El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Uno provoca, el otro amaga
Salto cualitativo el que este fin de semana dio Paulino Rivero en su estrategia de separarse cada día un poco más de su socio de gobierno, el PP de José Manuel Soria. A ese partido y a sus modales se refirió con el término “derechona”, lo que en boca de Juan Fernando López Aguilar constituyó siempre un insulto intolerable. Pero los tiempos cambian que es una barbaridad y lo que antes era crispación ahora es normalidad cotidiana, y si te vi, no me acuerdo. Rivero y Soria están deseando que el otro dé el paso; el primero, que Soria tenga los arrestos suficientes para dejar el Gobierno, y Soria, por su lado, que sea Rivero el que lo expulse para echarse un poco más al monte, hablar de los sablazos de Madrid a Canarias por culpa de Coalición y postularse como la gran solución ante el subsiguiente conchabo nacional-socialista (con perdón). Pero no está Rivero por la labor y, pese a las incomodidades propias de la situación, lo prefiere dentro, dice que para controlarlo mejor, lo que también beneficia al PSOE, que no tiene que remangarse en el tramo final de legislatura apoyando a un Gobierno de Rivero en solitario. Sólo desde algunas instituciones de CC, cabreadas con el vicepresidente, empujan a Paulino para que les quite de encima esa rémora lo antes posible.
Salto cualitativo el que este fin de semana dio Paulino Rivero en su estrategia de separarse cada día un poco más de su socio de gobierno, el PP de José Manuel Soria. A ese partido y a sus modales se refirió con el término “derechona”, lo que en boca de Juan Fernando López Aguilar constituyó siempre un insulto intolerable. Pero los tiempos cambian que es una barbaridad y lo que antes era crispación ahora es normalidad cotidiana, y si te vi, no me acuerdo. Rivero y Soria están deseando que el otro dé el paso; el primero, que Soria tenga los arrestos suficientes para dejar el Gobierno, y Soria, por su lado, que sea Rivero el que lo expulse para echarse un poco más al monte, hablar de los sablazos de Madrid a Canarias por culpa de Coalición y postularse como la gran solución ante el subsiguiente conchabo nacional-socialista (con perdón). Pero no está Rivero por la labor y, pese a las incomodidades propias de la situación, lo prefiere dentro, dice que para controlarlo mejor, lo que también beneficia al PSOE, que no tiene que remangarse en el tramo final de legislatura apoyando a un Gobierno de Rivero en solitario. Sólo desde algunas instituciones de CC, cabreadas con el vicepresidente, empujan a Paulino para que les quite de encima esa rémora lo antes posible.