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131 aniversario del poeta Tomás Morales
El pasado día 10 de este presente mes de octubre, se celebró con la debida apoteosis y fastos culturales en la Casa Museo de su parnasiano nombre, los actos que conmemoraban los 131 años del feliz nacimiento de este egregio poeta de estilo modernista. Había nacido en la Villa de Moya, Tomás Morales Castellano, pueblo norteño de la isla grancanaria. Más que el propio día de su amanecer a la vida de sus congéneres humanos, se hace una entrañable rememoración en agradecimiento a este rapsoda del modernismo canario y español, por habernos dejado sus emociones vividas en versos, a pesar de su pronta muerte.
Desde la meseta de su alto pueblo avistó el niño y joven Tomás, el Atlántico. Desde aquellos infantes días de su emotiva existencia, descubrió en sus anímicos adentros la sensibilidad que en él bullía, con el mar, los objetos y gentes de sus encuentros que a su alrededor contemplaba. Fue el mar su primera musa, aunque sin aún saber versar la métrica en sus versos y concebidas estrofas, que a buen seguro, rimaba en los versos por él imaginados en sus neuronas poéticas. Y ahí se quedaban, solo en sutiles intentos, en su nebulosa mental inspirativa. No podía ni sabía aún, cómo transcribir esas emociones vividas desde las alturas de su villa moyense, al vislumbrar el inmenso y próximo océano.
De joven se trasladó, junto a su familia, a la capital de la isla. Sus primeras enseñanzas de bachillerato las recibió Tomás en el histórico colegio San Agustín en 1893, sito en el añejo barrio de Vegueta (epicentro en 1478, del nacimiento la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria). Centro éste, en el que, entre otros personajes de la ciudad, estudiaron Benito Pérez Galdós, Fernando León y Castillo —y su hermano Juan León, quien construyó el primer muelle de la isla—. Acabado sus estudios de segunda enseñanza, se decanta por la ciencia de Esculapio, con el objeto saber la médica panacea para curar a sus semejantes. Por ello que se traslada a la ciudad gaditana. En esta Facultad de Medicina realiza su primer curso para ser galeno, en 1902. Año en que comienza a plasmar sus primeras poesías.
En 1904, continúa sus estudios de medicina en Madrid. Pero para ello, hubo de convencer a la madre de Tomás (en lógica protectora maternal de su seguridad y del exitoso cumplimiento con sus estudios universitarios). La astucia de los jóvenes: Tomás y de su gran amigo Luis Doreste Silva, también poeta y prosista, que ya se formaba en Madrid en los mismos estudios medicinales, convencieron a su madre. Se matricula en la Universidad de San Carlos. Este despertar a una gran ciudad como Madrid, en el que se vivía el culmen de la cultura y de la poesía, fue fundamental para reverberar las incitaciones en el sentir poético de Morales. Allí conoce y visita a Galdós en su casa. Se une para formar un trío intelectual, el escritor lanzaroteño Ángel Guerra (José Betancort Cabrera), quienes merodean todos los ambientes culturales del Madrid de principio del siglo XX.
Visita Tomás y sus aludidos amigos, las tertulias de Francisco Villaespesa, el café Universal (donde se reunía la colonia canaria, Galdós, León y Castillo, etc. en los años sesenta del siglo XIX); y las reuniones en la casa de Colombine, María de Burgos (la escritora y editora de la Revista Crítica. Fue precisamente, en una de las vespertinas reuniones domingueras en la casa de esta escritora, en la que, en un alarde de entusiasmo poético, Tomás Morales se arrancó a declamar. Comenzó a recitar el joven moreno y desconocido, con una vibrante voz, y pelo de leoncillo, quien había nacido en las islas Afortunadas. “En la habitación, repleta de gente, surgía un mozo robusto, cetrino, de atrevida frente y labios gruesos”.
Una vez restablecido el silencio, avanzó ligeramente y extendió el brazo derecho, en la amenazadora actitud del que va a recitar. “La voz, una voz abaritonada, caliente, viril y esbelta, que fue exaltándose magníficamente”, comenzó: Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico, / con sus faroles rojos en la noche calina, / y el disco de la luna bajo el azul romántico / rielando en la movible serenidad marina...
