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Actuaba por libre

Todas las personas que conocieron el accidentado paso de López Pascual por El Salvador a finales de los ochenta coinciden en afirmar que se gobernaba solo, que el desempeño de sus funciones no estaba coincidiendo con la línea que el Gobierno socialista de Felipe González pretendía para colaborar con la pacificación del país. Se enfrentaba continuamente al embajador Álvarez de Miranda, que recibió del jefe del Cesid de entonces, el general Emilio Alonso Manglano, la temida confirmación a sus sospechas: era un agente incontrolado. El jesuita Ignacio Ellacurría, asesinado por los escuadrones de la muerte el 16 de noviembre de 1989, llegó a decir del espía afincado en Las Palmas de Gran Canaria lo siguiente: “Puede que sea peligroso, no sé. De todas formas, recela. Mira, yo no me fío de él ni un pelo, es muy sospechoso”, según se recoge en el libro Ka: Licencia para matar.

Todas las personas que conocieron el accidentado paso de López Pascual por El Salvador a finales de los ochenta coinciden en afirmar que se gobernaba solo, que el desempeño de sus funciones no estaba coincidiendo con la línea que el Gobierno socialista de Felipe González pretendía para colaborar con la pacificación del país. Se enfrentaba continuamente al embajador Álvarez de Miranda, que recibió del jefe del Cesid de entonces, el general Emilio Alonso Manglano, la temida confirmación a sus sospechas: era un agente incontrolado. El jesuita Ignacio Ellacurría, asesinado por los escuadrones de la muerte el 16 de noviembre de 1989, llegó a decir del espía afincado en Las Palmas de Gran Canaria lo siguiente: “Puede que sea peligroso, no sé. De todas formas, recela. Mira, yo no me fío de él ni un pelo, es muy sospechoso”, según se recoge en el libro Ka: Licencia para matar.