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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Diario de campaña (III)

Segundo debate entre candidatos a la provincia de Las Palmas a las elecciones del 20D y segunda, y todavía más clamorosa que la primera, pérdida de papeles de José Manuel Soria, candidato del PP. Fueron tan excesivos sus ataques a la candidata de Podemos, la juez en excedencia Victoria Rosell, que ni siquiera sus más conspicuos gestores de redes sociales se atrevieron a plasmarlos en sus cuentas de redes sociales. El ministro de Industria estaba esperando cualquier momento propicio para volver a lanzarse contra Rosell para cobrarle viejas afrentas o para cobrarle afrentas que a ella no pertenecen. Y el momento lo encontró cuando la magistrada le echó en cara que veranee (lleva cuatro veranos haciéndolo) en un hotel ilegal de Lanzarote. La respuesta de Soria fue tan inesperada como absurda: o usted ha mentido o ha faltado a su obligación de denunciarlo, sin que quedara claro en ese momento si lo que debió haber denunciado Rosell es la ilegalidad manifiesta del hotel (con sentencia firme del TSJC desde 2008), o el modo colgadera que emplea el señor ministro de Turismo para pasar sus vacaciones. La primera refriega se saldó con la candidata de Podemos reprochándole lo poco ético de ese comportamiento. La segunda fue mucho más agresiva: cuando la candidata de Podemos reprochó al PP camuflar bajo las reformas legales (como la reducción de plazos para la instrucción judicial) una mayor protección a los corruptos, Soria creyó llegado otro momento propicio para sacar a relucir su caso, el Salmón: y ahí se disparató del todo. Primero dijo que la denuncia procedía del PSOE, “que usó a un delincuente convicto y confeso” para presentar una denuncia contra él redactada por alguien que en aquel momento se entristecía. La respuesta de Rosell consistió en recordarle que la causa en cuestión efectivamente resultó archivada, no sin que antes el fiscal anticorrupción pusiera negro sobre blanco que aquello apestaba a delito de cohecho pero que, cuando se interpuso la denuncia, estaba prescrito.

Más sangre, más fango

Pero Soria no se conformaba, quería más sangre, y eso que los peores ataques contra su partido y contra él por casos flagrantes de corrupción provinieron del candidato que se encontraba a su lado, Sebastián Franquis (PSOE), que le requería insistentemente que le contestara a la pregunta de por qué habían sido apartado de sus puestos responsables policiales que durante años investigaron casos como Faycan y Góndola, en los que aparecen encartados dirigentes y cargos públicos del PP. La insistencia del candidato socialista encontró una lacónica respuesta tras mucho insistir: “No me consta”. Y se volvió de nuevo hacia Victoria Rosell para reprocharle la investigación preprocesal abierta por la Fiscalía de Las Palmas a partir de un contrato cuyo único ejemplar estuvo solo en manos de Soria antes de llegar a esos predios de la Ciudad de la Justicia. “Esa denuncia que la fiscalía se ha encargado ha hecho pública”, enunció temerariamente Soria dejando a su Ministerio Público in puris naturalibis en una clara constatación de que está siendo manejada (una vez más) por el poder ejecutivo. Los ataques provocaron que al resto de candidatos les costara durante unos largos minutos poder retomar su sitio en el debate, pero el formato del mismo, más parecido a una entrevista coral que a una exposición abierta de propuestas programáticas, lo impidió. Las preguntas que lanzaba el moderador se referían exclusivamente al pasado, lo que desde luego propiciaba bastante el reproche y el y tú más, que fue al final lo que quedó de regustillo. Todavía quedan otros dos debates (estos sí televisivos) entre estos cinco candidatos. Habrá que ir con botas de agua.

Segundo debate entre candidatos a la provincia de Las Palmas a las elecciones del 20D y segunda, y todavía más clamorosa que la primera, pérdida de papeles de José Manuel Soria, candidato del PP. Fueron tan excesivos sus ataques a la candidata de Podemos, la juez en excedencia Victoria Rosell, que ni siquiera sus más conspicuos gestores de redes sociales se atrevieron a plasmarlos en sus cuentas de redes sociales. El ministro de Industria estaba esperando cualquier momento propicio para volver a lanzarse contra Rosell para cobrarle viejas afrentas o para cobrarle afrentas que a ella no pertenecen. Y el momento lo encontró cuando la magistrada le echó en cara que veranee (lleva cuatro veranos haciéndolo) en un hotel ilegal de Lanzarote. La respuesta de Soria fue tan inesperada como absurda: o usted ha mentido o ha faltado a su obligación de denunciarlo, sin que quedara claro en ese momento si lo que debió haber denunciado Rosell es la ilegalidad manifiesta del hotel (con sentencia firme del TSJC desde 2008), o el modo colgadera que emplea el señor ministro de Turismo para pasar sus vacaciones. La primera refriega se saldó con la candidata de Podemos reprochándole lo poco ético de ese comportamiento. La segunda fue mucho más agresiva: cuando la candidata de Podemos reprochó al PP camuflar bajo las reformas legales (como la reducción de plazos para la instrucción judicial) una mayor protección a los corruptos, Soria creyó llegado otro momento propicio para sacar a relucir su caso, el Salmón: y ahí se disparató del todo. Primero dijo que la denuncia procedía del PSOE, “que usó a un delincuente convicto y confeso” para presentar una denuncia contra él redactada por alguien que en aquel momento se entristecía. La respuesta de Rosell consistió en recordarle que la causa en cuestión efectivamente resultó archivada, no sin que antes el fiscal anticorrupción pusiera negro sobre blanco que aquello apestaba a delito de cohecho pero que, cuando se interpuso la denuncia, estaba prescrito.

Más sangre, más fango