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Hacia la ingobernabilidad

Los pronósticos no son nada halagüeños, ni para los censurantes, ni para el alcalde ni para la ciudad de Tacoronte. Si prospera la censura se romperá el PSOE, que habrá de renacer de los restos que queden tras la batalla, probablemente a partir del único concejal que no la apoyó, Carlos Medina, removido de la secretaría general por los hoy censurantes. Adscrito a la corriente Bases 2020, presentada este mismo jueves en Las Palmas de Gran Canaria, Medina es el único que se ha mantenido firme en la disciplina del pacto, lo que desmonta por completo las tesis de los que sostienen que detrás de esta maniobra están los críticos con José Miguel Pérez. Si no prospera la escaramuza por la expulsión de los rebeldes y su adscripción al grupo de tránsfugas del Ayuntamiento podría darse la incómoda situación de un alcalde en minoría, apoyado tan solo por un concejal socialista pero con votos insuficientes para sacar adelante unos presupuestos y los grandes retos de la ciudad. Se frustraría cualquier intento de censura hasta el final del mandato y los cinco expulsados habrán de buscarse un partido nuevo para 2015. Perdería la ciudad ante una inestabilidad perversa salvo que se produjera un requiebro imposible: que Álvaro Dávila pudiera ser apoyado por el PP. El peor de los males, llegados a esta situación tan crítica, sería que los cinco rebeldes gobiernen con el PP, se desgasten mutuamente, acaben el mandato como puedan y crucen los dedos a ver cómo lo premiará la ciudadanía en un par de años. Otra cosa será el encaje que un gobierno de expulsados del PSOE tenga en la organización socialista insular, tan proclive a tocar las narices a la dirección regional y a Coalición Canaria por las viejas rencillas y algunas insalvables diferencias personales que, en el caso de Tacoronte, han llegado al desencuentro más absoluto.

Los pronósticos no son nada halagüeños, ni para los censurantes, ni para el alcalde ni para la ciudad de Tacoronte. Si prospera la censura se romperá el PSOE, que habrá de renacer de los restos que queden tras la batalla, probablemente a partir del único concejal que no la apoyó, Carlos Medina, removido de la secretaría general por los hoy censurantes. Adscrito a la corriente Bases 2020, presentada este mismo jueves en Las Palmas de Gran Canaria, Medina es el único que se ha mantenido firme en la disciplina del pacto, lo que desmonta por completo las tesis de los que sostienen que detrás de esta maniobra están los críticos con José Miguel Pérez. Si no prospera la escaramuza por la expulsión de los rebeldes y su adscripción al grupo de tránsfugas del Ayuntamiento podría darse la incómoda situación de un alcalde en minoría, apoyado tan solo por un concejal socialista pero con votos insuficientes para sacar adelante unos presupuestos y los grandes retos de la ciudad. Se frustraría cualquier intento de censura hasta el final del mandato y los cinco expulsados habrán de buscarse un partido nuevo para 2015. Perdería la ciudad ante una inestabilidad perversa salvo que se produjera un requiebro imposible: que Álvaro Dávila pudiera ser apoyado por el PP. El peor de los males, llegados a esta situación tan crítica, sería que los cinco rebeldes gobiernen con el PP, se desgasten mutuamente, acaben el mandato como puedan y crucen los dedos a ver cómo lo premiará la ciudadanía en un par de años. Otra cosa será el encaje que un gobierno de expulsados del PSOE tenga en la organización socialista insular, tan proclive a tocar las narices a la dirección regional y a Coalición Canaria por las viejas rencillas y algunas insalvables diferencias personales que, en el caso de Tacoronte, han llegado al desencuentro más absoluto.