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La razón de las cosas

¿Sientes dolores, sensación de ahogo, palpitaciones, mareos, sudoración, temblores, fatiga excesiva, pinchazos, náuseas o escalofríos, entre otros síntomas similares? Es que resulta que todas las monedas tienen dos caras, independientemente de su valor. Cuando pensabas que la vida era de tu color preferido, resulta que no. Resulta que está llena de otras tonalidades e, incluso, con alguna mancha.

Pero, a ver, no te asustes ni te sorprendas. No todo van a ser risas y fiestas. Probablemente, terminaríamos por aburrirnos. Porque, si lo que pretendemos es vivir en paz y armonía sin ningún tipo de contratiempo, en donde siempre haga frío o calor dependiendo de lo que nos apetece, así como de la ropa que llevamos puesta, pues vamos desenfocados. La normalidad no es la ausencia de conflictos. La normalidad es saber gestionar los conflictos. Por eso, ante un obstáculo, superación. Y en tiempo real, a ser posible.

¿Y para qué hace falta superarnos minuto tras minuto? ¿Por qué no asumimos la realidad como simples reglas de juego que debemos soportar? ¿Por qué salir de la denominada zona de confort? ¿Por qué no narcotizarnos y sobrellevar la angustia? Porque no sabes lo que te estás perdiendo. Asumir riesgos está bien. Con control, información y responsabilidad, claro está. A partir de ahí, evolución. De esa forma, a lo que te comprometes, lo debes hacer, por lo que la procrastinación no parece la mejor de las formas de actuación. De lo contrario, aun estaríamos en los árboles saltando de rama en rama.

A lo largo y ancho del tiempo que nos toca vivir nos encontraremos con situaciones que nos obligan a reevaluarnos y a reposicionarnos porque cambia el entorno y, con él, la información. ¿Y cuál es el mínimo común denominador? Vivir con el sentido del respeto, tanto hacia sí mismo como hacia el entorno, procurando no hacer nada que te y nos perjudique. Ahora bien, es indispensable tomar en consideración el hecho de que superarse no es fácil. Y mucho menos si lo deseas hacer desde la perspectiva de la individualidad.

¿Y cómo conoces la dirección en la que te tienes que mover, cambiar o adaptarte? Una señal clara e inequívoca son los constantes cambios de humor, los continuos pensamientos en el peor de los escenarios, la falta de claridad en los razonamientos perdiendo la capacidad de interpretación real… hasta mantenernos en una aparente situación límite, de forma que terminan por afectar la propia convivencia con tu ambiente, lo que está unido íntimamente al autocontrol. Y es aquí donde se debe recordar que la primera vocación de la provocación es provocar. La tuya, ignorar.

Pero el problema termina por afectar. Por ello, es mejor socializarlo, pedir ayuda al universo, y tirar para adelante, sea lo que sea lo que te esté ocurriendo. Ahora bien, no te machaques preguntándote qué te pasa. Probablemente sea tal mezcla de cosas, que no las sabes escudriñar. Lo que sí debes pensar es que, si pasa, alguna razón habrá. Y no como consuelo, sino como realidad. La cruda realidad.

¿Sientes dolores, sensación de ahogo, palpitaciones, mareos, sudoración, temblores, fatiga excesiva, pinchazos, náuseas o escalofríos, entre otros síntomas similares? Es que resulta que todas las monedas tienen dos caras, independientemente de su valor. Cuando pensabas que la vida era de tu color preferido, resulta que no. Resulta que está llena de otras tonalidades e, incluso, con alguna mancha.

Pero, a ver, no te asustes ni te sorprendas. No todo van a ser risas y fiestas. Probablemente, terminaríamos por aburrirnos. Porque, si lo que pretendemos es vivir en paz y armonía sin ningún tipo de contratiempo, en donde siempre haga frío o calor dependiendo de lo que nos apetece, así como de la ropa que llevamos puesta, pues vamos desenfocados. La normalidad no es la ausencia de conflictos. La normalidad es saber gestionar los conflictos. Por eso, ante un obstáculo, superación. Y en tiempo real, a ser posible.