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Inevitable Soria

Cuesta mucho trabajo esquivar a José Manuel Soria. Nos lo tropezamos los canarios cada vez que abrimos en internet cualquier periódico o encendemos una radio o una televisión. Se cuela en nuestras vidas de manera abrupta y acantilada para recordarnos que hemos osado gobernarnos por seres inferiores que lo apartaron del poder autonómico de manera rastrera y miserable. Insiste el ministro canario en pintarnos un panorama cada día más desolador, para lo cual él personalmente coge el cubo, la brocha y la escalera, y suelta sus muy característicos y coloristas brochazos de los que termina por responsabilizar al resto de la humanidad. Cada día va quedando más claro que las decisiones específicamente perjudiciales para Canarias llevan su sello personal, y cada vez hace menos por disimularlo. Y cuando la jugada se le vuelve en contra, se adentra en el terreno de la mentira más descarada en la errónea creencia de que el personal no le está cogiendo la matrícula con los ojos como los del cherne. Es lo que le ha ocurrido con el golpetazo que ha proferido a las renovables en Canarias, de las que ahora dice que producen energía a un precio más elevado que las fuentes convencionales, cuando sabe de sobra que es justamente al revés, según datos de su propio ministerio. Le ha salido a responderle con las piernas por delante el vicepresidente, José Miguel Pérez, que parece haber despertado de improviso de un largo sueño que nos empezaba a preocupar. Mientras, desde Madrid, un siempre activo Gaspar Llamazares, de Izquierda Unida, ha requerido al ministro para que explique en sede parlamentaria cómo es eso de que elige hoteles ilegales para veranear. Pero vayamos por partes

Cuesta mucho trabajo esquivar a José Manuel Soria. Nos lo tropezamos los canarios cada vez que abrimos en internet cualquier periódico o encendemos una radio o una televisión. Se cuela en nuestras vidas de manera abrupta y acantilada para recordarnos que hemos osado gobernarnos por seres inferiores que lo apartaron del poder autonómico de manera rastrera y miserable. Insiste el ministro canario en pintarnos un panorama cada día más desolador, para lo cual él personalmente coge el cubo, la brocha y la escalera, y suelta sus muy característicos y coloristas brochazos de los que termina por responsabilizar al resto de la humanidad. Cada día va quedando más claro que las decisiones específicamente perjudiciales para Canarias llevan su sello personal, y cada vez hace menos por disimularlo. Y cuando la jugada se le vuelve en contra, se adentra en el terreno de la mentira más descarada en la errónea creencia de que el personal no le está cogiendo la matrícula con los ojos como los del cherne. Es lo que le ha ocurrido con el golpetazo que ha proferido a las renovables en Canarias, de las que ahora dice que producen energía a un precio más elevado que las fuentes convencionales, cuando sabe de sobra que es justamente al revés, según datos de su propio ministerio. Le ha salido a responderle con las piernas por delante el vicepresidente, José Miguel Pérez, que parece haber despertado de improviso de un largo sueño que nos empezaba a preocupar. Mientras, desde Madrid, un siempre activo Gaspar Llamazares, de Izquierda Unida, ha requerido al ministro para que explique en sede parlamentaria cómo es eso de que elige hoteles ilegales para veranear. Pero vayamos por partes