito no necesita photoshop. Es como es. Con su pelo ondulado , su abrigo, su bufanda o su flor en el cuello. Cuando se encuentra con un niño no lo coge en sus brazos mientras mira al fotógrafo oficial. Se dirige al pequeño con espontaneidad y le dice “por favor, dibújame un cordero”. Mi principito no está pendiente de las cámaras de televisión. Tampoco viaja en aviones militares, prefiere agarrarse a una cuerda atada a las patas de unos pájaros silvestres y aprovechar su vuelo para recorrer los planetas.

Lo mejor de todo, mi principito no soporta el photoshop. Mi principito es capaz de reconocer un elefante dentro de una boa cuando lo dibuja un niño, también es capaz de diferenciar su flor dentro de un jardín de cinco mil rosas. Pero una fotografía adulterada, una sonrisa fabricada por una máquina, eso no va con mi principito. Mi principito visitó una vez un planeta habitado por un vanidoso, cuando llegó el vanidoso le dijo “apláudeme, admírame”. Al principio le hizo gracia. Pero después se dio cuenta que no entendía la vanidad, el deseo de ser admirado. Aquel vanidoso que se encontró en un planeta hace algunas décadas seguro que habrá cambiado el sombrero por un uniforme, y quizá tendrá tarjetas de visita con diferentes uniformes y la misma cara, los milagros del photoshop.