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Selvas sonoras
Estos tejidos sonoros de otras épocas conforman una parte de ese “efecto capa” que describe la propia compositora, pues ella los entreteje en pasajes disonantes de cuerdas y metales y con otras figuras plenamente experimentales que nos remiten a su inspiración principal: la luz y sus fenómenos. Esos “bucles” o arpegios elípticos del violín y esa disolución de las notas mediante la pulsación y el sostenido son la traslación musical del reflejo y de la intermitencia de la luz, metáfora sutil y espiritual que conmovió a más de uno, incluso a los más acérrimos enemigos de la disonancia, que por cierto ya es antigua, como el automatismo o el informalismo de la posguerra en la pintura europea.
Las encantadoras Hermanas Labèque dieron prueba a continuación de su compromiso con la vanguardia musical con su interpretación del arduo concierto de Berio para dos pianos. Ellas valientes y resueltas, lo han incorporado a su repertorio. Tras un primer movimiento de acentos líricos y lejanos, Berio da rienda suelta a su intrincada escritura musical, a las citas de sus propias composiciones, y a un tutti dominador que alcanza una sombría grandeza disonante. Entiendo que a pocos les guste pero es una obra interesante y digna.
Finalmente, last and not at all least, debemos decir que solo un espléndido director de envidiable precisión como lo es Michael Gielen pudo conducirnos a través de estos difíciles bosques sonoros hasta acabar en la cuarta de Chaikovski. Jonathan Allen
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