El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Una detrás de otra
La trama eólica chica, la de Celso Perdomo, Honorato López, Enrique Guzmán, José Ignacio Esquível y otros, está a punto de culminar en el juicio con jurado que, por los avatares del destino y las sentencias in voce del Supremo, hasta podría presidir el magistrado José Antonio Martín, precisamente encartado en lo que se le encartó como consecuencia de las conversaciones telefónicas intervenidas para investigar aquella. Pero nadie hasta la fecha, insistimos, nadie, ha querido meterle mano a la trama gorda, al estanque de los tiburones, donde han nadado a su antojo los que verdaderamente se prestaron a montar un espectacular negocio con un campo de vientos en el espigón del muelle de Arinaga. El juez García-Sotoca, un magistrado de a pie, no dudó un sólo instante al calificar de extraños algunos comportamientos de estos tiburones, tanto en la sala donde se vio la querella de Soria contra Carlos Sosa, como durante aquellos meses de 2004, cuando se tramitaba el concurso eólico y el vicepresidente del Gobierno vivía a cuerpo de rey en versión gratis en un chalet del empresario al que le habían preparado todo para forrarse. Y siguen sin investigarlo.
La trama eólica chica, la de Celso Perdomo, Honorato López, Enrique Guzmán, José Ignacio Esquível y otros, está a punto de culminar en el juicio con jurado que, por los avatares del destino y las sentencias in voce del Supremo, hasta podría presidir el magistrado José Antonio Martín, precisamente encartado en lo que se le encartó como consecuencia de las conversaciones telefónicas intervenidas para investigar aquella. Pero nadie hasta la fecha, insistimos, nadie, ha querido meterle mano a la trama gorda, al estanque de los tiburones, donde han nadado a su antojo los que verdaderamente se prestaron a montar un espectacular negocio con un campo de vientos en el espigón del muelle de Arinaga. El juez García-Sotoca, un magistrado de a pie, no dudó un sólo instante al calificar de extraños algunos comportamientos de estos tiburones, tanto en la sala donde se vio la querella de Soria contra Carlos Sosa, como durante aquellos meses de 2004, cuando se tramitaba el concurso eólico y el vicepresidente del Gobierno vivía a cuerpo de rey en versión gratis en un chalet del empresario al que le habían preparado todo para forrarse. Y siguen sin investigarlo.