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Epiglotis turística

Es admirable el esfuerzo que muchas personas hacen cada día por promocionar la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria como destino turístico. Lo fue en otras calendas y reúne las condiciones necesarias para volver a serlo a poco se empeñen todos sus vecinos en hacer su pequeña contribución cotidiana. Ya saben, un poco de civismo por aquí, un poco de hospitalidad por allá? lo que podría resumirse en amar la ciudad y sentirla como propia. Es verdad que muchas veces las circunstancias no ayudan mucho, particularmente las sociales, las educativas y hasta las políticas, si nos apuran. Que el desencanto ciudadano es ?perdonando la simpleza- la madre de muchos vicios urbanos. Desde el Ayuntamiento se hacen notables esfuerzos, en ocasiones más inteligentes que otras, pero no siempre con el éxito deseado. Por primera vez en mucho tiempo, al frente de esa responsabilidad se encuentra un profesional del gremio, Pablo Barbero, al que se le puede reconocer de momento la entrega, el conocimiento y una misión asumida que parece tener bien clara. Pero haría bien Barbero en reforzar de mejor manera la trama profesional que le rodea, en hacer caso de los viejos lobos de mar que terminan siempre pregonando en el desierto. Por ejemplo, no parece que vaya a ser un acierto definitivo la elección de ese LPAvisit con que quiere apocopar el nombre de la ciudad, dada la confirmada tendencia de IATA de retirar el indicativo LPA para el aeropuerto de Gran Canaria haciendo caso a una histórica reclamación que obtiene sus frutos décadas después. Leyendo el folleto promocional en español de LPAvisit y algunas traducciones al inglés dispersas por ahí, hemos de recomendar al concejal de Turismo un poco más de concentración, que los recortes no deben llegar a la calidad estilística y de traducción.

Es admirable el esfuerzo que muchas personas hacen cada día por promocionar la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria como destino turístico. Lo fue en otras calendas y reúne las condiciones necesarias para volver a serlo a poco se empeñen todos sus vecinos en hacer su pequeña contribución cotidiana. Ya saben, un poco de civismo por aquí, un poco de hospitalidad por allá? lo que podría resumirse en amar la ciudad y sentirla como propia. Es verdad que muchas veces las circunstancias no ayudan mucho, particularmente las sociales, las educativas y hasta las políticas, si nos apuran. Que el desencanto ciudadano es ?perdonando la simpleza- la madre de muchos vicios urbanos. Desde el Ayuntamiento se hacen notables esfuerzos, en ocasiones más inteligentes que otras, pero no siempre con el éxito deseado. Por primera vez en mucho tiempo, al frente de esa responsabilidad se encuentra un profesional del gremio, Pablo Barbero, al que se le puede reconocer de momento la entrega, el conocimiento y una misión asumida que parece tener bien clara. Pero haría bien Barbero en reforzar de mejor manera la trama profesional que le rodea, en hacer caso de los viejos lobos de mar que terminan siempre pregonando en el desierto. Por ejemplo, no parece que vaya a ser un acierto definitivo la elección de ese LPAvisit con que quiere apocopar el nombre de la ciudad, dada la confirmada tendencia de IATA de retirar el indicativo LPA para el aeropuerto de Gran Canaria haciendo caso a una histórica reclamación que obtiene sus frutos décadas después. Leyendo el folleto promocional en español de LPAvisit y algunas traducciones al inglés dispersas por ahí, hemos de recomendar al concejal de Turismo un poco más de concentración, que los recortes no deben llegar a la calidad estilística y de traducción.