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Opinión - Errejón y los etcétera. Por Rosa María Artal
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Hasta la última falsedad

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Según los titulares, este país está en pleno caos ferroviario. El que sufre retrasos en los vestíbulos de las estaciones de tren –o en sitios más incómodos- tiene derecho a quejarse y mucho. Pero el caos no es un sumatorio de personas afectadas sino de una concatenación insistente de incidentes día a día. ¿Es eso lo que está pasando en la red ferroviaria española? No. Lo que está pasando es fruto de la falta de inversión en trenes e infraestructuras de finales de 2011 a mediados 2018. Es decir, M. Rajoy abriendo la botella de agua de plástico y pasándolo muy mal con el tapón. Nosotros más.

Hay gentes de la oposición opositora convencidas de que un tren se encarga de un día para otro. La oposición conservadora, cuando gobierna, la pifia mucho con los trenes en particular, y con casi todas las infraestructuras en general. Fueron capaces de inaugurar un hangar, la T-4 de Barajas, que entonces no tenía ni un cable: febrero de 2004. Hasta unas esculturas de Manolo Valdés eran maquetas a tamaño real que después pesaron más y fue preciso reubicarlas. El tal López tenía prisa. O el tal Cascos con ganas de dejarle un muerto a su sucesor en el ministerio de Fomento aun suponiéndolo de su propio partido. Qué gentes malencaradas.

Ahora vuelve la matraca del terrorismo, nunca se ha ido ni se irá, para esas gentes. Dan ganas de pensar que piensan “con/contra ETA vivíamos mejor” si no fuera porque es una barbaridad. ¿O no tanto? Hubo algunos que hicieron negocio con la sangre ajena igual que ahora otros se aprovechan de las víctimas que suelen quejarse mucho cuando gobierna la izquierda. Es duro escribirlo: las víctimas del terrorismo son personas subjetivadas para siempre en su desgracia. Merecen ayuda eterna, apoyo, comprensión y lo que haga falta, pero no pueden ni deben condicionar la política para el futuro. Mi abuela, que no era Concepción Arenal pero casi, insistía: desprecia el delito, compadece al delincuente. Muy cristiana, no como estas gentes.

Se dirá que no pasa nada pero sí porque acabarán titulando cualquier día “caos terrorista” porque el ferroviario no les llega. Se encubre la aflicción ideológica detrás de garbanzos del siglo XIX carlista y sacamantecas. Si son capaces, lean un libro inquietante, Presentes de Paco Cerdá. De la santa compaña de 1939 que se montó con el cadáver de José Antomnio Primo de Rivera y otras nimiedades. De ahí venimos.

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