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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Pedro Sánchez debe dimitir

Pedro Sánchez

Carlos Sosa

La primera decisión que debió suceder a la finalización del escrutinio electoral de este domingo, 10 de noviembre de 2019, era la dimisión del secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, y su renuncia a encabezar cualquier intento de formación de gobierno a partir de la constitución de las nuevas Cortes Generales y el comienzo de la nueva legislatura. Aunque haya ganado las elecciones, las consecuencias que estas tendrán para el país le debieron conducir a asumir las responsabilidades de inmediato.

Pedro Sánchez es el máximo responsable de lo ocurrido en esta jornada electoral. Es el responsable de que el bloqueo político sea aún más extremo; es el responsable de que su partido haya empeorado su posición; es responsable de la desafección política que se ha instalado entre la ciudadanía, y sobre todo, es responsable del alarmante crecimiento de la extrema derecha en España.

Tenía a sus adversarios del PP, de Ciudadanos y de Vox, es decir, a la derecha sociológica de este país, arrinconada con los exiguos resultados de abril, y lo que ha conseguido con esta táctica de la factoría Iván Redondo, su gurú estratégico, es darles oxígeno. Convocó la repetición de las elecciones con la única intención de sumar con Ciudadanos para esquivar una coalición que nunca quiso con Unidas Podemos y sustituir a los de Pablo Iglesias por los de Albert Rivera como “socios preferentes”.

Quiso utilizar para esa operación la exhumación de Franco y la gestión posterior de la sentencia del procés, y lo que consiguió fue que ambas bazas las capitalizara Vox. Un resultado catastrófico que solo puede tener una salida: la dimisión.

El resultado es más ultraderecha y más independentismo, con la irrupción de la CUP en la política nacional y a la espera de lo que ocurra en las inminentes elecciones catalanas.

Tras Sánchez, debe irse inmediatamente para su casa Albert Rivera por haber convertido a Ciudadanos en un fiel reflejo de su propia personalidad inestable. Haber pasado de ser una seria alternativa a liderar la derecha española a quedar por debajo de los independentistas a los que siempre ha tratado combatir, le obliga a asumir responsabilidades y dimitir.

Vox irrumpe en Canarias

En el caso de Canarias, es destacable la irrupción de Vox por primera vez en las instituciones. Hasta ahora, esta era una comunidad que había optado por otros partidos para canalizar los sentimientos más conservadores de su electorado, pero las mismas causas que han conducido al éxito de la extrema derecha en todo el país, es decir, el discurso incendiario, xenófobo, machista, excluyente, franquista y anticonstitucional, mezclado con la bandera de la indisolubilidad de España como unidad de destino en lo universal, ha calado en un sector del electorado sometido en gran medida a las mismas operaciones de manipulación e intoxicación utilizadas por la ultraderecha antisistema en otras partes del mundo.

Vox empata en escaños con Podemos, que pierde una diputada por Las Palmas gracias, entre otros factores, a la aparición de Más País en el panorama político de la izquierda. Sin obtener ni un solo escaño, los de Íñigo Errejón, arropados especialmente en Gran Canaria por rebotados y damnificados de aquí y de allá de la izquierda isleña, han contribuido a cargarse a una de sus históricas enemigas, Meri Pita. La izquierda pierde un escaño. Buen trabajo.

Igualmente es reseñable la desaparición de los dos escaños que hasta ahora ha venido ocupando Ciudadanos, uno de ellos en manos de Melisa Rodríguez, una de las dirigentes más destacadas del equipo médico habitual de Albert Rivera. Junto a la crisis abierta en Tenerife por los fallidos expedientes a concejales y concejalas por pactar con el PSOE, casi se puede certificar ya la muerte de este partido en las Islas Canarias.

El resultado del nacionalismo canario merece un análisis aparte. La alianza entre Coalición Canaria y Nueva Canarias ha conseguido el objetivo de mantener la representación canaria y que uno de los dos escaños sea por la provincia de Las Palmas. Ana Oramas y Pedro Quevedo pueden ser decisivos en el arranque de la legislatura y la conformación de un nuevo gobierno si se ponen de acuerdo y no se mantienen algunas posturas irreductibles hasta ahora encarnadas por la diputada tinerfeña.

Pero en el ámbito de la política estrictamente regional, el éxito de esa alianza puede suponer un impulso importante a los intentos de reunificación y refundación del nacionalismo canario, si es que ambas familias logran ponerse de acuerdo, empezando por el nombre.

Nadie niega la fortaleza del pacto entre el PSOE, Nueva Canarias y Podemos para sostener el Gobierno de Canarias, pero resulta tentadora la idea de una repetición de la escaramuza que un día de 1993 llevó a la fundación de Coalición Canaria rompiendo un Gobierno que entonces lideraba también un socialista.

Para análisis más reposados hay que dejar necesariamente la desigual acogida que ha tenido esa alianza entre el electorado nacionalista, que también se ha visto notablemente menguado en esta convocatoria electoral.

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