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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Salvador Alba es todo bolero

El juez Salvador Alba, guitarra en mano, en un fotograma del vídeo que ha subido a Youtube.

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

La noche del viernes fue para el juez Salvador Alba un momento importante en su vida, de esos que no abundan. Fue cuando tomó la determinación de subir a su cuenta de Youtube dos vídeos en los que muestra abiertamente al mundo cuáles son sus dotes como compositor y sus habilidades como intérprete -a la guitarra- de sus propias composiciones.

La elección de la fecha no fue casual, porque nada puede ser casual en un juez como él que practica artes marciales orientales: el viernes 1 de septiembre comenzaba el año judicial en España y se reactivaban las Diligencias Previas 10/2016, que se siguen contra él en el Tribunal Superior de Justicia de Canarias por la presunta comisión de media docena de delitos.

Se lo comentó a su esposa, la secretaria judicial Teresa Lorenzo: “Teresa, yo creo que ya es el momento”. Y en un ritual privado, quizás iniciático, juntos participaron en el lanzamiento musical de Salvador Alba, que muy bien podría adoptar a partir de ahora como nombre artístico el de Boro, o si forma banda, Boro y los Salinetas, la playa teldense de la que asegura estar enamoradísimo y en la que pasa casi todas las tardes.

El hit de lanzamiento tiene un título que ya antes de escucharlo promete: “Soñar es mejor que pensar”, lo que invita a los que lo conocemos a sospechar que últimamente Alba debe haberse puesto en manos de algún gurú de la autoayuda que le ha conducido directamente a abandonar las rigideces de la carrera profesional que eligió para entregarse más al onanismo. Puede que haya sido su abogado, Nicolás González-Cuéllar, que también ha adoptado últimamente una deriva menos sujeta a convencionalismos y más inclinada a convertir el trabajo en esparcimiento y romanticismo hasta el punto de llegar a contraer matrimonio con un señora toledana de nombre Alba y de apellido Rosell. O sea, Alba Rosell. Y no es coña.

Sea quien sea el que haya ayudado a Salvador Alba a desprenderse de esos corsés para poderse mostrar tal como es, le ha hecho un favor inmenso, y de paso ha permitido a algunos videoescuchas a conocer cuál es su padecimiento actual:

Piensas que todo acabará mal

Piensas que esto es una maldición

Qué torcido está este país

Qué decepcionante decepción

Fascinante. El magistrado investigado por seis delitos cometidos presuntamente en el ejercicio de sus funciones como juez se queja de lo “torcido” que está este país, lo que le provoca “una decepcionante decepción”, algo tan abracadabrante como algunas de sus sentencias. Porque si una decepción es decepcionante es que es una decepción floja, inconsistente, incompleta, inservible. Vamos, una mierda de decepción. Vestigios del raggaetón, que ya se sabe cómo cuida la gramática.

Pero analicemos eso de “qué torcido es este país”. Que Salvador Alba en su primer lanzamiento musical se queje de lo “torcido” que está el país en el que sirve como juez puede significar sencillamente que lo que ha visto en los juzgados durante estas dos décadas que ha servido como juez le haya conducido a pensar que esto no lo endereza nadie. Puede, si no, que piense que esto está torcido por la deriva independentista de las autoridades catalanas o por la incontenible corrupción del Partido Popular. Más me inclino yo por pensar que lo que le tiene a mal traer, que la causa de su desazón y de sus desvelos, lo que le conduce a esta deriva creativa que no sabemos cómo va a terminar, es sencillamente que ya le han dicho que está solo, que lo suyo no va seguir contando con las complicidades y con los escudos protectores que le venían favoreciendo hasta hace bien poco.

Que septiembre ha empezado y que la causa suya puede convertirse pronto en procedimiento abreviado con apertura de juicio oral y que, a partir de esos infaustos momentos, quedará apartado de la carrera como juez hasta que haya una sentencia firme que lo reponga o que lo expulse definitivamente.

De ahí quizás -como han interpretado algunas mentes mal pensantes que lo vieron cantar este domingo en YouTube- que quiera abrir una actividad paralela (y todavía compatible) a la de la Judicatura, de modo y manera que pueda conducir sus pasos bien a una discográfica amiga que publique sus discos o a cantar en el Metro de Madrid, a ser posible en alguna estación de las que no estén custodiadas por Seguridad Integral Canaria (SIC), porque allí seguro que no lo dejarán.

De la segunda pieza, o pieza separada, mejor no hablar mucho. Se la dedica a su hija Lucía, su segundo vástago, pero única de su segundo matrimonio. La canción es tan mala que ni siquiera la niña resiste un minuto escuchándola. O puede que ya la hubiera escuchado lo suficiente durante los ensayos del vídeo y la pobre ya estuviera saturada.

Los expertos musicales consultados son unánimes: “Puede que unas composiciones así con unas interpretaciones así estén bien para la parte final de los asaderos, aquellas en las que se enfila ya el tramo de ”insultos al clero“, tras el tuteo a la autoridad y los cantos regionales”.

En definitiva, que nos podríamos encontrar ante el nacimiento de un talento musical si no fuera porque alguien que ha ejercido tanto tiempo de cantamañanas no puede pasar en horas veinticuatro a la condición de cantautor. Ni con todas las musas del mundo.

Salvador Alba pretende convertir su vida en una rumba cuando él nunca podría pasar de bolero.

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