El intrépido mozo acababa de desvelar sus talentos de prometedor vate, o si no era ya un consagrado, con su verbo cargado de arrobo y con el esdrújulo. Así describía el conspicuo escritor Emiliano Ángel Ramírez, ferviente seguidor y amigo de Galdós, su primer encuentro con el poeta grancanario y su admiración por él desde aquel preciso instante.
En el año 1908, en Madrid, presentó su primer poemario, con influenciada estilística de su admirado poeta y mentor del modernismo, Rubén Darío: Poema de la gloria, del amor y del mar. Pero el mayor éxito lo obtuvo con su memorable obra Las Rosas de Hércules. Libro I, que presentó en la misma capital. El éxito fue clamoroso. Los grandes elogios y aplausos los obtuvo al finalizar la lectura de los versos Oda al Atlántico, que consagraba al rapsoda Morales como uno de los más grandes del habla hispana.
“Si el primer poeta de España soy yo, renuncio a mi puesto a favor de Tomás Morales”. Aseveró el gran poeta Antonio Machado, después de vivir la disertación del poemario, en el Ateneo de Madrid, el 2 de febrero de 1919. Tomás Morales lo honraron con ser un consolidado poeta nacional y empezaba a tener una valiosa extensión universal. Después de esta disertación se dice de Morales Castellano, se comentó: “Morales es el segundo poeta español (en concepto de González-Blanco, Antonio Machado es el primero). Es un nuevo Leconte Lisle”.
También estaba presente en la velada el escultor Victorio Macho, que en la posterior cena de homenaje a Morales, le propuso realizarle un busto. Retrato que se conserva hoy, en bronce, en la calle que lleva su ilustre nombre, de nuestra ciudad. Y a su fallecimiento, el 15 de agosto de 1921, le realizó este entrañable amigo y escultor, la idea de una estatua fúnebre (Musa) para su sepulcro, donde reposaran sus restos mortales en el cementerio de Las Palmas. Victorio Macho también tuvo una entrañable amistad con Galdós, y a quien realizó tres esculturas: un busto y dos grandes monumentos (Madrid, 1919 y Las Palmas, 1928).
La agónica enfermedad que condujo a la pronta muerte de este eximio poeta canario, con treinta y nueve años (1921). Fue precursor de la moderna poesía canaria, con un talento excepcional. Con su óbito se truncó la futura y muy prometedora obra poética que tenía en mente, para continuar enhebrando versos sobre la mar, el aire, la tierra y el fuego; y las vivencias de sus congéneres. Con su dominio en las estrofas de equilibrada perfección métrica, madurez técnica y elocuencia creadora, bajo el dominio de un simbolismo en toda sus estrofas en este hijo del Parnaso. Fue junto a Alonso Quesada y Saulo Torón, el sobresaliente trío de la poesía modernista canaria.
El pasado día 10 de este presente mes de octubre, se celebró con la debida apoteosis y fastos culturales en la Casa Museo de su parnasiano nombre, los actos que conmemoraban los 131 años del feliz nacimiento de este egregio poeta de estilo modernista. Había nacido en la Villa de Moya, Tomás Morales Castellano, pueblo norteño de la isla grancanaria. Más que el propio día de su amanecer a la vida de sus congéneres humanos, se hace una entrañable rememoración en agradecimiento a este rapsoda del modernismo canario y español, por habernos dejado sus emociones vividas en versos, a pesar de su pronta muerte.
Desde la meseta de su alto pueblo avistó el niño y joven Tomás, el Atlántico. Desde aquellos infantes días de su emotiva existencia, descubrió en sus anímicos adentros la sensibilidad que en él bullía, con el mar, los objetos y gentes de sus encuentros que a su alrededor contemplaba. Fue el mar su primera musa, aunque sin aún saber versar la métrica en sus versos y concebidas estrofas, que a buen seguro, rimaba en los versos por él imaginados en sus neuronas poéticas. Y ahí se quedaban, solo en sutiles intentos, en su nebulosa mental inspirativa. No podía ni sabía aún, cómo transcribir esas emociones vividas desde las alturas de su villa moyense, al vislumbrar el inmenso y próximo océano.